Hay una moda reciente en el mundo anglófono de las empresas que me fascina por varias razones que comentaré a continuación. Algunas gentes concienciadas con los temas de la diversidad en las identidades y prácticas sexuales han comenzado a indicar en su firma, a menudo tras su nombre y cargo, los pronombres ingleses de tercera persona con los que se identifican: el nominativo, el acusativo y el posesivo.
Lo habitual es que se trate de he/his/him o she/her/hers, o sea: que en una exhibición virtuosa un tío del que nunca hubieras dudado que es un tío te indica que es un tío o bien una tipa hace lo propio… pero también está la gente para la que en principio esto se inventó, cuyo sexo autopercibido no se corresponde con el que percibiríamos los demás, así que hay más opciones, algunas incluso de reciente invención y también combinaciones alucinantes. O sea, alguien que parece que es un hombre pero que quiere que los demás lo refieran como ella y otras palabras que no son ni él ni ella. De todo esto yo sólo he llegado a ver el caso de una única persona que tenía they/them bajo la firma (esto es lo que en inglés se llama pronombre genérico de tercera persona y que no es extraño usar para referirse a una persona indeterminada que podría ser varón o fémina aunque sí que lo es para referirse a una persona concreta) pero encontré una larga y estupefaciente lista de opciones, que por fortuna creo que casi nadie utiliza.
En el fondo esto de los pronombres es una forma de indicar «soy chico» o «soy chica» o las otras miles de cosas que parece ser que existen y yo aproximadamente desconozco, pero me sorprende que en vez de hacerlo directamente se busque un giro de semejante carga gramatical. Es asombroso por ejemplo que se especifique el pronombre de tercera persona y no el de segunda. Al fin y al cabo, si voy a hablar contigo, no entiendo por qué habría de llamarte algo que no fuera tú o usted, en inglés you. ¿No es excesivo intentar controlar la conversación entre terceros que se refieren a uno? En este contexto de empresas multinacionales importan todas las injusticias y privilegios menos el anglocentrismo: si te importa cómo me refiero a ti cuando hablo con otras personas somos muchos los que tendríamos que recibir una lista de pronombres en diferentes idiomas.
Que esa es otra. Hay varios genios del mundo hispánico que han copiado la moda sin percatarse de que en español para empezar no es obligatorio decir él ni ella para expresar, por ejemplo, que una persona «(él/ella) es idiota». El pronombre se suele elidir. Tampoco el posesivo de tercera persona singular distingue género, de hecho «su» no distingue ni el número del poseedor. En español lo relevante a estos efectos sería la desinencia de género: es guapo / es guapa.
Otra de las cosas asombrosas es que se especifique una triada. Pongamos He/him/his o she/her/hers. Son formas gramaticales y al menos internamente coherentes, independientemente del aspecto de quienes piden que se usen para referirse a ellos. Me pregunto qué pasa si alguien indica que sus pronombres son he/her/them o cosas más inmanejables aún. Yo ya sé que en el mundo de la empresa estas cosas no se pueden discutir y que de hecho todo lo que no sea aplaudirlas sin cuestionarlas parecerá poco, pero mi tentación es decir a los anglos que pueden destruir o transformar o mejorar su idioma como les dé la gana pero que nos hacen la vida difícil a los demás ya que mientras que a ellos seguramente les salga de modo natural el resto tendríamos que ponernos a estudiar estas cosas.
Por azares de la economía actual me toca tratar por correo electrónico con mucha gente de la India. Dada mi ignorancia sobre las distintas culturas del subcontinente cuando cuento sólo con el nombre del interlocutor hay muchas veces en las que no sé si son macho, hembra o alguna de todas estas cosas que nos están llegando de EEUU. Acaban las interacciones y ni he sabido el sexo de mi interlocutor ni me ha importado. A mí mientras me resuelvan el problema me da igual chatear con hombres, mujeres, grupos intermedios o robots. En un mundo tan frío e impersonal no sé a qué viene darse tanta importancia.