La semana pasada y más concretamente el día 20 de marzo hubo un eclipse de sol, que fue total en Svalbard y otros barrios del septentrión y que en Dublín llegó a ocultar el 93% del astro rey. Duró apróximadamente dos horas en las que desde la ventana de la oficina percibí que el día se oscurecía hasta cierto punto, aunque me habría pasado totalmente inadvertido si no hubiera estado sobre aviso. Mi experiencia con los eclipses es bastante deprimente: el que pasó en 2005 por España resultó bastante similar. La realidad es que prefiero verlos en la pantalla a jugarme las retinas y las córneas. La pantalla nos llena de luz.
En cambio el día anterior, el 19, cruzando el puente Samuel Beckett entre la bruma sí que pude experimentar una ausencia importante de visibilidad. No es la primera vez que me enfrento a una niebla destacable en la capital de Irlanda, pero creo que nunca antes la he visto tan densa. Desde la mitad del puente apenas distinguía la silueta del centro de convenciones. Mirando hacia el centro ni rastro de la casa de aduanas, la pirámide del Úlster o el Liberty Hall. Para el mediodía se había levantado e hizo un día bastante bueno, tanto que acabé yendo a comerme el bocadillo al gran canal.