Homo Deus

Una huella digital con un chip

 

Aunque tras acabar Sapiens dije que seguramente no lo leería, no pude resistirme a adquirir el Homo Deus de Yuval Noah Harari. Empecé con ello un día soleado en un parque del que nos echaron los empleados municipales a causa de una visita de Estado que nunca ocurrió. Luego las visitas familiares me han empedido concluirlo con diligencia. El libro es bastante diferente a lo que el título parece prometer, que suena a bioingeniería y transhumanismo y cosas de esas que le preguntan luego en las entrevistas.

Todas esas cosas las veo bastante más lejanas de lo que el autor sugiere (ni 2100 ni leches, y esa predicción que toma de Frey y Osborne con la probabilidad de que determinadas profesiones desaparezcan para 2033 – 99% telemárketing, 98% árbitros deportivos, 89% panaderos… me parece bastante ridícula), pero está claro que habrá mucho de automatización y de sustitución del ser humano en tareas, aunque me parece que no será ni tanto ni tan pronto. Íbamos a llegar al año 2000 en platillo volante y vestidos con papel de alumnio y ahora esto. De hecho, el propio Harari parece no creérselo mucho tampoco y hasta mete un interesante fragmento sobre Marx y la imposibilidad de predecir la Historia. En fin, que en 2033 espero seguir por aquí y poder corroborar mi acertada intuición.

Pero este libro hay que leerlo no sólo por lo que promete y no cumple sino por las pequeñas cosas que enseña. A mí me gustan mucho las anécdotas y una muy famosa y seguramente apócrifa que había visto atribuída a Einsten y Bertrand Rusell y anónimas bellezas nórdicas aparece aquí protagonizada por Anatole France e Isadora Duncan. Es aquella en que la dama plantea al docto varón que deberían tener un hijo «¿se imagina que tuviéramos un hijo, con mi belleza y con su inteligencia?» a lo que el caballero responde «¿se imagina usted que saliera con mi belleza y con la inteligencia de usted»?. También tiene por ahí una de mis favoritas de ciencias políticas, la del jerarca soviético que pregunta «¿quién se encarga del abastecimiento de pan a la ciudad de Londres»?. La sorprendente respuesta es, obviamente «nadie».

Esto conecta con ideas que creo que veremos más a menudo, como lo que llama dataism. A mí me gusta lo de meter en el mismo saco, el de las «religiones», tanto a las que solemos considerar como tales como al marxismo, nazismo, liberalismo y otras. Quizá podría haber elegido algún otro término como «cosmovisiones» pero tanto da. Lo del datismo creo que es bastante nuevo pero creo que considerar al comunismo como sistema centralizado de de producción y al capitalismo como sistema descentralidado de la misma cosa tendrá cierto recorrido en el campo de las ideas. (A lo mejor me está pareciendo interesante tan sólo porque trabajo en una empresa de big data y es la jerga del oficio).

Dejemos el oficio y pasemos a la vocación. Dice Harari que los 23.000 comunistas que había en Rusia en 1917 fueron capaces de imponerse a los 3 millones de miembros de la clase media y alta mediante formas más eficientes de organización y que es imposible organizar eficientemente a las masas sin crear algún tipo de ficción. La descripción de cómo una ficción se desmonta en tiempo real: los sucesos que acabaron con Ceaușescu y la habilidad del ala blanda del comunismo rumano para ponerse al frente de la liberación creando una ficción alternativa son un ejemplo muy interesante.

Más allá de la política una idea muy principal del libro es que el cambio tecnológico es creativo y la esfera política (moral, religiosa, etc.) es reactiva. Hay en esto algo de Marx y como todo se define por las relaciones de producción, pero en general llevo años sorprendido de cuánta gente confía en un cambio político que cambie las cosas cuando la mayoría de los que se vienen dando en los últimos tiempos son diminutos. Aquí hago compatible el análisis marxista y cierto cinismo de individualista liberal: como la mejora de tus condiciones de vida dependa de un cambio de gobierno, estás jodido.

Un trocito sobre Marx que me ha gustado bastante, traducido por servidor:

Pero Marx se olvidó de que los capitalistas también sabían leer. Al principio tan sólo un grupo de discípulos se tomaba a Marx en serio y leía sus escritos pero cuando esos agitadores socialistas ganaron adeptos y poder los capitalistas se alarmaron. También ellos escudriñaron El Capital adoptando muchas de las percepciones y herramientas del análisis marxista. En el siglo XX todo el mundo, del muchacho de la calle al presidente aceptó el enfoque marxista de la economía y la Historia. Incluso los capitalistas acérrimos que rechazaban el pronóstico marxista con vehemencia utilizaban el diagnóstico marxista. Cuando la CIA analizaba la situación de Vietnam o de Chile en los años sesenta dividía la sociedad en clases. Cuando Nixon o Thatcher miraban al globo se preguntaban quienes controlaban los medios de producción esenciales. Entre 1989 y 1991 George Bush supervisó la caída del Imperio del Mal comunista para acabar siendo derrotado en las elecciones de 1992 por Bill Clinton. La estrategia de campaña de Clinton se resumía en «es la economía, estupido». El propio Marx no habría podido decirlo mejor.

Al parecer el único aspecto animista de la Biblia, libro-guía de la civilización judeocristiana es la serpiente que habla a Eva. En el inicio cierra capítulo dejando claro que no hay que confiar en los animales y las cosas que hablan (que en las religiones anteriores del animismo primitivo eran muchas).

La división del pensamiento moderno, que llama «humanismo» en tres tipos, ortodoxo (liberal), comunista y evolutivo (cuyo exponente extremo sería el nazismo) me recuerda un poco al triángulo que suelo utilizar para ubicar ideológicamente (aunque el que me gusta bascula entre la libertad, la redistribución y la tradición (liberalismo-socialismo-conservadurismo)

En un mismo capítulo aparecen tres personaje históricos sobre los que tengo que investigar más: Hong Xiuquan, Davayanda Saraswati y el Mahdi.

Al final quedamos en que va a haber muchos cambios tecnológicos que por un lado harán la vida más fácil y por otro más complicada. A los que estén en la parte de arriba de la pirámide lo primero, a los de abajo lo segundo, a los de más abajo quizá les resulten indiferentes. Para los que quedamos en la parte media-alta, que somos los que leen este tipo de libro, los efectos serán contradictorios y profundizaran un poco en lo que venimos viendo desde hace treinta años (hundimiento de las clases medias occidentales, primera generación que vive peor que sus padres, reducción de la natalidad, próxima redución drástica o desaparición de las prestaciones sociales en la vejez). Al final todo se reduce a ser capaz de mantener capacidad de ingresos a través del empleo, y si este se mecaniza a través de la propiedad de lo que sea que produzca el beneficio que antes producía el empleo. Ser dueño del robot que hace el trabajo que antes hacía uno (por simplificar, esto puede ser a través de acciones, y hay otros tipos de rentismo que podrían servir como sustitutos: propiedad de inmuebles). En la parte biológica tengo menos esperanzas y no veo eso de que los seres humanos vayan a vivir doscientos años, ni realmente lo quiero.

Hasta aquí mis notas desestructuradas. Se puede leer y reflexionar sobre procesos actuales, más que sobre la posibilidad improbable de que vaya a haber un homo deus. El cataclismo climático o nuclear sigue siendo un triste final más probable.

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