Heterodoxos por Grecia

26/01/2022

Lengua e identidad nacional en Grecia (1766-1976)

De mi lectura de «Language and National Identity in Greece, 1766-1976» de Peter Mackridge entresaqué varios fragmentos más bien biográficos de esos que muestran como la nación es un fenómeno histórico contingente. También me pareció interesante escoger uno de cada una de las fronteras culturales del mundo helénico reciente: las que tiene con el mundo eslavo (o búlgaro-macedónico), con el latino (o italiano) y con el turco (u otomano dependiendo del periodo histórico del que tratemos).

Para comenzar con la formación de una frontera cultural nítida entre lo griego y lo eslavo desde los tiempos en que esta no existía o era muy borrosa servirá como ejemplo la biografía de Grigor Parlichev que además ilustra cómo diferentes comunidades arriban a la fase nacional en diferentes momentos históricos a la fase nacional (149):

La historia del movimiento nacional búlgaro en particular tiene tanto que ver con la emancipación se de la hegemonía cultural griega como con la liberación del poder otomano. Según Giuseppe dell’Agata, los dirigentes del movimiento nacional búlgaro recibieron su educación escolar en griego y fue precisamente la educación griega lo que hizo despertar su conciencia nacional búlgara. La mayoría de los intelectuales búlgaros que debatían sobre la naturaleza de la lengua nacional búlgara en la décadas de 1830 y 1840 mantenían correspondencia en griego entre ellos.

En muchas poblaciones balcánicas de las regiones en las que predomina la lengua griega ésta se había convertido en lengua común de la educación y el comercio usada por gentes de origen lingüístico arrumano, eslavo y albanés y por supuesto era la lengua doméstica de familias de alto rango tales como las de comerciantes, doctores y profesores. La carrera de Grigor Parlichev (1830–93) es típica de la clase de metamorfosis de identidades que estaba comenzando a producirse en esas regiones. Parlichev nació y creció cerca de Ohrid en lo que después se convertiría en la República Yugoslava de Macedonia. Como muestra su autobiografía, en los Balcanes otomanos de sus tiempos aprender a leer y a escribir aún quería decir aprender a leer y escribir en griego, que era la lengua de la Iglesia. En en la década de 1830 Parlichev aprendió en la escuela de Ohrid los textos litúrgicos más que los de tipo nacionalista griego y él siguió enseñando esos mismos textos a sus alumnos. En 1860 he ganó el premio nacional de poesía griego como ‘búlgaro pro-griego’ tras el nombre de Grigorios Stavridis, lo que causó una controversia que supuso que dejara de celebrarse la competición.

Sin embargo, años después Parlichev abrazó la causa nacional búlgara y se dedicó a dar clases de búlgaro en Ohrid y a hacer campaña para la introducción del eslavónico eclesiástico en las iglesias del lugar en un intento de revertir el proceso de helenización del que él mismo había participado con anterioridad y que en último término resultó exitoso. Lo que provocó que Parlichev adoptase la causa nacionalista búlgara fue el destino de los hermanos Miladinov, uno de los cuales había sido su profesor de griego en la escuela en Ohrid. En 1861 los hermanos habían publicado una colección de canciones macedonias búlgaras en Zagreb, dedicadas a Joseph Strossmayer, obispo católico de Diakovár [Djakovo], que era un activo partidario del movimiento paneslavista. Los hermanos fueron encarcelados por los otomanos acusados de trabajar para la Iglesia Católica y murieron de tifus en prisión en 1862. Horrorizado por el destino  de su admirado profesor y en la sospecha de que los malos tratos a los hermanos se debieron a un complot del obispo griego del lugar Parlichev abandonó la causa griega. Es probable que si Parlichev hubiera nacido una generación antes hubiera seguido siendo un propagandista de la cultura griega en vez de solamente mantener un vínculo emocional con la poesía en griego antiguo, pero que si hubiese nacido dos generaciones después se habría convertido en nacionalista macedonio En la actualidad los búlgaros consideran a Parlichev búlgaro y los macedonios lo consideran macedonio mientras que algunos griegos todavía lo consideran un poeta griego.

Las zonas de influencia cultural helénica y latina han sido muy móviles a lo largo de la Historia: la cultura griega estaba en la península Itálica y Sicilia y más allá desde muy antiguo y también la presencia de lo latino en la zona griega tiene más de dos milenios. Lo helénico y lo latino en tiempos clásicos y luego lo ortodoxo y lo católico en los medievales. Las islas Jónicas o Heptaneso estuvieron dominadas por Venecia desde el siglo XIV hasta 1797. Tras las guerras napoleónicas acabaron siendo un protectorado británico (1815-1864) que terminó cuando Gran Bretaña se las entregó a Grecia. Durante el siglo XIX el italiano se siguió empleando para usos oficiales. El aristócrata Andreas Laskaratos (1811-1901) comparaba en la década de 1880 el uso del italiano en las islas Jónicas con el de la variante purificada «katharévousa» del griego. Se reemplazan lengua de cultura y lengua popular por acrolecto y basolecto y acaba ganando el basolecto pero tarda un siglo (170):

Recordaba cómo en las islas Jónicas treinta anos antes todos los procedimientos en el parlamento y en los tribunales así como todos los documentos oficiales estaban en italiano y los caballeros usaban el mismo idioma excepto para hablar con sirvientes y campesinos. Laskaratos cuenta que cuando empezó su carrera de abogado en 1840 fingía no saber italiano y pedía al juez que le explicara qué se había dicho. Durante una sesión, otro abogado se irritó tanto con la conducta de Lasakaratos que le dijo: ‘Non vi vergognate di parlare in greco? Parlate in italiano, che e la lingua Signorile [¿No le da vergüenza hablar en griego? ¡Hable en italiano que es la lengua señorial!].’ ‘En 1884,’ escribe Laskaratos, ‘sólo los viejos entendemos el italiano y nuestra lengua es la lengua de la Nación.’ Concluye prediciendo que la katharévousa sería reemplazada por ‘la lengua del pueblo’ en toda Grecia tan rápidamente como el italiano había sido sustituido por el griego en las islas Jónicas

Por último quería dejar un ejemplo que quizá sea el que mejor muestra «el mundo de ayer». La tensión entre Grecia y Turquía seguramente siga más presente que las dos anteriores. Konstantinos Mousuros fue un griego ortodoxo de Constantinopla y embajador otomano en varios países. En el momento de la independencia griega en 1830 quedaron menos griegos en el país independiente que en el imperio otomano. Esto ha ido cambiando con el tiempo mediante las ganancias territoriales griegas, y los intercambios de población de 1923, pero en el siglo XIX todavía había cientos de miles de súbditos otomanos de lengua griega y religión cristiana ortodoxa.

En 1890 apareció en Londres un libro titulado Dante’s Inferno, Purgatorio and Paradiso, Translated into Greek Verse by Musurus Pasha, D.C.L. Como Psycharis, Konstantinos Mousouros era un romiós de Constantinopla, pero estos dos hombres tenían puntos de vista ideológicos bastante opuestos: Mousouros era miembro de ‘el Fanar de después del Fanar’, ese grupo de cristianos ortodoxos que ascendieron a altos cargos en el servicio público otomano después de la Guerra de Independencia griega. Había sido embajador otomano en Londres desde 1851, habiendo sido anteriormente gobernador de Samos y embajador otomano en Atenas y Viena. Su traducción –
muy lejos de la imagen de Dante que da Psycharis – está en un griego muy arcaico, y no está claro a quién iba dirigido ni quién lo leyó; de parecido modo a las traducciones que Voulgaris hizo de Virgilio un siglo antes parece haber sido una proeza de erudición destinada más a ser admirada que a ser leída. Probablemente Mousouros no sabía que en Mi viaje Psycharis se había burlado de los cristianos ortodoxos que trabajaban con funcionarios para el gobierno otomano: ‘Te haces funcionario y luego puedes sentarte y hablar sabiamente y con calma sobre la nobleza de la lengua, sobre Jenofonte; uno salpica todo de casos dativos, dice lo que quiere sobre el renacimiento de Grecia, y todo el mundo se admira de sus dotes para la retórica’

Un historiador turco ha escrito que “a la vez que Mousouros pachá era el burócrata otomano por excelencia y se encontraba en la cúspide de la burocracia otomana también era un devoto cristiano ortodoxo y miembro orgulloso miembro de su comunidad de Rum». Musurus Pasha no poseía una identidad nacional griega en el sentido moderno; representó a un viejo mundo en el que las identidades nacionales, religiosas y étnicas podrían ser muy complejas: un mundo que llegaría casi por completo a su fin con el intercambio de minorías entre Grecia y Turquía en 1923.

Digo “casi”, porque un siglo después, en 1988, uno de los participantes turcos las negociaciones greco-turcas era un miembro de habla griega de la comunidad cristiana ortodoxa en Estambul llamado Niko Maksimiyadis. Para la reacción indignada de un periodista griego a la actitud turca patriótica de Maksimiyadis y su rechazo a ser considerado un heleno, ver Chasapopoulos (1988).

En el siglo que va entre Mousourous pashá y este señor Maksimyadis ha pasado Estambul de ser una ciudad de mayoría cristiana a que apenas queden unos pocos miles. Quedan también en Grecia los turcos de Tracia occidental pero en general puede decirse que estos son ejemplos de un mundo que se estaba desmantelando y que ya no existe.


Lengua e identidad nacional en Grecia

04/12/2021

Lengua e identidad nacional en Grecia (1766-1976)

Una de las carencias de mi bachillerato fue que nunca cursé griego. Al final, a base de lecturas uno acaba recordando algunas raíces y reconoce el alfabeto aunque me cueste medio minuto pseudodescifrar una palabra corta. Aparte de eso poco más. Hace unos años trabajé con un grecoaustraliano y un día estábamos en el pub y no sé qué pasó con un mechero que yo le pregunté que si fuego era «piro» o algo parecido y el me dijo que eso era en griego clásico y que en la lengua moderna era «fotia». Aunque no sabía cuánto, ya intuía que el griego moderno debería ser aproximadamente tan diferente del clásico como el español del latín y que como los cuatro prefijos y sufijos que sabemos provienen de aquellos tiempos no podrían servirnos para desenvolvernos demasiado bien en la Grecia actual.

Con más atención de la que habría debido por causa del poco aprovechamiento al que me condenan mis limitaciones he estado leyendo estos días «Language and National Identity in Greece, 1766-1976» de Peter Mackridge. Sigo sin aprender nada de griego pero al menos he comprendido mejor cómo ha funcionado el idioma o los idiomas de los griegos (o dígase de los helenos o de los cristianos ortodoxos orientales) sea en la Hélade antigua, en Bizancio, el imperio Otomano, la Grecia independiente o las islas Jónicas dominadas por los británicos. La interacción y combinación de las normas lingüísticas con estas identidades y en estos territorios bajo el imperio de diferentes autoridades estatales hasta llegar, aunque haya sido por una ruta muy diferente, a una situación homologable a la del resto de los Estados-Nación europeos, es la trama que el libro trata de desentrañar.

Antes de la independencia de Grecia la religión era el principal factor identitario entre las poblaciones de habla griega del imperio Otomano y la lengua queda casi siempre en segundo plano. Por entonces la palabra «helenos» había quedado antigua y significaba algo así como «paganos». Este párrafo refleja de un modo simplificado el tema de los diferentes nombres de los griegos, y su lengua, así como su religión y su lengua en la fase prenacional:

La lengua que se hablaba predominantemente en lo que hoy es Grecia se conocía coloquialmente como romaico y era claramente distinta de cualquier otro idioma moderno. Al mismo tiempo, era obvio que el romaico estaba estrechamente relacionado con la antigua lengua de Grecia, que se conocía en griego como elliniká [helénico] y que todavía usaban algunos eruditos del mismo modo que se hacía con el latín en Occidente. El término romaios/romiós se utilizó para describir tanto a quienes hablaban romaico como a los cristianos ortodoxos del imperio Otomano en general. La lengua fue utilizada como marcador identitario más por ciertas elites que por las masas populares (y que por el patriarcado de Constantinopla). Así, la distinción entre los dos significados de romioí – «los griegos» (o cuando menos los hablantes de griego) y los cristianos ortodoxos del imperio Otomano en su conjunto – puede coincidir con la distinción entre las diferentes concepciones que tenían las elites y las clases populares. Aparte de esta ambigüedad semántica, el problema del término romaios era que, en griego antiguo, se refería a un pueblo diferente, a saber, los antiguos romanos, a los que en romaico se llamaba romanoi.
Esta fue la razón que dio Eugenios Voulgaris en 1768 para usar graikós en lugar de romaios en una traducción de Voltaire, justificándolo además por el hecho de que este nombre existía antes que la palabra «heleno», que, además, la gente asociaba con la idolatría. Sin embargo, algunos intelectuales percibían que graikós era un nombre impuesto por extranjeros a los griegos . Otro factor de complicación fue que los hablantes de lenguas latinas de los Balcanes se llamaban a sí mismos rumâni / români [romanos o rumanos] y armâni [arumanos]. La única salida posible era que los griegos modernos se llamaran a sí mismos helenos y llamaran helénico a su idioma.

Y más o menos el debate lingüístico a lo largo de siglo y medio estriba en si la lengua de los griegos contemporáneos es la de los antiguos y si se debe intentar que se parezca a esta. El punto de llegada, 1976 o 1982 supone la victoria de la variante demótica (popular o coloquial) al ser aceptada como estándar del griego moderno tras dos siglos de promoción de la variante arcaizante que se conoce como katharévousa (término que significa «purificado» y entiendo que será pariente de «catarsis») y que había sido el referente del griego moderno culto en el siglo y medio de independencia.

Aparte de esto no es que haya aprendido demasiado del griego. La fiebre purificadora del siglo XIX lo purgó de palabras turcas pero también de palabras italianas. Por ejemplo: familia se decía así del italiano famiglia, pero ahora es oikogeneia o ecogenia: lo nacido en el hogar. Esto de quitarle al griego las palabras turcas hizo que para muchos hablantes resultara un idioma de laboratorio. Lo de quitarle las italianas, al cabo latinas, ha hecho que el griego se diferencie de las demás lenguas europeas, que a veces usan casi todas la misma palabra latina para un concepto.

El otro pilar del libro, el de la identidad nacional, resultará más comprensible para quienes como yo desconozcan la lengua. Uno de los protagonistas de la Historia y del volumen, Adamantios Korais, dijo en una conferencia en Francia en 1803 que los griegos eran  «un pueblo preparándose para convertirse en una nación», frase que me evoca el modelo de fases de Miroslav Hroch.

 

En todo caso, todo con la independencia en la década de 1830. Debo mencionar que por este libro he descubierto que entre 1827 y 1834 Nauplia funcionó como capital del estado griego. Esta ciudad se conoció como Nápoles de Romania y de allí provenía uno de los griegos que arribaron a Sanlúcar con Elcano. Es importante tener en cuenta que la Grecia independiente es territorialmente dinámica a lo largo de las décadas: el nuevo país va ganando territorios y (en ocasiones los pierde) a lo largo del tiempo. Lo mismo puede ser dicho en cuanto a las poblaciones sobre las que el nuevo estado ejerce sus funciones (incorpora una notable población de lenguas eslava, latina, albanesa y turca) pero también son dinámicas las ideas sobre la identidad:

La década de 1850 en Grecia fue un periodo de furor nacionalista y fervor religioso. Una de las razones fue que en 1853 se cumplían cuatro siglos de la Caída de Constantinopla en manos turcas. En la guerra de Crimea (1853–56), Francia y Gran Bretaña se pusieron del lado de Turquía para impedir cualquier intento ruso de tomar el imperio Otomano. No contentos con ello impusieron un bloqueo a los puertos griegos durante la duración del conflicto para evitar que Grecia pudiera ofrecer ayuda a Rusia. Muchos intelectuales griegos que hasta entonces habían estado satisfechos de ver a Grecia como parte de Europa occidental se dieron cuenta de que además de la lengua el principal elemento de la identidad nacional era la religión ortodoxa y de que la protestante Inglaterra y la católica Francia habían formado una alianza impía con los musulmanes otomanos para combatir a los ortodoxos rusos.
En la misma época los dos polos históricos de la identidad griega; a saber: la tradición ortodoxa moldeada por Bizancio y el legado de la Antigua Grecia promovido por la Ilustración; que con anterioridad habían sido considerados mutuamente excluyentes, pasaron a ser considerados las fuentes gemelas de la legitima existencia nacional de la Grecia moderna.

La evolución lógica es que el estado sea considerado un recurso por quienes lo controlan y que aparezca la tentación de excluir de sus ventajas a los que quedan fuera.

Para 1853 el ambiente ideológico había cambiado. La lucha por la independencia política del imperio Otomano había sido superada por la Megali Idea [Gran Idea] expresada por primera vez por Ioannis Kolettis en 1844.
Cuando el nuevo estado griego alcanzó su independencia alrededor de 1830 tenía unos 800.000 habitantes, una cifra que representaba solo una cuarta parte del total de la población griega en Oriente Próximo. Los restantes vivían en el imperio Otomano o en el protectorado griego de las islas Jónicas. El objetivo de la lucha nacional era consolidar el estado y expandirlo incorporando a los griegos irredentos.

La Gran Idea se originó a partir de la coexistencia, dentro del estado griego, de «autóctonos» (griegos de dentro de las fronteras del estado) y «heteróctonos» (griegos de otros lugares). Tuvo mucha recepción la idea de que aquellos griegos que habían llegado al país desde otros lugares tras la Guerra de Independencia debían ser excluidos de la ciudadanía griega y prohibírsele ocupar cargos públicos. Tras el éxito en 1843 de la revolución que pedía un gobierno constitucional los debates en la asamblea encargada de redactar la constitución vieron una larga discusión respecto a si los futuros parlamentarios debían ser originarios de los distritos electorales que representaban. La disputa resultante ha sido descrita como una «crisis de identidad» de la sociedad griega. Entre los miembros que habrían de quedar excluidos de la asamblea por esta disposición estarían Kolettis, médico de origen arumano de Syrrako (Epiro), que había sido médico de Ali Pasha de Ioánina y posteriormente embajador griego en París. La disposición se aprobó aunque se hizo una excepción para Kolettis y algunos otros heteróctonos. El debate destacó el conflicto entre dos visiones opuestas de la identidad griega: identidad estatal e identidad étnica.

Esto de la identidad étnica suena un poco más primitivo que identidad nacional pero en griego quizá no… hace poco tuve que enviar una carta a una calle que se llamaba Ethnikis Antistaseos. Hay muchas que se llaman así en Grecia. Me entró la curiosidad por saber qué quería decir: significa «resistencia nacional».

No se me ocurren demasiadas similitudes entre la situación del griego y otras lenguas nacionales europeas. En algún lugar del libro se dice que el mito fundacional del griego moderno es la pureza mientras que el del francés es la claridad (y que por ella se separa del latín). Todas las lenguas neolatinas se han separado del tronco del latín y sus hablantes no sentimos el peso de ese legado del modo en que los griegos llevan el suyo. Del mismo modo que puede haber griegos que crean que su lengua es la de Demóstenes en el País Vasco hay muchos que creen que el castellano desciende del latín pero que el vasco ha sido siempre igual y la falta de registros arcaicos favorece esa ilusión. El vascuence tiene también registros en dos niveles uno con vocación étnica y otro con vocación nacional y en tanto esta diglosia queda oscurecida por la más importante que se da en el país no queda claro si seguirán en equilibrio o si alguno prevalecerá.

Todavía hay mucha historia que contar. A principios del siglo XX había más griegos en Constantinopla que en ninguna ciudad de Grecia y tantos en Esmirna como la población total de Atenas. Los intercambios de población entre Grecia y Turquía de 1922-23 todavía se hacen teniendo en cuenta la religión en vez de la lengua. Para la próxima tengo anotadas varias biografías heterodoxas que, al no encajar con el proceso nacionalizador, ilustran su contingencia.


Lecturas veraniegas

22/08/2021

El balance del par de semanas de tórrido verano ibérico quedó en el ascenso a una fortaleza mora y otro más a una cascada, un recorrido por un campo de batalla del XIX, unas cuantas siestas escapando de las moscas, la convicción de que no debemos bajar a España en agosto y la lectura de estos cuatro libros que andaban por allí abajo. Al igual que en 2020, demasiado sobre el embrollo catalán. No sé ni por qué me hago mala sangre leyendo estas cosas.

  • «Barretinas y estrellas» de Albert Soler. Este es uno de los libros sobre el malhadado proceso que todos conocemos. La portada y el título ya son meritorios. Me gustan mucho los artículos de este escritor de Gerona del que diré que me parece que tiene mucho mérito escribirlos desde aquella provincia, piso piloto del poder etnicista regional.
  • «Dolça Catalunya» VV.AA. El libro del famoso blog con canal de vídeo y presente en las redes sociales. Está repleto de direcciones URL así que probablemente se pueda acceder a aproximadamente el mismo contenido a través del teclado y la pantalla. A grandes rasgos diré que la crítica moral del nacionalismo (o la racional de la religión) es un admirable ejercicio aunque fútil.
  • «Gracias por el fuego» de Mario Benedetti. Una vez intenté resumir la poesía de Benedetti en un tuit. En cuanto a la prosa, hace muchos años un tipo que conocía me prestó Primavera con una esquina rota y acabó de etarra y algunos años antes de que eso ocurriera ya vi en aquel libro mucho de querer acabar así. Este otro, sin ser gran cosa, me parece mucho más inofensivo.
  • «Feria» de Ana Iris Simón. El celebrado libro de la temporada contra el que se han encabronado posmodernos, podemitas, animalistas y peña que quiere que nos invadan los talibanes en general. Un libro de lazos familiares anclado en el terreno y en la realidad, a diferencia del debate político que se nos suele ofrecer. La discusión  sobre si la vida (entendida como alcanzar un empleo y una vivienda y fundar una familia) es más fácil o más difícil para la generación joven de la actualidad que para las de hace unas décadas es interesante. Las propuestas para mejorarla no suelen estar en el orden del día de los partidos políticos y los medios de comunicación así que simpatizo con la autora y me gusta que dé ideas aunque algunas de las propuestas que hizo en el famoso discurso frente a Sánchez me parecieran negativas o contraproducentes.

Me gustaría decir más, sobre todo de este último libro, pero de momento lo dejaremos así.


Las lanzas coloradas

15/09/2020

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Una serie de casualidades me puso en la pista de Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri (1906-2001), novela cuyo título no recuerdo haber oído hasta hoy. Primero estuve hablando bastante rato con una compañera venezolana, ya después del trabajo y por casualidad me encontré un artículo sobre la independencia de su país y quise saber quienes son o fueron los mantuanos. Así descubrí que tanto Las lanzas coloradas (1931) como Los amos del valle (1979) de Herrera Luque son novelas en las que aparece representada esta clase social. Algo más tarde encontré en redes sociales el alegato de una dama contra el uso político feminista de la lengua. Esta señora se revindicaba en una educación tradicional que incluía el haber leído la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y la novela que nos ocupa y que esta misma tarde me he visto impelido a leer.

Si mi ignorancia no fuera compartida creo que es una obra que debería tener mayor reconocimiento en España. Acaso lo tenga en Venezuela. Una novela de unas 160 páginas ofrece la extensión ideal para afrontar con alumnos de secundaria algunos de los temas clave de nuestra historia compartida.

Por ejemplo este párrafo como de inicio de saga en el que ni de color negro ni rosado se despliega la historia que ha sido llamada conquista, encuentro e invasión y que no es sino la epopeya de la creación de nuestra América:

Cuando la tierra de Venezuela era sólo selva intrincada y llanura árida, comenzaron a abrir el camino del hombre los encomenderos.
Eran duros, crueles, ásperos, ávidos de oro, y, sin embargo, también como iluminados de una divina misión.
De España llegaban los galeones lentos que aran el mar y en la primera costa se dispersaban como un vuelo de pájaros altaneros.
Fueron tiempos heroicos. Íbanse unos a Coro a establecer su solar, otros se quedaban en una sierra de la costa, otros llegaban a Cumaná, algunos penetraban hacia el centro, y todos adquirían su encomienda de indígenas, erigían una horca, fundaban una ciudad, y con los indios indolentes se daban a romper la tierra virgen para buscar oro o para sembrarla.
Algunos se quedaban en las guarniciones, a algunos mataban las flechas o las fiebres, alguno envejecía pobre soñando con una expedición a El Dorado fabuloso.
Entre ellos vino don Juan de Arcedo, matachín, jugador y arrogante.

Ayer mi hija me había informado de que los tigres son más grandes que los leones y sólo pude contrarrestar su superioridad en ese campo con el dato de que cuando los españoles llegaron a las Américas (donde no había tigres) utilizaron ese nombre antes de adoptar los de los indígenas para referirse no sé si al jaguar o al puma. Un párrafo bello:

Salió de hondas mesetas, pasó tierras interminables, en las que los árboles no deja entrar el sol, montañas de sombra verde. Vio pájaros como joyas, parásitas gigantes, tigres de seda amarilla, venados blancos. Atravesó llanuras, sin ver en días enteros otra cosa que la llanura desnuda. Cruzó ríos anchos como el mar, donde duermen todas las lluvias. Bajo sus pies, el mundo daba vuelta. Venía de lejos.

El momento histórico de la independencia de las colonias americanas contiene todo tipo de elementos de state-building y nation-building. Hubo una reflexión del protagonista Fernando Fonta en la que parece que Uslar Pietri quisiera adelantarlo dos siglos a la noción de «comunidad imaginada» de Benedict Anderson:

– ¿Dónde queda Aragua?
– En la provincia de Caracas, de la Capitanía General de Venezuela.
– ¡No! No en la Capitanía General, sino simplemente en Venezuela.

Venezuela es su patria, y por ella está obligado a dar su sangre. Todos los hombres que han nacido sobre este territorio son sus hermanos, y por el bienestar de ellos está obligado a batallar; y todos los hombres que han nacido fuera del territorio son extranjeros y no deben tener mando ni intervención sobre esta tierra que es nuestra.

Aquellas palabras lo arrancaban del círculo de sus pensamientos ordinarios. Sabía que la tierra de «El Altar» era suya, pero nunca llegó a pensar que entre él y toda la extensión que el nombre de Venezuela abarca pudiera existir un nexo, un nexo tan profundo como para obligarlo a dar su vida.

Era un sentimiento un poco confuso, pero en cierto modo agradable. Todos los hombres que en ese instante nacían sobre aquella tierra, que sólo conocía en escasa parte, estaban ligados a él y trabajaría gustoso por ellos aun cuando no llegara a conocerlos nunca.

Eso era la patria. La sangre de los hombres une y amasa la tierra vasta y dispersa. La une y la hace tierna como carne.

Acababa de atraparlo una súbita atadura. Empezaba a hallar diferentes los hombres que lo rodeaban; le parecían de pronto cambiados, transfigurados, ungidos de fraternidad ciega.

Acababa de nacerle una porción gigantesca del sentimiento. Hubiera querido besarlos a todos, demostrarles de un modo desusado la sinceridad de su emoción.

Y por contraposición a la visión romántica, una mucho más material de la idea de patria y bastante más realista sobre lo que son las guerras civiles y las de liberación. Este fragmento me parece especialmente recomendable en el día que un vicepresidente del gobierno de España ha mostrado su ignorancia militante sobre otra guerra más reciente en la que también pasaron estas cosas:

Campos mandó hacer alto y destacó un hombre para allegar informes. Aún no había decidido su conducta. Hasta ese instante había obrado sin recapacitar. Sólo sabía que iba para la guerra. Pero aún ignoraba si sería realista o republicano.

Mientras regresaba el emisario, llamó a uno de sus oficiales:

– Mira, Natividad; ven acá.
– A la orden, jefe
– ¿Qué te parece esta vaina?
– ¿Cuál?
– ¡Guá! Ésta de habernos alzado.

Natividad temía responder algo que estuviera en desacuerdo con el pensamiento de Campos.

– Muy bien hecho. ¿Hasta cuándo íbamos a aguantar?
– Ahora estamos arriba, Natividad.

Los de abajo, que se acomoden.

El otro rió con malicia; rieron los dos, celebrando sus ideas siniestras.

– Bueno, Natividad. Pero tú no has pensado una cosa. ¿De qué lado nos vamos a meter?
– ¿Cómo, de qué lado?
– ¡Guá! De qué lado? Si nos hacemos godos o republicanos

Natividad guardó silencio un instante.

– Bueno, mi jefe, ¿y qué diferencia hay?
– ¡Mucha! ¡Cómo no! Tú no ves: los godos tienen bandera colorada y gritan: «¡Viva el rey!».
-Eso es.
-Mientras que los insurgentes tienen bandera amarilla y gritan: «¡Viva la libertad!»
-¡Ah, caray! ¿Y qué escogemos?

Otro de los oficiales, Cirilo, que había estado oyendo, se aproximó

-Nadie me ha llamado, pero yo voy a meter mi cuchara. Ésas son tonterías. ¿Qué nos ofrecen los insurgentes? ¿Libertad? ¡Ya la tenemos!
– Eso también es verdad -comentó Natividad
– ¿Y la patria? -agregó riendo Presentación Campos.
– ¡Qué patria, ni qué patria de mis tormentos! ¿Qué me ha dado a mí la patria? Eso es para asustar a los muchachos. Si usted me permite le hago una comparación.
-Echala.
-Ahí va, pues. A mí, eso de la patria me suena lo mismo que eso del amor. ¿Usted no ha visto por ahí, pues, esas gentes que se enamoran, y andan suspiro y suspiro y no consiguen nada? Pues, lo mismo. La patria es un puro suspiro. No hay que enamorarse, sino barajustarle a la mujer.

Todos rieron estruendosamente celebrando la comparación.

– ¡Ah, hijo e puya este Cirilo!
– Por mi parte -dijo Natividad-, yo creo una cosa. Los godos tienen mucho tiempo mandando y ya están ricos y buchones. Con ellos se puede conseguir algo. Mientras que los insurgentes están más arrancados que un huérfano. Con esa gente no se consigue sino hambre.

A esta razón regresó el hombre destacado para espiar. El pueblo no tenía guarnición, las gentes eran pocas y desarmadas, y había una pulpería con muchos víveres.

Después de oír los informes, Campos se acercó al grueso de su gente.

-Bueno, pues, muchachos. ¡Vamos a ver si es verdad! Ahí está ese pueblo, desarmado y con bastantes cosas.

Cuadren el círculo los defensores de las identidades oprimidas. Presentación Campos era un esclavo que acaba de emanciparse, pero ya ha perpetrado violencia de todo género y acciones de las más innobles que uno pueda imaginar, lucha contra la independencia del país, pero la independencia del país son los intereses de la clase criolla que quiere mantener la esclavitud. Así las guerras civiles.

 

 


Hambruna roja

29/08/2020

Red Famine 1933

Con intención de dejar aquí unas cuantas notas he estado revisando este libro que leí hace un tiempo: «Hambruna Roja» de Anne Applebaum, a quien le había leído ya otro que tiene sobre el Gulag. Basándome en anteriores lecturas aquí destacadas diré que: Red Famine: the crossover in which Anna Reid meets Martín Caparrós.

Antes de nada quisiera dejar mi impresión sobre la hambruna en la Unión Soviética (no sólo en Ucrania) en 1932-33 y anteriores (1919, 1927). Estos hechos históricos terribles son bastante desconocidos en Europa occidental seguramente debido a que en nuestro contexto importan bien poco y porque en el contexto de Europa oriental (donde sí que son relevantes) se da lo que últimamente se denomina una «batalla por el relato» en la disputa sobre si la hambruna ucraniana constituye o no un genocidio. Este episodio ha quedado muy enterrado en ls libros de Historia por las atrocidades de la subsiguiente Guerra Mundial, el muro de silencio soviético y la política de bloques. Incluso mientras se estaba produciendo planteaba muchas razones de conveniencia política:

En 1933 el problema para la Iglesia no eran las pruebas sino la política – una facción quería enviar una misión de ayuda contra la hambruna a la URSS, otra predicaba la cautela diplomática. El argumento favorable a la cautela fue el que se impuso. Aunque el Vaticano continuó recibiendo información sobre la hambruna, en general la Santa Sede siguió en silencio. Entre otras cosas, la victoria electoral de Hitler en enero de 1933 planteaba una trampa política: la jerarquía temía que si se usaban palabras duras sobre la hambruna soviética parecería que el Papa estaba favoreciendo a la Alemania nazi.

A estas alturas dada la lejanía temporal y la destrucción de pruebas se utiliza el exceso sobre la mortalidad esperable (con el que nos hemos familiarizado en tiempos del covid) para intentar conocer las cifras reales de muertes. En la bibliografia se cita un estudio sobre variaciones regionales de Oleh Wolowyna que en el momento de escribir el libro no estaba publicado aún, pero que creo se publicó en 2016.

Aplicar los nuevos métodos estadísticos a Rusia también resulta revelador. Demuestran que en general la hambruna afecto muchísimo menos a dicha república que a Ucrania, con un promedio del 3 por ciento de «mortalidad excesiva» en la Rusia rural frente al 14,9 por ciento de la Ucrania rural. Solo unas pocas regiones rusas se vieron afectadas por los mismos patrones de hambruna que se dieron en Ucrania: la región alemana del Volga, la región de Sarátov, Krasnodar y el Cáucaso septentrional tuvieron tasas de mortalidad muy elevadas en la primera mitad de 1933, que coinciden con las decisiones políticas tomadas en aquel verano. Pero incluso en esos casos las cifras totales de «mortalidad excesiva» fueron más bajas que las correspondientes a las regiones más afectadas de Ucrania.

Anne Applebaum tiende a tomar partido por la idea de que fue un episodio histórico generado en mayor medida por acciones humanas que tenían intenciones políticas claras entre las cuales la destrucción del nacionalismo o la nacionalidad ucraniana era acaso la más importante mientras que otros autores conceden más relevancia a los factores coyunturales, a la incompetencia y a un fanatismo no de tipo nacionalista o imperialista ruso sino comunista, a la vez que consideran que la cuestión nacional ucraniana no es la principal. Mi lejanía con la región me impide decantarme del todo. El libro, que es valioso en muchos sentidos, no me ha acabado de convencer de su tesis fuerte. Debe de ser que estoy vacunado contra el victimismo nacionalista.

Entre lo que escriben el cónsul italiano en Járkov y el diplomático alemán en Moscú tiendo a considerar  más potente la explicación del segundo sea por formación marxista, por prejuicio antinacionalista, por desconocimiento de las relaciones entre rusos y ucranianos, por la perspectiva histórica de que el imperialismo tiene efectos agridulces mientras que el comunismo siempre es un fracaso o por lo que sea:

El desastre actual llevará a que Ucrania sea colonizada por rusos. Transformará el carácter de Ucrania. En el futuro próximo no habrá razón para hablar de Ucrania o del pueblo ucraniano. Simplemente ya no habrá «problema ucraniano» del que hablar cuando Ucrania se convierta en parte indistinguible de Rusia. (Sergio Gradenigo)

Entonces teníamos la impresión de que las autoridades se abstenían deliberadamente de ayudar a la población damnificada, excepto a quienes estaban organizados en granjas colectivas, con el objetivo de demostrarle al campesino recalcitrante que morir de hambre era la única alternativa a la colectivización. (Gustav Hilger)

Aquí me surge de modo inevitable la necesidad de buscar comparaciones tanto históricas como de uso político entre la gran hambruna de la patata irlandesa de 1846-1848 (que algunos han llamado Gorta Mor seguramente para disponer de un término excepcional equiparable a Shoa u Holodomor) y la hambruna ucraniana de 1933 por el efecto que ambos procesos tienen en la mentalidad colectiva de irlandeses y ucranianos. Es importante tener en cuenta que incluso en el caso de que la opresión nacional no fuera causa de las hambrunas el hecho de que importantes sectores de esas sociedades así lo consideren hace que el fenómeno tenga una importancia autónoma (en el mismo sentido en que la religión es importante independientemente de la existencia de las deidades).

Una vez dicho esto puedo anotar este intento de la autora de vincular nacionalismo y producción de cereal, ya que me interesa la cita de Kalinin:

Visto a una gran distancia en el espacio y el tiempo, el problema de la aspiración nacional ucraniana puede parecer bastante diferente del de la resistencia al acopio soviético de cereal. El primero estaba relacionado con intelectuales, escritores y otras personas que sentían una fidelidad imperecedera a la idea de Ucrania como Estado independiente o semiindependiente. La otra cuestión afectaba a los campesinos que teían caer en la pobreza a manos de la Unión Soviética. Pero hay muchísimas pruebas de que en la década de 1920 los dos asuntos acabaron correlacionados, al menos en la mente de Stalin y de la policía secreta que actuaba a sus órdenes.

Como es sabido, Stalin había relacionado de manera explícita la «cuestión nacional» con la «cuestión campesina» en más de una ocasión. En su famoso discurso de 1925 había afirmado que «los campesinos conforman el ejército básico del movimiento nacional; que sin este ejército campesino no hay ni puede haber un movimiento nacional potente». En el mismo discurso también reprendió a un camarada por no tomarse en serio esa peligrosa combinación, por negarse a ver el «carácter profundamente popular y profundamente revolucionario» del movimiento nacional. A pesar de que no mencionó a Ucrania en concreto, esta era la república soviética con el mayor movimiento nacional y con el mayor número de campesinos de la época, como Stalin bien sabía

Incluso en sus comentarios teóricos, utilizando otras palabras, aludía al peligro de los ejércitos de campesinos unidos tras una bandera nacional. Su camarada bolchevique Mijaíl Kalinin llegó a la misma conclusión, a pesar de que Kalinin también abogaba por la misma solución que habían ofrecido los defensores de la colectivización: convertir a los campesinos en proletarios para que perdieran su apego a un lugar o una nación en concreto: «La cuestión nacional es puramente campesina […] el mejor modo de eliminar la nacionalidad es una fábrica enorme con miles de trabajadores […] que, como una piedra de molino, muele todas las nacionalidades y crea una nueva, el proletariado universal».

En resumen, que aunque el libro no me haya convencido del todo, ofrece una buena serie de ejemplos dramáticos sobre el horror del totalitarismo, la ineficacia, el hambre, la muerte, el canibalismo, la rapiña y la falta de humanidad para comprender algo que mediante su presencia en forma de memoria colectiva sigue formando parte de un proceso en curso en el conflicto por Crimea, la guerra del este de Ucrania y la dirección geopolítica que este país habrá de seguir.

El libro ofrece tanto pequeños datos (aquí descubrí la categorización kulak-seredniak-bedniak) como grandes historias, por ejemplo la contraposición entre lo que para dar a conocer la situación al mundo escribieron Walter Duranty y Gareth Jones (al galés le han hecho una película recientemente) o el fusilamiento de los responsables del cénso soviético de 1937 entre tantos actores políticos purgados en aquella década. Hay biografías interesantes de la política ucraniana de los años treinta que revisar (Jiloví, Srkypnyk, Grushchevski, Kosior, Potyshev) ya que no destacan tanto cuando se estudia la historia soviética en general.

Acabo con un anacronismo intersante que conecta con la historia española es el uso por parte de la autora de la expresión «quinta columna» en la siguiente frase:

Así pues, la «quinta columna» que tantas veces había descrito el OGPU fue eliminada para siempre de la región fronteriza

Es sabido que la expresión fue acuñada por Mola (otras fuentes dicen que por Varela) en 1936, por lo que los términos literales que el OGPU (1922-1934) usara tuvieron que ser necesariamente otros.

Harvest of Despair (1933)


Dos libros sobre el embrollo catalán

15/08/2020

Acabamos de llegar a casa tras unos días de vacaciones en España adonde preferiría acudir en temporadas que no fueran estivales ni de pandemia. Las limitaciones al ocio causadas por la imposibilidad de salir en las horas centrales de los días de agosto las restricciones que imponen mascarillas, distancias y demás parafernalia y protocolo han permitido que leyera más de lo que uno acostumbra cuando está de viaje. Entre otras cosas, dos libros sobre el problema catalán por antonomasia que, como se alinean muy bien con mis prejuicios personales y mi toma de partido contra los etnicistas, me han parecido muy bien sin que por el camino haya aprendido demasiado aunque me haya enterado de unas cuantas cosas.

La telaraña

La telaraña de Juan Pablo Cardenal que como su subtítulo indica trata «la trama exterior del procés«. Supe de este libro por una entrevista que hizo al autor Federico Jiménez Losantos. Es un texto que trata la última (o seguramente penúltima) intentona separatista de la que se podría decir que transcurrió entre 2012 y 2017 pero que en la práctica sigue vigente. La muy eficiente labor de comunicación del separatismo en el extranjero en una etapa en la que el gobierno de España encabezado por Mariano Rajoy prefirió no hacer nada. Si bien se centra en la época del llamado prusés tiene un recorrido más largo, al menos desde lo que se ha conocido como «programa 2000» de Pujol. Más fascinante aún que las andanzas del separatismo es la inoperatividad del estado y de los partidos que se han turnado en su manejo. Muchos se preguntarán quién es Carmen Martínez de Castro, pero realmente es como para considerar que se trata de graves fallos del sistema y no de quienes lo controlan.

PSC traicionero

PSC: Historia de una traición. La gran estafa a los votantes de izquierdas de Miquel Giménez cuenta lo que ha sido este partido amalgamado en el que unas elites regionales catalanoparlantes aportaron su partido diminuto y quedaron como cuadros mientras que el PSOE, la gran marca de la izquierda española puso los votos que mecánicamente habria de recibir de la gran masa de catalanes que provenían de otras regiones. Este fue un arreglo que pareció virtuoso durante varias décadas y es muy interesante la perspectiva del autor que muestra cómo funcionó desde dentro a lo largo del tiempo, incluido giro sorprendente de guión y fugaz conversión personal al separatismo. Realmente no sé si los votantes de izquierdas tienen derecho a sentirse tracionados por lo que ha hecho el partido PSC, al que yo definiría como «postpujolista moderado». Si se sienten traicionados en algo, no sé, pues que no les voten.


Un par de ideas llegadas de Kosovo

23/01/2019

This post was originally written in English here.

'Kosovo: A Short History' by Noel Malcolm

‘Kosovo: A Short History’ by Noel Malcolm

14-OCT-2009 Durante las vacaciones tuve la ocasión de volver a hojear este libro. Buscaba un par de ideas que me llamaron la atención la primera vez que lo leí. La primera de ellas tiene que ver con las reivindicaciones territoriales tanto de serbios como de albaneses en Kosovo pero también se puede considerar un pensamiento genérico sobre la condición humana y el nacionalismo :

Todos los orígenes acaban resultando misteriosos si nos remontamos a buscar lo suficientemente atrás en el pasado. Y cuando miramos a los orígenes más tempranos casi todos los pueblos parecen haber venido de algún otro lugar. Antes de embarcarnos en estas búsquedas de los orígenes sería bueno tener en mente unos principios calificativos. Primero, nunca se dirá demasiadas veces que las cuestiones de prioridad cronológica en la historia antigua (quién llegó primero) son irrelevantes sin más para decidir lo que está bien y lo que está mal en cualquier situación política contemporánea. En segundo lugar, los relatos de movimientos de antiguos pueblos o tribus dan una impresión engañosa cuando se los trata como si hubieran sido elementos unitarios con identidades inmutables que se movīan de lugar en lugar jugando al corro de modo etnohistórico. En muchos casos (como el de las migraciones de los francos en la Europa altomedieval) es la llegada de un pueblo a un nuevo territorio o sociedad lo que le confiere una identidad que previamente no tenía. Las identidades continúan desarrollándose a lo largo del tiempo: ‘Serbio’ era una etiqueta tribal en el siglo VI, no asī en el XVI por lo que tratar a ‘los serbios’ como una categoría inmutable es tan ridículo como tratar de encontrar jutos y anglos entre los súbditos de la reina Isabel I de Inglaterra. Y en tercer lugar, nunca debemos olvidar que todos los linajes de un individuo son mezclas, especialmente en esta parte de Europa. Si un serbio de hoy lee sobre la llegada de los primeros serbios puede que no se equivoque si supone que lee sobre sus antepasados pero no puede estar en lo cierto si imagina que todos sus ancestros se encuentran en esa población. Lo equivalente es cierto para los albaneses y, por supuesto, para cualquier otro grupo étnico de los Balcanes.

‘Kosovo: A Short History’ p. 22

Albanian population in the Balkans

Población albanesa en los Balcanes

La segunda idea no me pareció nada obvia. En nuestros tiempos damos por sentado que la identidad religiosa es una única etiqueta excluyente de las demás y que desempeña un papel similar en cierto sentido al de la identidad nacional. Podría incluso ser más excluyente aún dado que hemos conocido personas con doble nacionalidad, pero aunque el sincretismo es bastante habitual los sistemas de dobles creencias no se aceptan tan bien. Los heterodoxos se suelen considerar herejes. Hasta cierto punto así era también en la Edad Media, pero si hoy la religión es una etiqueta identitaria en un mar de escepticismo intelectual en el pasado fue magia en uno océano de credulidad. Así pues veamos como los habitantes de los Balcanes medievales mezclaban los diferentes ritos y credos.:

Francesco de Leonardis escribía tras una visita a Pec en 1645:

«Aunque muy están muy apegados a su propia liturgia, ni su clero ni sus legos muestra aquel odio por nuestras prácticas religiosas que tenía la Iglesia Griega original… En estos territorios no sólo visitan y frecuentan nuestras iglesias asistiendo a misas y otros servicios y escuchando los sermones, sino que también se arrodillan y reciben los sacramentos de nuestros sacerdotes quitándose el sombrero y observando muchos de nuestros ritos.

Leyendo este tipo de relato es siempre necesario tener en cuenta que la función principal de la religión para la gente corriente en este tipo de sociedad era casi marginal: la religión era un conjunto de prácticas para alejar el mal, curar enfermedades, asegurarse buenas cosechas, etcétera. (Entre los ortodoxos la unción era especialmente preferida para estos propósitos y, tal y como de Leonardis relataba en 1640, la usaban al construir una casa, al plantar un viñedo al celebrar una boda o para llevar a cabo cualquier otro ‘acto solemne’). En las zonas en las que se mezclaban dos o tres religiones obviamente la gente intentaba hacer uso de todas las formas disponibles de remedios y protecciones mágicamente eficientes. Por ejemplo, la tumba curativa del rey Esteban Dečanski en el monasterio de Dečani, la visitaban tanto católicos como ortodoxos y están documentados ejemplos de católicos adoptando otras prácticas religiosas ortodoxas.
Este sincretismo de ritos y creencias populares también llegaba a los musulmanes. La popularidad del bautismo cristiano entre ellos se debía a varias creencias: que les alargaría la vida, les protegería de ser devorados por los lobos, les protegería de las enfermedades mentales o  evitaría que oliesen como perros (una idea extraña pero muy extendida). El hecho de que se pudieran compartir tantas prácticas contribuye a explicar la habitual falta de hostilidad religiosa de la gente común a nivel personal. Tras su visita a Kosovo, Fray Querubín describió censurándola la práctica de los católicos que elegían padrinos musulmanes para sus hijos y que permitían a los musulmanes aplicar los santos óleos a sus propios hijos ya que habrían de protegerles de las enfermedades de la vista.»

‘Kosovo: A Short History’ pp. 129-130


Macedonia prenacional

22/01/2019

Lo de Sarajevo en 1914

He agarrado el The Balkans de Mark Mazower que leí el año pasado para un rápido intercambio tuitero a propósito del cambio de nombre de la República de Macedonia, que se supone que pronto será Macedonia del Norte.

El interés con que adquirí esta edición de bolsillo que acabé leyendo en el bus era el de averiguar cuánto podría aprender sobre una región relativamente extensa y compleja de Europa en un volumen de apenas 150 páginas. Mi suposición era que bastante poco y como en tantas otras ocasiones minusvaloré mi ignorancia.

Por ejemplo hay un capítulo, el segundo, dedicado a la situación de la zona «antes de la nación». Y tiene fragmentos bastante interesantes como el que lo inicia:

A principios del siglo XX los patriotas griegos y búlgaros luchaban por la lealtad de los campesinos cristianos ortodoxos de la Macedonia otomana. Resultó ser más difícil de lo que habrían podido esperar. Un activista griego lo describió así «Cuando llegué a Salónica la idea de los campesinos griegos y la gente sobre la diferencia entre la iglesia ortodoxa griega y los cismáticos búlgaros era bastante poco sólida. Me percaté de esto porque cuando les preguntaba a ver qué eran – Romaioi (griegos) o Voulgaroi (búlgaros) – se me quedaban mirando con cara de no entender nada. Se consultaban entre ellos para ver qué era lo que querían decir mis palabras y haciéndose cruces me respondían con ingenuidad: «Bueno, somos cristianos… ¿qué es eso de romaioi y voulgaroi

En otra parte del mismo capítulo se explica que la palabra romaioi (romanos, en el sentido de habitantes del Imperio Romano de Oriente) se utilizaba para describir a los griegos ya que la antigua palabra «helenos» había pasado a significar algo así como paganos. En otro párrafo del mismo capítulo se comenta que hasta el siglo XIX «turco» era una forma despectiva de referirse a los campesinos de Anatolia «ningún musulmán dice de sí mismo que es turco, llamárselo es un insulto».

El caso es que como explica el autor:

La indiferencia de los súbditos cristianos del Sultán ante las categorías nacionalistas refleja su sentido de pertenencia a una comunidad definida por la religión en la que las diferencias lingüísticas entre griegos y búlgaros importaban menos que su creencia compartida en el cristianismo ortodoxo. Estos encuentros marcaron el momento en que los heraldos del moderno concepto de política étnica llegaron al medio rural y se encontraron con un mundo prenacional.

Y esto queda ilustrado con la apatía que recibe como respuesta de los lugareños de los alrededores del lago Prespa un activista búlgaro llamado Danil que trataba de explicarles que siendo búlgaros deberían tener sacerdotes búlgaros y oír misa en esa lengua, a lo que ellos replicaban que muchos hablaban griego y que además la liturgia la conocían en griego. Para la frustración del militante las gentes del lugar ni sabían que eran búlgaros ni que deberían tener clero búlgaro. Ni les importaba.

Y esto me ha traído a la memoria un programa de la BBC que estuve escuchando unos días después de que Tsipras y Zaev llegaran al acuerdo que se ha llamado precisamente del lago Prespa. El mundo prenacional de identidades fluidas es complicado de entender para mucha gente desde uno en que el que ya están solidificadas. Macedonia era una zona de colisión y mezcla de culturas (no es por nada que el postre se llama así) e incluso a partir de 1913, una vez que las fronteras se consolidaron haciendo que las preguntas de los nacionalistas pasaran a ser comprensibles para los paisanos (y otras cosas como que los dialectos búlgaro y macedonio se consolidaran por separado) ha seguido habiendo eslavos y albaneses en la República Helénica (y el reportaje de la BBC trata entre otras cosas macedónicas de la exclusión de los primeros).

La próxima vez que me dé por traducir un par de párrafos de este libro introductorio será también sobre la fluidez de la identidad pero en el ámbito religioso, episodios parecidos a los que alguna vez copié de un libro de historia de Kosovo.


Un viaje por la historia de Ucrania

28/07/2018

Portada

Ese episodio del otro día con tropas griegas patrullando por Odesa durante la guerra civil rusa me ha recordado que tenía por leer un libro que compré diría que hace tres años, después de haber leído otro de la misma autora sobre el cerco de Leningrado. Se llama Borderland: A Journey through the History of Ukraine y como ya dije una vez borderland bien podría traducirse como extremadura. Lamentablemente el volumen no está en español ni he sido capaz de encontrar manuales de historia ucraniana que me hayan parecido solventes en nuestro idioma, así que me he puesto a leer en inglés con la intención de aprender y rememorar cosas de aquel viaje de 2010.

Eso sí, la primera versión del libro es de 1997 y la que tengo, de 2015 no es una edición revisada sino que a los diez capítulos originales (que yerran en varios de sus augurios) les han metido cuatro de propina para actualizar. A diferencia de otros países para los que una historia que llegara hasta finales del siglo XX reflejaría lo esencial, en el caso de Ucrania no es así y si no se cuenta lo que ha pasado desde la llegada de Putin al poder en Rusia y especialmente a partir de 2014, parece que no se entera uno de nada.

El libro de 1997 en vez de hacer un recorrido en orden cronológico presentaba una a una diversas partes del país para ilustrar procesos históricos de mayor calado. A mí me parece que peca un poco de la «enfermedad de la unidad de destino en lo universal», enfatizando los elementos que invitan a pensar en una etnogénesis ucraniana más sólida, separada y  distintiva con respecto a la formación de Rusia de la que a mí (en mi ignorancia) me parece intuir que pudo darse.

Aquí me he enterado de que Joseph Conrad, del que sí sabía que era polaco, nació en un lugar que hoy es parte de Ucrania, lo que parece no importar demasiado a los actuales habitantes ucranianos del pueblucho, como suele suceder. Como los grandes villanos de la historia de la zona son alemanes y rusos la tensión entre polacos y ucranianos se suele dejar pasar aunque no sea poca cosa.

A pesar de su antagonismo circunstancias históricas parejas empujaron a Polonia y Ucrania hacia estrategias de supervivencia parejas. Para los polacos del siglo XIX y para los ucranianos hasta 1991 la idea de nacionalidad tomó un significado religioso, casi metafísico. Del mismo modo que los ucranianos de la diáspora se consideran a sí mismos parte de Ucrania a pesar de haber nacido y crecido en Canadá o Australia los exiliados polacos del siglo XIX no se consideraban menos parte de Polonia por haber pasado sus vidas en París o Moscú. Sus países existían en una especie de hiperespacio mental independiente de banalidades tales como gobiernos o fronteras. «Polonia no se ha perdido aún» era el título de una marcha napoleónica, «Ucrania no ha muerto aún» el poco inspirador primer verso del actual himno ucraniano.

Hablando de la cuenca del Donetsk se dice que esta ciudad se llamó antes Yuzovka en honor al industrial minero galés John Hughes y que la palabra minero en ruso –shajtior– tiene un tono mítico (su equivalente ucraniano es shajtar, tal y como se llama el equipo de fútbol local). Veamos lo que decía la autora en 1997 de esta zona del país ahora convertida en la poco reconocida República Popular del Donetsk:

Para conservar su independencia Ucrania debe mantener contento al este rusófono que, densamente poblado y muy industrializado, tiene mucho que decir en el país. En las primeras elecciones tras la independencia fueron los votos orientales los que entregaron la victoria a Leonid Kravchuk, antiguo jefe del Partido ante Vyacheslav Chornovil, antiguo disidente y dirigente del movimiento independentista. En 1994 fueron los votos orientales los que echaron a Kravchuk, que para entonces era el niño bonito de los nacionalistas, favoreciendo a Leonid Kuchma, exdirector de una fabrica de misiles en la ciudad rusófona de Dnipropetrovsk. Curiosamente, el año anterior Kuchma había tenido que dimitir como primer ministro cuando miles de mineros del Donbass llegaron a Kiev pidiendo aumentos de sueldo. La peor pesadilla de los políticos ucranianos es el separatismo del Donbass, el temor de que un día Ucrania oriental quiera la autonomía o apueste por volver a unirse a Rusia.

Hablando de la batalla de Poltava (1709) se nos dice que en los noventa «descendientes de los soldados allí abandonados pueden verse ante la embajada sueca en Kiev para solicitar la ciudadanía de un país que sus antepasados dejaron tres siglos antes». No me parece que pueda haber tantos descendientes de suecos como para que ni en los peores momentos hubiera una cola más o menos permanente pero sí que recuerdo que antes de ir a Ucrania me sorprendió saber del pueblo de Gammalsvenskby donde algo de la cultura sueca ha sobrevivido durante muchas décadas casi en el mar Negro.

Como lo de cambiar nombres de calles es un tema muy hispánico, un fragmento sobre cómo se produjo en Odesa tras el fin del comunismo:

Más deprisa que ningún otro lugar Odesa se está desprendiendo de su monocromático barniz soviético para revelar la antigua identidad multiétnica que subyace. La calle de Carlos Marx ha vuelto a ser Yekaterniskaya; la de Lenin, Richelyevskaya; la de Karl Libknecht, Griecheskaya (griega). Babelya, que llevaba el nombre del gran novelista odesita Isaac Babel se ha convertido en Yevrevskaya (calle hebrea). Del mismo modo que fueron extranjeros quienes construyeron la ciudad son extranjeros los que le están volviendo a dar vida. Una empresa suiza ha reformado el antiguo y grandioso Hotel Londonskaya, que es ahora una de las guaridas preferidas de negociantes confabuladores. Unos chipriotas han abierto un casino en el edificio de la antigua bolsa de valores donde ahora trabajan croupiers de Liverpool y son italianos los que han renovado el puerto desde el que pequeños comerciantes y prostitutas recorren de nuevo las antiguas rutas que van a Haifa, Alejandría o Estambul.

Odesa es una ciudad sobre la que me gustaría saber más cosas. La autora dice que fue fundada por un mercenario hiberno-español (o hispano-irlandés que tanto monta). No puede ser otro que José de Ribas, pero no le he encontrado la conexión irlandesa y el apellido Boyons no me parece prometedor. Tampoco encontré nada sobre las tropas griegas (en apenas dos líneas dedicadas al episodio sólo se habla de los franceses). Eso sí, por fin me ha quedado claro que el Duque de Richelieu cuya estatua está al final de la mítica escalera era sobrino nieto del famoso cardenal. Me hace falta un buen libro con la historia de Odesa.

La perspectiva rusa de las cosas está basada en la escasa entidad o importancia de la identidad y la lengua ucranianas:

La rusificación no se dio sólo en Ucrania. La sufrieron todas las naciones del imperio tanto bajo el zarismo como bajo el comunismo. Sin embargo, la rusificación se dio con mayor determinación y éxito en Ucrania que en ningún otro lugar. En primer lugar Ucrania se unió al imperio más temprano: Las tierras ucranianas al este del Dniéper fueron a Rusia en 1686, Estonia y Letonia fueron conquistada veinte años después, el Cáucaso y Finlandia no lo fueron hasta finales del siglo XIX. Ucrania fue para Rusia lo que Irlanda y Escocia fueron para Inglaterra – no una posesión imperial como Canadá y la India, sino parte del centro irreductible. De ahí que el comentario (probablemente apócrifo) de Lenin de que “perder Ucrania sería perder nuestra cabeza” y el sueño de nacionalistas románticos como Solzhenitsyn de que Rusia, Ucrania y Bielorrusia un día volverán a unirse.

En segundo lugar, los rusos consideraban y aún consideran a los ucranianos como una subespecie de rusos antes que nada. Cualquier diferencia que existiera entre ellos seria la obra artificial de los pérfidos papistas polacos, que en la imaginación rusa actual han sido sustituidos por la intromisión de Occidente en general. En lugar de atacar a los ucranianos y a la identidad ucraniana como algo inferior lo que los rusos hacen es negar su existencia. Los ucranianos son una “nación no histórica”, el idioma ucraniano un dialecto de broma, Ucrania misma una Atlántida -una ensoñación legendaria de ciertos intelectuales ucranianos” en palabras de un parlamentario de Donetsk. La proximidad de las culturas rusa y ucraniana, la sutileza de las diferencias entre ellas es algo irritante. La razón por la que los lituanos y los kazajos rechazan considerarse rusos es perfectamente obvia pero que los ucranianos quieran hacer lo mismo es simplemente indignante.

El Edicto de Ems:

En 1876 la rusificación alcanzó su culmen mediante el Edicto de Ems. Mientras tomaba las aguas en esa ciudad balnearia alemana, Alejandro II firmó un decreto que prohibía la importación y publicación de libros y periódicos en ucraniano así como todo tipo de conciertos, conferencias y espectáculos en ucraniano y toda la educación en ucraniano incluida la preescolar. Los libros en ucraniano serían eliminados de las bibliotecas escolares y los maestros ucraniófilos transferidos a la Gran Rusia. Durante las epidemias de cólera incluso los avisos sanitarios se pondrían sólo en ruso.

Entre las cosas leopolitanas y en general de la otrora multiétnica Galizia oriental me sorprende esta anécdota que si ya sería rara en los noventa del s XX hoy en día debe de ser imposible:

De todos los gobernantes de Lviv son los austriacos los únicos por los que los ucranianos retienen algún tipo de afecto. Todavía puede encontrar uno ancianos que silban la marcha «Ich hat’ einen Kameraden» (Yo tenía un camarada) y babushkas que cuando se les pregunta la hora responden «¿la vieja o la nueva?» ya que sus relojes están aún puestos a la hora oficial en tiempos del benigno y patilludo emperador Francisco José.

Aquí gracias a un fragmento de la Baedecker me he enterado de que la colina de las ruinas del gran castillo leopolitano por donde subimos años ha (Vysoky Zamod) se llamó en sus tiempos Franz-Josef-Berg. Veamos un chiste austrohúngaro de finales del siglo XIX:

Un policía para a un socialista polaco que va a cruzar la frontera de Galitzia. Cuando le pregunta a qué se refiere cuando habla de «socialismo» el polaco responde «es la lucha de los trabajadores contra el capital» a lo que el policía replica «En ese caso puede usted entrar en Galitzia ya que aquí no tenemos ni de lo uno ni de lo otro».

Era la región más pobre del imperio austrohúngaro, lo cual supuso muchas cosas:

Para muchos la ruta de escape fue la emigración. En los veinticinco años anteriores a la Primera Guerra Mundial más de dos millones de campesinos tanto ucranianos como polacos abandonaron Galitzia. De ellos unos 400.000, que suponían el 5% de la población de la provincia lo hicieron en 1913. Unos fueron a las nuevas fábricas de la Silesia polaca y otros a Francia o Alemania pero la mayoría embarcó hacia Canadá o los Estados Unidos fundando la diáspora ucraniana en Norteamérica que a día de hoy está conformada por unos dos millones de personas.

Identidad nacional a la carta, que también es una cosa muy española:

Para los habitantes de Ucrania con estudios la identidad nacional era una cuestión de gusto personal. En muchas familias hubo individuos que se convirtieron en prominentes ucranianos mientras que otros seguían considerándose a sí mismos rusos o polacos.

La primera gramática ucraniana apareció en 1818 (su compilador creía que estaba registrando un dialecto en extinción) y el primer diccionario breve en 1823:

El ucraniano está aún en estado de flujo. El vocabulario técnico está subdesarrollado y necesita tomar préstamos a mansalva del alemán y del inglés (de cualquiera menos del ruso). También hay variaciones entre el ucraniano influenciado por el ruso de las provincias centrales y el influenciado por el polaco de Galitzia, que fue anatemizado por los soviéticos como nada ucraniano sino una forma bastarda de polaco. Un amigo ucraniano que creció cerca de Lviv recuerda que en la escuela le decían que «el idioma que hablamos es impropio, muy malo, incorrecto, un tipo de dialecto…. y que en algún lugar existe el ucraniano correcto pero que es diferente, no el que hablamos, claro.»

A continuación dejo apenas tres datos sobre tres momentos históricos pero cuya la magnitud se debe tener en cuenta por los millones de de seres humanos a las que afectaron:

La Gran Guerra:

En el momento en que se declaró la guerra en julio de 1914 los ucranianos se encontraron divididos en dos ejércitos opuestos: tres millones y medio de soldados en el ruso y un cuarto de millón en el ucraniano.

La hambruna de 1932-33

Con más muertos que todos los de la Primera Guerra Mundial en todos los bandos juntos la hambruna de 1932-33 fue y aún es una de las atrocidades de la historia humana de la que menos se ha informado, un hecho que contribuye poderosamente al persistente sentido de victimización ucraniano.

La Segunda Guerra Mundial:

En los meses finales de la guerra miles de prisioneros fueron empujados hacia el oeste en marchas de la muerte similares a las de los campos de concentración. En total, de los 5,2 millones de soldados soviéticos hechos prisioneros por Alemania durante la guerra dos millones están registrados como muertos en campos y otro millón trescientos mil cae en la categoría de «huidas, exterminaciones, no contabilizados, muertes y desapariciones en tránsito. Tomando la cifra más conservadora de dos millones de muertes los campos de prisioneros del Frente Oriental causaron un tercio de las muertes de las que causó el Holocausto.

Tras mucho hablar sobre Chernóbil y el fin del comunismo el libro de 1997 se cierra con una serie de conjeturas sobre el futuro de las cuales la que más me divierte es esta, de un analista de Reagan:

«Hay una historia de Turgenev» dice «un hombre está tumbado al sol en la hierba. Una campesina llega y le trae pan y leche. Piensa para sus adentros – «¿Para qué necesitamos Constantinopla?» Rusia está así ahora con respecto a lugares como Crimea.

Dejo los cuatro capítulos agregados y que cubren (1997-2015) para comentarlos tras una relectura. Muchas cosas han cambiado en el mundo desde el 97, seguramente en Ucrania más que en ningún país de Europa occidental. Entre las pequeñas pude ver en Leópolis hecha realidad la estatua de von Masoch que se había propuesto y Kirovogrado se llama Kropyvnytskyi. Entre las grandes las hay que van muy despacio, y otras que llaman más la atención como todo aquello de la revolución anaranjada, pero sobre todo la guerra que se inició en 2014 y la pérdida de Crimea. Ahora se ha dejado de poner el foco en aquella parte del mundo pero aún hay mucho por escribir.


¡Viva Tabarnia!

06/05/2018

El Presidente de Tabarnia

Me trajeron este libro de España. Se lee muy deprisa. Más que un libro es la transcripción de las reflexiones de Albert Boadella durante una varias conversaciones. Hay bastante más elaboración sobre cómo se ha llegado a la situación actual en Cataluña que sobre el proyecto de Tabarnia, pero aprovecho el título del libro para dar un par de ideas respecto de lo último.

Hace cosa de un año (o sea antes de que la idea de Tabarnia surgiera con fuerza en los medios) tenía yo un texto medio preparado, con mapa y todo y con un planteamiento bastante similar. Creo que en general todos somos bastante incapaces de encontrar ideas políticas que llamen a pensar al adversario y Tabarnia lo hace. La idea de Tabarnia es un espejo meritorio para quienes plantean que el derecho de secesión es democrático y se puede plantear en cualquier ámbito. Lógicamente si Cataluña se puede segregar de España con el 50% + 1 de los votos, a su vez habrá zonas de Cataluña que podrán hacer lo propio. No va a ser Cataluña una unidad de destino en lo universal. A ver si España se va a poder romper con votos y no la provincia de Barcelona.

A diferencia de los mapas que veo de Tabarnia en mi idea de por entonces la continuidad territorial era esencial, por lo que un corredor litoral desde la desembocadura del Ebro hasta las zonas más pobladas de Cataluña (en principio hasta Blanes) habría sido parte necesaria de la Cataluña leal. También el valle de Arán y la ciudad de Lérida, pero como tras las guerras todas estos cambios cartográficos son negociables y cromos a cambiar por otras cosas . Hace cosa de un año este plan me parecía muy deseable, ya que si para España no es conveniente tener a dos millones de enemigos internos, menos lo será para una hipotética Cataluña independiente, donde otro tanto de población desafecta supondrían un porcentaje mucho más significativo de la población.

Estos escenarios parecen ahora mucho más lejanos de la realidad que hace unos meses, cuando de hecho ya lo eran muchísimo. Ahora bien, me sorprende que se haya tardado tanto en interpelar al independentista que prefiere una Cataluña unida dentro de España que una Cataluña independiente y mutilada. Y la balcanización es lo que tiene y una vez entrando en la dinámica de cambiar el mapa es difícil de evitar. En un momento dado España podría estar débil hasta el punto de que se le escape un trozo de la región pero no tanto como para perder todo el territorio ni a la población leal. Ni podría el gobierno de España dejar nunca a dos, tres, cuatro millones de sus ciudadanos desasistidos bajo la bota de un nuevo estado con pocas ganas de tratarlos bien. Hago un inciso para decir que siempre me ha parecido curioso que en ese escenario a los ciudadanos hispanohablantes se les tendrían que aplicar las normas de derecho internacional que protegen a las minorías étnicas y que el tinglado ese de la inmersión monolingüe podría no tener el mismo cobijo que tiene dentro de España.

No sé cuánto llama esa idea a los partidarios de la independencia catalana. Si el trade-off fuera independencia-monolingüismo en la educación ¿cambiaría alguien de opinión?. Otra idea sobre la lengua que no veo lanzada en el debate y que me parece interesante para los separatistas es la siguiente. Veo que muchos de ellos ponen bastante énfasis en la unidad de la lengua catalana con el valenciano y los diversos dialectos del catalán de las islas Baleares. Obviamente esto sólo puede seguir así dentro de España. Si no, existe el riesgo de que del mismo modo que el serbocroata se ha dividido en serbio, croata y bosníaco la lengua valenciana y la mallorquina adquieran entidad propia en un país separado. Es posible que tuvieran que perder la oficialidad en la Comunidad Valenciana, Baleares y la Cataluña leal. ¿Eso interesa?

Al final la realidad demuestra que todo no se puede tener. El que crea que lleva medio año viviendo en la República Catalana está tan fuera de todo que no se le puede convencer de nada, pero hay que concentrarse en el centro del espectro. No blandiendo resoluciones del Tribunal Constitucional ni del Comité de Descolonización de la ONU que les importan un huevo sino ejemplos de las cosas que pueden perder de verdad. La economía no parece importar mucho de momento, los efectos negativos de este carnaval serán a largo plazo y además es una especie de revolución desde arriba propiciada por las secciones mejor protegidas de esa sociedad. Es de momento una guerra de símbolos.

Dejando Tabarnia a un lado, hace muchos años tuve la ocasión de ver Ubu President de Els Joglars en Madrid y aunque me reí mucho me quedé con la sensación de que la representación del totalitarismo pujolista era un tanto exagerada. Ahora ya no lo creo así y llevo un tiempo admirando mucho al viejo Tarradellas por su clarividencia. En los últimos meses he visto muestras de fanatismo, me llaman la atención sobre todo las que se producen en las escuelas, que no llegué a ver en el País Vasco de los años ochenta y aunque la ausencia de asesinatos de motivación política es algo a celebrar me pregunto hasta qué punto no hemos sido ciegos a lo que se estaba cociendo en Cataluña todos los que no estábamos allí. Ni hay un sol poble ni nadie tiene la intención de que alguna vez exista. Una vez determinada la correlación de debilidades y que la realidad es más tozuda que cualquier parte, el panorama para los próximos quince o veinte años está servido. No hay que empeñarse en resolver las cosas que no tienen solución, hay que gestionarlas del mejor modo posible que no es poco.