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En plena campaña electoral dejo unas líneas sobre las elecciones generales irlandesas de este año. No haré una análisis extenso, que eso hay mucha gente que lo cubre bien y uno no tiene ni tiempo ni ganas.
Aquí las legislaturas duran cinco años, en lugar de cuatro como en España. Las anteriores elecciones fueron el 25 de febrero de 2011 y estas van a ser el 26 de febrero de 2016. No sé cómo funciona exactamente, pero al igual que en España los teóricos 4 ó 5 años pueden durar uno o dos meses más. Las elecciones podían haber sido hasta en mayo. En cambio, la convocatoria es mucho más corta en Irlanda, ya que la fecha definitiva sólo se supo el día 3 de este mes de febrero. (Rajoy anunció las elecciones del 20-12-2015 el día 01-10-2015).
Otra diferencia es que mientras que en España las elecciones suelen ser en domingo, en Irlanda éstas van a caer en viernes, al igual que las anteriores y las de 2007 cayeron en jueves.
Nunca he visto en este país eso de los carteles electorales pegados con cola en las paredes, sólo carteles de los que se cuelgan en las farolas. Casi siempre con una cara, nombre del candidato y del partido y un eslogan y a lo sumo un par de propuestas vagas. Una cosa curiosa es que no te piden «vota» sino «vota nº1», consecuencia del sistema de voto único transferible, en el que lo que el votante hace es ordenar sus preferencias. Uno puede votar a todos los candidatos a la vez, ya que en realidad lo que hace es asignarles números.
Como las circunscripciones son pequeñitas los candidatos van pidiendo votos casa por casa. La mía es quizá una de las más atípicas del país (Dublín Central), pero la semana pasada al bajarme del tranvía allí estaba uno de los diputados, el del Partido Laborista, repartiendo folletos. Iba él solo y tenía una pancarta vertical de tipo estandarte. Era una sensación un poco rara, como de cantautor que se coloca en una esquina con su amplificador pequeño.
Dublín Central tenía 4 diputados, pero ahora le han recortado un par de trozos por el norte y por el este y se va a quedar con 3, así que alguien más o menos famoso se va a quedar fuera. Me parece curioso que el rediseño de las circunscripciones no resulte más polémico y creo que sólo es posible gracias a que la complejidad del voto único transferible hace difícil saber a quién favorecen o perjudican los cambios.
Del mismo modo es difícil hacer encuestas precisas. Un problema compartido con el sistema español es las dificultades para la predicción que plantean las numerosas circunscripciones (40 para 158 diputados, que en 2011 eran 166), todas con entre 3 y 5 diputados a elegir, y para las que haría falta calcular individualmente. El problema específico es que a la gente no se le puede llamar por teléfono y pedir que ordene 20 candidatos del primero al último y hacer rondas con simulaciones una vez que quedan eliminados los menos votados. Al final las encuestas se reducen a la primera preferencia y con eso y los datos históricos (que las modificaciones territoriales de las circunscripciones devalúan) se intenta hacer algo que puede fallar bastante. Tras las elecciones se produce otro chou, ya que se puede votar hasta las diez de la noche, se empieza a contar los votos y la mayor parte de las veces se aplaza el cómputo hasta el día siguiente. Van eliminándose los candidatos menos votados, sus votos se transfieren a otros, etc. En alguna circunscripción ajustada se puede tardar dos o tres días en acabar.
En cuanto al sistema de partidos, es un poco extraño comparado con los de Europa continental: Hay dos partidos grandes (que normalmente andarían por encima del 20%-25%), ambos más de derechas que el PP: partidos que conjugan el nacionalcatolicismo y el liberalconservadurismo en diferentes proporciones y como mejor pueden para diferenciarse el uno del otro; dos medianos (10%-20%): el Partido Laborista (poca presencia fuera de Dublín) y el Sinn Fein (una cosa nacionalista y populista que a veces parece de extrema izquierda y otras de extrema derecha y que nunca ha tenido aquí el éxito que tiene en Irlanda del Norte). Luego entre los pequeños, el partido verde, el socialista (no como en el continente, es más como de estilo trosko) y diferentes candidatos independientes ya que el sistema lo favorece y que a veces son empresarios fracasados, gentes bien corruptas, idealistas en exceso, o partidarios de la antipolítica que se montan su plataforma personal.
Y ahora mis preferencias. Nunca he hecho nada para participar en la vida política irlandesa, pero preferencias tengo. Aunque no me identifico con ninguno de los partidos conservadores que dominan el panorama, siendo realista y viendo los bueyes con los que hay que arar me gustaría que ganara Fine Gael, el partido que está ahora en el gobierno. El paro ha bajado del 9% y estaba cerca del 14% en 2010 y ese solo dato ya justifica mi opinión más que ninguna otra cosa que se pueda decir. Una mayoría solida que sólo requiera de un pacto con uno de los terceros partidos (como en la actualidad con el laborista) y que no le haga depender de los numerosos «independientes» que al final son caudillos locales, friquis y fracasados diversos que aprovechan la apertura del sistema para sus míseras agendas.
Una nota para el Fianna Fáil o fianna failure al que le tengo mucha manía. No sólo porque sea conservador y nacionalista. Es el partido que ha dominado la política irlandesa en el siglo de independencia y representa la clásica alianza conservadora de clero y terratenientes (luego constructores). Después de setenta años de pobreza tuvieron la oportunidad improbable de hacer al país rico y grande y la malversaron infamemente. Espero no verlos en el poder en bastante tiempo.
Las encuestas apuntan a que el Fine Gael puede hacer un resultado decente, pero a que le puede fallar el socio. Aquí ya he visto de todo: a veces me he quedado contento con el resultado, como cuando eligieron al actual presidente y otras todo lo contrario, como cuando decidieron mantener el senado. Al final, como no es mi país lo miro un poco -salvando las distancias. como esos expats que viven en Dubái lo mejor que pueden, pensando sobre todo en su trabajo y su vida privada y sin meterse en ningún tipo de líos.