2006
No sé si por influencia de esa serie de Netflix de la que tanto se habla últimamente un amigo me ha preguntado si había leído el libro de Kaspárov sobre cómo imita la vida al ajedrez. La verdad es que lo había hojeado una vez en una librería pero no lo he leído hasta hoy.
Me he hecho con una traducción española bastante lamentable realizada, sin duda, por alguien que no tiene ni idea de ajedrez. Eso basta con ver que llama reina a la dama,. Genera confusión llamando torneos a los encuentros (o matches) entre dos contrincantes por el título mundial y dice que se entablan (se entablan las partidas individualmente consideradas, pero los encuentros se empatan). Habla de conseguir un peón (to get?) en vez de tomarlo, capturarlo o comerlo y confunde la India de Rey con el Rey de la India. En mi lista para el juzgado de guardia tengo anotado llamar «rompecabezas» a los problemas de ajedrez (en inglés se llaman puzzles) y «jugar una y otra vez» las partidas de Aliojin a reproducirlas para estudiarlas (en inglés se dice play over).
El hecho de que un traductor haya traducido algo de un campo cuyo lenguaje técnico no domina hace la lectura realmente incómoda para quien sí lo hace y dificulta que quien no sepa pueda realmente aprender algo. De todos modos mi principal queja sobre las traducciones es que quien las haga desconozca el idioma de destino. Aquí dejo un ejemplo que ya traté en mi sección de falsos amigos. En ajedrez calcular quince movimientos con antelación es excepcional e impresionante:
El tronco central del análisis me permitía calcular hasta quince movimientos, una cifra prácticamente ridícula.
Vayamos a la materia: la vida no imita al ajedrez. El ajedrez es parte de la vida, de hecho es la imitación de una parte de la vida que es la guerra. Eso sí, es muy útil como metáfora. De hecho la misma guerra sirve como metáfora para la consecución de objetivos y no es extraño escuchar el lenguaje bélico en la política, el deporte, el amor y cualquier otra cosa por la que se lucha en la vida.
Lo que Kaspárov hace es contar batallitas de su vida y de la historia del ajedrez e intentar extraer lecciones generales que se puedan utilizar en la vida. En mi opinión fracasa en el empeño pero como ya he dicho en alguna ocasión hay libros de autoayuda que dicen cosas que pueden parecer muy obvias y que en cambio a quien nunca haya llegado a pensarlas quizá le sirvan.
En todo caso, me cuesta mucho entender cual es el público objetivo para este volumen. Tras un rato pensando me he acordado de un amigo mío que no sabía nada de ajedrez más allá de los movimientos básicos de las piezas pero que estaba al tanto de la actualidad de la competición porque la seguía en el diario Marca.
El público en general quizá se beneficie de comprender la diferencia entre la táctica y la estrategia, el valor de la preparación, la importancia de condicionar las acciones al tiempo disponible incluso en detrimento de su calidad y cosas así que se pueden aprender con el ajedrez y en cientos de sitios más, así que no deben preocuparse si no entienden de qué se está hablando.
Kaspárov lleva toda la vida haciendo campaña a favor de sí mismo y cuando cuenta las historias de los encuentros con Kaspárov o del cisma de 1993 siempre arrima el ascua a su sardina. Escribiendo en 2006 dice unas cosas sobre los ordenadores que, si bien se podrían haber creído en 1986, dos décadas después es imposible que se las crea ni él. Me pregunto qué haría de este libro después de haber fracasado con su aventura política en Rusia.
Entre las cosas triviales me molestó esta frase donde la mención a Darwin no tiene demasiado sentido si se aplica a los individuos en vez de en el plazo intergeneracional de una especie dada:
Cualquiera que haya leído a Darwin sabe que la incapacidad de adaptación casi siempre tiene consecuencias fatales.
En cambio, mi gran hallazgo ha sido el nombre del autor del poema para niños sobre sacar a un hipopótamo de un pantano que Tal citaba en ¡Al ataque! sin decir quién lo había compuesto: Es de Kornéi Chukovsky. He encontrado varias versiones ilustradas de El Teléfono (1926).
Para los ajedrecistas que lo lean, aquí dejo los enlaces a las partidas que se citan. Es un poco absurdo contar las partidas de ajedrez así en general sin dar diagramas ni jugadas, cuando el ajedrez es pura concreción.
Fedorov – Kasparov, Wijk aan Zee 2001
Movsesian – Kasparov, Sarajevo 2000
Kasparov – Topalov, Linares 2004
Kasparov – Topalov, Wijk aan Zee 1999
Nimzovich – Tarrasch, San Petersburgo 1914
Kasparov – Karpov (9a), Moscú 1984
Schlechter – Lasker, Viena 1910
Shirov – Kasparov, Tilburg 1997
Kasparov – Karpov, Londres 1986 (8a)
Kasparov – Portisch, Niksic 1983
Kasparov – Anand, Nueva York 1995 (WCh10a)
Kasparov – Short, 1993 (9a) 46…Tc5
Lutz – Kasparov, Bled (ol) 2002
Szabo – Reshevsky, Zúrich 1953
Karpov – Kasparov, Linares 1993
Alekhine – Sterk, Budapest 1921
Bogoljugov – Alekhine, Hastings 1922