Chapáyev y otras películas soviéticas de los años treinta

23/09/2023

Cartel de José Renau

Había visto en algunas fotos y vídeos tomados durante la guerra civil en Madrid el cartel que José Renau hizo para Tchapaief, el guerrilleo rojo, (1934) que hace su parte de propaganda a propósito de la vida de Vasilii Chapáyev (1887-1919). Como puede verse el nombre está escrito a la francesa, ya que el francés era el medio de entrada a la cultura exterior de los españoles de aquel tiempo. No había visto la película hasta hoy. A pesar de la distancia se deja ver, pero del artículo que mencionaré a continuación tomo estas líneas:

La incidencia de las películas soviéticas en la cartelera madrileña durante la Guerra civil fue marginal. Incluso Chapaiev, un héroe más humano, con imperfecciones «para hacerlo más verosímil» y que metió más de 50 millones de espectadores en 5 años en las salas de la URSS exhibió sólo en 7 ocasiones en Madrid. Ante esta situación de marginación, el cine que creaba héroes debió buscarse otro público; el que estaba en las trincheras

Como digo he encontrado un artículo de 2009 titulado La construcción de un mito: La influencia del cine soviético en Madrid durante la Guerra Civil Española (1936-1939) de José Cabeza San Deogracias donde según he leído las películas propagandísticas no tuvieron una es acogida especialmente favorable y que el público en general prefería las películas estadounidenses y las de producción nacional. La propaganda para ser eficiente debe ser mucho más sutil.

De este artículo he entresacado varios títulos para ver cuando tenga algo más de tiempo:

Los marinos de Cronstadt (Yefim Dzigan-G. Berenko, 1936)
El circo (Grigori V. Alexandrov, 1936),
Los marinos de Cronstadt (Efim Dzigan, 1936)
Suburbios (Boris Barnet, 1933)
¡La patria os llama! (Yuli Raizman y Grigori Levkoyev, 1935)
El carnet del partido (Ivan Pyriev, 1936)
El diputado del Báltico, (Kheifits y Aleksandr Zarkhi, 1937)
La última noche (Yuli Raizman, 1937)
Aurora de París (Grigoriy Roshal, 1937)
Hijo de la Mongolia (Ilya Trauberg, 1936)
La juventud del poeta (Abram Naroditsky, 1937) sobre Pushkin
Bajos fondos (Jean Renoir, 1936) pelicula francesa sobre la obra de Gorki
Amor y odio (Albert Gendelstein, 1935)
Las tres amigas (Lev Arnshtam, 1936)
La juventud de Máximo (Leonid Kozintsev-Grigori Trauberg, 1935)

 

 

 

 


El sol sale de noche

03/09/2023

Ed. Progreso (Moscú 1970)

Un tema que de cuando en cuando aparece en estas notas es el de los españoles que anduvieron lejos y más concretamente por Rusia en diferentes épocas históricas. Por un casual nuestra vista se ha detenido ante El sol sale de noche: La presencia española en la Gran Guerra Patria del pueblo soviético contra el nazi-fascismo. Narrada por Eusebio Cimorra, Isidro R. Mendieta y Enrique Zafra. Edición publicada en la URSS en 1970 que incluye un artículo de la Pasionaria a modo de prólogo. No ha sido fácil encontrar una imagen del monumento a los espanoles caídos en 1943 en la aldea de Shubino (o Shubyne,  según Google Maps) en Crimea, pero aparece en la portada de una revista digital.

Dado que trata sobre la guerra es acertado el tono épico que oculta tanta verdad incómoda. Ya no se puede escribir así porque estos tiempos mejores en que se escribe peor no se pueden disfrazar de epopeya. En todo caso, hace falta tener en cuenta que además de ser un libro del género histórico o biográfico no deja de ser un libro de propaganda prosoviética (en lo internacional) y antifranquista (en lo específicamente español)  publicado en plena Guerra Fría. Como ejemplo de la prosa épica que ya no puede practicarse este párrafo elegíaco en memoria de Justo Rodríguez Suaña:

Ese día las jabalinas se partieron como astiles sedientos de banderas, y el valor se puso zapatillas de plomo en los estadios obreros, y la nieve de Peñalara le pidió -y le rindió- cuentas al Cáucaso, y las agujas de los pinos se clavaron en el pulmón de todas las sierras del mundo, y un “échale hilo a la cometa” de garbo y desgaire madrileños empezó a poner telegramas negros a los Estados Mayores de la primavera.

Obviando toda la exageración bélica y la propaganda, quise fijarme en los pequeños detalles cotidianos de la vida de aquellos  españoles tan lejos de su país. A la vista de la noticia que ha copado los medios durante la segunda mitad de agosto de 2023 y a través de este fragmento que ponemos a continuación se plantea uno lo que ha sido la izquierda española y lo que es:

La calle de Gorki, en el mismo centro de Moscú, fue durante varios años, desde mayo de 1939, lugar preferido de cita a la que nadie convocaba, de paseo fisgón al que nadie invitaba, para muchos españoles que vivían en la capital o en sus aledaños. Los españoles solían encontrarse allí las mañanas de los domingos y los atardeceres de casi todos los días únicamente en el trozo que iba -y que va- desde Ojotni Riad (hoy Avenida de Carlos Marx) hasta la Plaza de Pushkin. Había sitios, esquinas, rincones preferidos para detenerse a ver pasar las chicas, que despertaban en la atención celtíbera un caracoleo de piropos. No faltaba algún “ortodoxo” que pontificaba:

– Camarada, que estás en Moscú.

– Pues que retiren esos monumentos que pasean por las calles -contestaba cualquier donjuán incorregible.

La verdad es que las chicas moscovitas no hacían mucho caso de aquel ojeo murmurador de los españoles. Y lo más que, quizá, pensase alguna es que la leyenda de lo “temperamental” no era tal leyenda.

Por mi afición al ajedrez me interesó el dato de que hubiera soldados durmiendo en el escenario en el que Capablanca había ganado el torneo internacional de Moscú de 1936 y donde Kárpov y Kaspárov habrían de enfrentarse en 1984:

La 4ª Compañía no volvió la noche del 15 de octubre a su cuartel. La alojaron en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos. Su misión seguía siendo la misma. Habían dormido con el uniforme puesto y el macuto por almohada en la misma sala donde hacía muchos años tuvieron su cuartel destacamentos de la Guardia Roja moscovita.

Aquí un fragmento que como guipuzcoano y a la luz de lo acontecido durante las últimas décadas (incluso sin contar los últimos dos años) no me parece que resista especialmente bien el juicio de la Historia:

– ¿Usted es rusa?

– Soy ucraniana.

– Pues Ezequiel y yo somos vascos. Para que usted se entere, en nuestra lengua el País Vasco se llama Euzkadi. Porque es un país, como Ucrania. Y para que se entere mejor, los vascos somos todavía algo así como eran los ucranianos antes de la revolución. Yo le prometo, Valentina Vasílíevna, que pelearemos por Ucrania sabiendo que peleamos por toda la Unión Soviética, Y que al luchar por la Unión Soviética, lucharemos por España y por Euzkadí.

En total el libro es una serie de viñetas como las de Svetlana Alexievich pero ocultando todas las verdades incovenientes. No se percibe ninguna injusticia, ninguna carencia ni ningún error del sistema soviético. Una lástima porque hace que uno se cuestione cuán embellecidos no estarán unos relatos que uno quisiera que fueran estríctamente ciertos.


Cuentos chinos españoles de Rusia

07/11/2022

El otro día estuve escuchando un interesante programa sobre la figura de Valentín González, «el Campesino». Más allá de la biografía de este personaje singular recomendaría la serie completa de D. Joaquín Rivera Chamorro sobre Los otros del 36. Tras el programa me puse a buscar otro de TVE que el autor había mencionado. «Rasgos» de 1982 en el que Mónica Randall entrevista al Campesino y en el que uno puede percibir su escasa formación más allá del estado de decrepitud en el que el hombre se encuentra a esas alturas.

Este programa no lo pude encontrar en la página de RTVE, pero estaba troceado en Youtube y con una calidad de imagen y sonido bastante mala. Entre muchos desvaríos me llamó la atención la historia estupefaciente que allí se daba por cierta tanto por la entrevistadora como por el entrevistado de que la cosmonauta soviética y primera mujer en el espacio Valentina Tereshkova era hija de él y de que esa era la razón de su nombre de pila.

Esta tontería me ha devuelto a la memoria algo que recordé hace poco tiempo, cuando murió Mijaíl Gorbachov. Una historia que recuerdo haber leído y visto en el telediario en los años ochenta. Se llegó a decir que Gorbachov era de origen español y su nombre real Miguel Corbacho. Para asegurarme de que no era una alucinación mía me he puesto a buscarlo y lo he encontrado en la hemeroteca de El País, en la última página de la edición del 17 de agosto de 1986:

[…] líder soviético, se ha marcado un enorme farol con su nombre, porque en realidad se llama Miguel Corbacho y es gallego. Así, como lo leen. Según las investigaciones del diario La Región, de Orense, el secretario general del PCUS es nieto de Antón Corbacho, un emigrante a Centroeuropa que participó en la revolución de 1917. Perseverante y tenaz, Antón llego a dirigir uno de los koljos más importantes del Cáucaso, se casó, ascendió de categoría y pudo mandar a la universidad a su hijo Manuel, quien, al acabar la carrera en el seminario de Tbilisi, optó por la nacionalidad soviética. Su hijo Miguel pensó que si su padre era soviético lo mejor era llamarse Mijael. En el apellido Corbacho se cambió la C por la G, menos sonora, y se agregó la v final por analogía con las terminaciones rusas. Las hipótesis con las que trabajan investigadores no relacionados con La Región apuntan: 1. A que Mijael, o Mijail, lo diga ahora por no querer ser menos que Fidel Castro, Raúl Alfonsín y Julio Iglesias. 1 A que se lo cambiara para llegar a ser quien es, poder ver a Reagan, ya que por la Casa Blanca siempre ha pululado un cocinero gallego, y copiarle la receta del pulpo.


Calendarios

20/09/2022

La coincidencia del día ha estado en que por la mañana había investigado sobre el calendario revolucionario soviético y sus semanas de cinco y seis días y me gustó el problema de ajedrez que había en una hoja de almanaque que ilustraba la entrada de la Wikipedia y me propuse recordar que los trece días que van del 1 al 13 de febrero de 1918 son el equivalente en el mundo ruso a los diez que van del 5 al 14 de octubre de 1582 en el hispánico.

Luego por la tarde he visto el documental «España, la primera globalización» (2021) y ahí han comentado un dato del que no había tenido noticia con anterioridad. Si bien en la península Ibérica el cambio del calendario gregoriano al juliano se produjo en 1582, en el virreinato de la Nueva España esto ocurrió en 1583 y en el del Perú en 1584.

He encontrado el artículo «El calendario gregoriano en América» de Juan Comas (1957) del que tomo las líneas finales:

En resumen, hay constancia de que el calendario fue modificado por lo menos en tres años sucesivos en los dominios de la Corona de España: 1582 (en la Península), 1583 (Audiencia de Guatemala) y 1584 (Virreinato del Perú). Sería interesante saber con precisión lo ocurrido al respecto en otros territorios del Nuevo Mundo.

A título de curiosidad recordemos la fecha en que otras naciones adoptaron el calendario gregoriano: 1584, Austria y la parte católica de Alemania; 1586, Polonia; 1587, Hungría; 1700, países protestantes de Alemania; 1752, Inglaterra; 1753, Suecia; 1873, Japón; 1911, China; 1917, Bulgaria; 1918, Rusia; 1919, Yugoslavia y Rumania; 1923, Grecia; 1926, Turquía.

En esta lista Irlanda va en en el mismo saco que Inglaterra. De lo de 1752 y las consecuencias que ha arrastrado hasta casi nuestros días me ocupé en otro momento.


Enclaves más allá del Karabaj

15/11/2020

Enclaves

Hoy 15 de noviembre los armenios tenían que retirarse del distrito de Kalbajar. Este y otros distritos de la autoproclamada República de Artsaj de que tendrán que ceder en las próximas semanas no pertenecían al enclave armenio del Alto Karabaj propiamente dicho, aunque también hay una parte del mismo que pasará a ser controlado por los azerbaiyanos, básicamente lo que queda al sur de Shusha.

En la prensa de lengua española la cobertura del conflicto en su versión de 2020 ha sido más bien pobre, cosa que no da para extrañarse dadas las escasas relaciones con la región y la situación de esos medios. Lo que más me sorprende es que ni siquiera a los adalides de occidente y la civilización cristiana les haya servido para propaganda.

Ciertamente los armenios tenían malas cartas aquí, dado que nadie está por reconocer otras fronteras más que las que salieron de la disolución de la URSS y que ellos no han podido seguirle el paso al crecimiento demográfico y económico de un Azerbaiyán rico en recursos energéticos. No he leído por ningún lado algo que me parece básico para comprender esta guerra: Armenia tenía alrededor de 3,5 millones de habitantes hace tres décadas y hoy apenas llega a los 3 millones mientras que Azerbaiyán ha pasado de 7 a 10 millones.

Los habitantes de Artsaj son unos 150.000, la mayor parte en el Alto Karabaj ya que por falta de recursos y voluntad (o ante la posibilidad de tener que devolverlos en el futuro como va a suceder) no tuvieron demasiado éxito en repoblar los territorios ganados en 1992-93. Con este panorama, sin un ejército al día ni alianzas diplomáticas y militares fuertes más que con Rusia, parece que deberían prepararse para salir del enclave en pocos años, y lo digo con la simpatía que tengo por ellos, que es más de la que tengo por un Azerbaiyán del que desconozco casi todo excepto que putearon innecesariamente a mis amigos denegándoles un visado.

Enclaves de Azerbaiyán en Armenia (en teoría)

Un asunto del que se ha hablado menos aún es el futuro de los otros enclaves, diminutos pero que también existen, aunque sean muy pequeños en comparación con Nagorno Karabaj. Me sorprendió leer en un resumen del acuerdo arbitrado por Putin que los dos que los armenios controlaban en Tavush/Tavuz (Vorin Voskepar y Sofulu-Barxudarli) pasarían a manos azeríes el 20 de noviembre. Aunque no hemos estado en ellos sensu stricto, en 2011 pasamos muy cerca e incluso estuvimos en una iglesia de Voskepar que quedaba en terreno dominado por Armenia que sobre el papel era de Azerbaiyán. La carretera te metía en el Azerbayán de iure aunque estaba repleta de vehículos militares armenios.

La recuperación de los enclaves parece fuente de problemas para el futuro. Es curioso que en el acuerdo no se mencionen el relativamente cercano Artsvashen, que era de Armenia y está controlado por Azerbaiyán, ni del de Karki, que queda más cerca del enclave grande de Najicheván que de la mayor parte del territorio azerbaiyano.

Me despido por hoy con la curiosidad por saber cómo van a funcionar estas peculiaridades territoriales en un escenario en el que ambos países seguirán siendo enemigos, así como por saber cómo va a ser la conexión terrestre con Najicheván que se ha acordado (¿el modelo extraterritorial que Alemania planteó para la Autobahn a Danzig por el corredor polaco?) y si los armenios van a construir de verdad una variante para unir Stepanakart con Armenia sin pasar por Shusha (inversión arriesgada si es que estás condenado a perder el territorio).


Dioses, tumbas y sabios (Grecia)

18/10/2020

Me he vuelto a interesar por la Antigüedad clásica y la culpa la tienen ciertas excelentes conferencias grabadas a lo largo de años por la Fundación Juan March que he estado escuchando en las últimas semanas, como una de las prebendas que nos ofrece el teletrabajo. Con ese trasfondo me ha dado por hojear la primera parte (griega) del clásico libro de divulgación «Dioses, tumbas y sabios» de C.W. Ceram, a la que el autor tituló «El libro de las estatuas».

Gracias al recorrido por la biografía de Winckelmann he descubierto por fin por qué el apellido Stendhal sonaba tan poco francés. Siempre contento de leer más sobre el héroe de Pompeya y otros como Schliemann que nos han dado las lecturas (sobre Schliemann aprendí en otro libro más específico) o de otro como Michael Ventris, cuya historia leí extensamente aunque no recuerdo donde, pero a traves de quien en esta ocasión llegamos a un fragmento de leyenda negra banal:

Lo cierto es que el reino de Minos fue destruido y tan sañuda y repentinamente, que los destructores no tuvieron tiempo de ver oír o aprender nada; tan destruido como lo fue, tres mil años después, el reino de Moctezuma por un puñado de conquistadores españoles, de tal modo, que no quedó más que un montón de ruinas, simples piedras inermes y silenciosas.

Que sería una exageración teniendo en cuenta tan sólo que el Lineal A de Creta aún sigue sin descifrar y que se publicó un tratado sobre el nahuatl ya en el siglo XVI (antes incluso de que se imprimiera la primera gramática alemana) pero es que además aunque la religión y la lengua principales hayan pasado a ser otras se da una continuidad de la cultura precolombina en los siglos posteriores que llega hasta el México actual. Es decir, que la comparación está muy mal traída. En fin, supongo que si el autor hubiera sido español en vez de alemán también habría comenzado hablando de Carlos III más que de María Amalia de Sajonia.

A continuación copio otro extracto más interesante sobre el triste asunto de la destrucción de antigüedades en Berlín y otros puntos de Alemania por los bombardeos de la guerra y otros saqueos posteriores, que ya me habia interesado con anterioridad. Precisamente una de las conferencias que arriba mencionaba me recordó que la URSS había devuelto el altar de Pérgamo a la RDA en 1959. Ceram escribió su libro en 1949 y lo revisó en varias ediciones pero murió en 1972 sin llegar a saber que «el tesoro de Príamo» también había acabado en Moscú. Al menos sonreirán con lo de los caramelos:

Schliemann, como un ladrón, había tenido que asegurar su tesoro huyendo de las garras de las autoridades, y lo conservaba oculto. Después de muchos rodeos, algunas piezas importantes de su colección pudieron llegar de Troya al Museo de Prehistoria de Berlín. Durante varios decenios, este tesoro estuvo allí, donde pasó todo el tiempo de la guerra de 1914-18. Pero vino luego la segunda guerra mundial con su secuela de bombardeos. Parte de las colecciones se salvaron de la destrucción y fueron trasladadas a lugares seguros. El «tesoro de Príamo» pasó primero al Banco Nacional de Prusia y más tarde al refugio antiaéreo del Zoológico de Berlín. Ambos lugares fueron destruidos. La mayor parte de las piezas de cerámica pasaron a Schönebeck an der Elbe, al castillo de Petruschen de Breslau y al castillo de Lebus. De Schönebeck no se ha conservado nada. De Petruschen no se tienen noticias, ya que la región pasó a formar parte de Polonia. El castillo de Lebus fue saqueado al terminar la guerra y más tarde el Gobierno de la Alemania Oriental ordenó su demolición. Pero poco después llegó a Berlín la noticia de que en Lebus quedaban aún piezas de cerámica. Una investigadora obtuvo el permiso para hacer averiguaciones en Lebus, pero no consiguió ayuda de las autoridades locales. Tuvo entonces la idea de procurarse veinticinco kilos de caramelos y pedir a los niños que le trajesen piezas de cerámica antigua. Y aunque los niños aprendieron muy pronto a romper en pedazos las piezas enteras para obtener así un caramelo por cada pedazo, consiguió reunir algunos ejemplares intactos procedentes de las casas, donde los campesinos brandeburgueses utilizaban de nuevo las vasijas, fuentes y jarros en que habían comido y bebido los antiguos troyanos y la familia real de los Átridas.
Pero descubrió aún cosas más graves. Después de la derrota alemana, los supervivientes de Lebus no tenían idea del valor de las piezas de barro que se guardaban en aquellos cajones. Y al renacer la vida en el pueblo, cada vez que se celebraba una boda iban los chicos con un carretón, lo llenaban de urnas y ánforas, los insustituibles hallazgos de Heinrich Schliemann, y los rompían entre alegres gritos a la puerta de los novios.
Así fueron destruidos por segunda vez los restos de Troya y reunidos por segunda vez con la ayuda de medio quintal de caramelos.


De polo a polo

11/10/2020

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Supongo que sí pero realmente no sé si las series de viajes de Michael Palin, el de los Monty Python, se han doblado y emitido en los países de habla hispana. Hace una década, antes de quedarnos sin tele durante bastantes años, le vimos en su vuelta al mundo en 80 días, en la de la «nueva» Europa oriental y no sé cuándo exactamente en la de Brasil. Estas semanas he estado viendo «Pole to Pole» (1992), que echaban en la BBC y que consiste en un viaje de polo a polo siguiendo más o menos el meridiano 30 E.

Desde luego este meridiano es candidato a ser el que más cambios geopolíticos ha experimentado desde 1991 en que se rodó la serie. Al poco de salir de la Unión Soviética se produjo el golpe de estado de 1991 y a final de año la URSS desapareció (Hoy el meridiano atraviesa Rusia, Bielorrusia, Moldavia y Ucrania). En un momento dice que en Sudán no les dejan viajar por el sur cristiano (Sudán del Sur independiente desde 2011). Con ayuda de unos «eritreos de Etiopía» intentan llegar a la frontera (Eritrea independiente desde 1993). Después llegan a Zambia poco después de las primeras elecciones democráticas en dos décadas y a Suráfrica justo cuando se estaba desmantelando el apartheid (Mandela había salido de prisión el año anterior).

Incluso cuando las cosas les salen mal y se quedan sin plaza en el barco que iba a partir de Ciudad del Cabo al continente helado acaban haciendo trampa para llegar a la Antártida desde Punta Arenas. Cambiando de continente y meridiano paran en Santiago de Chile, que apenas había recuperado la democracia en 1990. He mirado el mapa y no hay una línea norte-sur con tantos países, pero aún y todo parecen más cambios de frontera y sistemas de los predecibles en unas décadas relativamente estables.


Hambruna roja

29/08/2020

Red Famine 1933

Con intención de dejar aquí unas cuantas notas he estado revisando este libro que leí hace un tiempo: «Hambruna Roja» de Anne Applebaum, a quien le había leído ya otro que tiene sobre el Gulag. Basándome en anteriores lecturas aquí destacadas diré que: Red Famine: the crossover in which Anna Reid meets Martín Caparrós.

Antes de nada quisiera dejar mi impresión sobre la hambruna en la Unión Soviética (no sólo en Ucrania) en 1932-33 y anteriores (1919, 1927). Estos hechos históricos terribles son bastante desconocidos en Europa occidental seguramente debido a que en nuestro contexto importan bien poco y porque en el contexto de Europa oriental (donde sí que son relevantes) se da lo que últimamente se denomina una «batalla por el relato» en la disputa sobre si la hambruna ucraniana constituye o no un genocidio. Este episodio ha quedado muy enterrado en ls libros de Historia por las atrocidades de la subsiguiente Guerra Mundial, el muro de silencio soviético y la política de bloques. Incluso mientras se estaba produciendo planteaba muchas razones de conveniencia política:

En 1933 el problema para la Iglesia no eran las pruebas sino la política – una facción quería enviar una misión de ayuda contra la hambruna a la URSS, otra predicaba la cautela diplomática. El argumento favorable a la cautela fue el que se impuso. Aunque el Vaticano continuó recibiendo información sobre la hambruna, en general la Santa Sede siguió en silencio. Entre otras cosas, la victoria electoral de Hitler en enero de 1933 planteaba una trampa política: la jerarquía temía que si se usaban palabras duras sobre la hambruna soviética parecería que el Papa estaba favoreciendo a la Alemania nazi.

A estas alturas dada la lejanía temporal y la destrucción de pruebas se utiliza el exceso sobre la mortalidad esperable (con el que nos hemos familiarizado en tiempos del covid) para intentar conocer las cifras reales de muertes. En la bibliografia se cita un estudio sobre variaciones regionales de Oleh Wolowyna que en el momento de escribir el libro no estaba publicado aún, pero que creo se publicó en 2016.

Aplicar los nuevos métodos estadísticos a Rusia también resulta revelador. Demuestran que en general la hambruna afecto muchísimo menos a dicha república que a Ucrania, con un promedio del 3 por ciento de «mortalidad excesiva» en la Rusia rural frente al 14,9 por ciento de la Ucrania rural. Solo unas pocas regiones rusas se vieron afectadas por los mismos patrones de hambruna que se dieron en Ucrania: la región alemana del Volga, la región de Sarátov, Krasnodar y el Cáucaso septentrional tuvieron tasas de mortalidad muy elevadas en la primera mitad de 1933, que coinciden con las decisiones políticas tomadas en aquel verano. Pero incluso en esos casos las cifras totales de «mortalidad excesiva» fueron más bajas que las correspondientes a las regiones más afectadas de Ucrania.

Anne Applebaum tiende a tomar partido por la idea de que fue un episodio histórico generado en mayor medida por acciones humanas que tenían intenciones políticas claras entre las cuales la destrucción del nacionalismo o la nacionalidad ucraniana era acaso la más importante mientras que otros autores conceden más relevancia a los factores coyunturales, a la incompetencia y a un fanatismo no de tipo nacionalista o imperialista ruso sino comunista, a la vez que consideran que la cuestión nacional ucraniana no es la principal. Mi lejanía con la región me impide decantarme del todo. El libro, que es valioso en muchos sentidos, no me ha acabado de convencer de su tesis fuerte. Debe de ser que estoy vacunado contra el victimismo nacionalista.

Entre lo que escriben el cónsul italiano en Járkov y el diplomático alemán en Moscú tiendo a considerar  más potente la explicación del segundo sea por formación marxista, por prejuicio antinacionalista, por desconocimiento de las relaciones entre rusos y ucranianos, por la perspectiva histórica de que el imperialismo tiene efectos agridulces mientras que el comunismo siempre es un fracaso o por lo que sea:

El desastre actual llevará a que Ucrania sea colonizada por rusos. Transformará el carácter de Ucrania. En el futuro próximo no habrá razón para hablar de Ucrania o del pueblo ucraniano. Simplemente ya no habrá «problema ucraniano» del que hablar cuando Ucrania se convierta en parte indistinguible de Rusia. (Sergio Gradenigo)

Entonces teníamos la impresión de que las autoridades se abstenían deliberadamente de ayudar a la población damnificada, excepto a quienes estaban organizados en granjas colectivas, con el objetivo de demostrarle al campesino recalcitrante que morir de hambre era la única alternativa a la colectivización. (Gustav Hilger)

Aquí me surge de modo inevitable la necesidad de buscar comparaciones tanto históricas como de uso político entre la gran hambruna de la patata irlandesa de 1846-1848 (que algunos han llamado Gorta Mor seguramente para disponer de un término excepcional equiparable a Shoa u Holodomor) y la hambruna ucraniana de 1933 por el efecto que ambos procesos tienen en la mentalidad colectiva de irlandeses y ucranianos. Es importante tener en cuenta que incluso en el caso de que la opresión nacional no fuera causa de las hambrunas el hecho de que importantes sectores de esas sociedades así lo consideren hace que el fenómeno tenga una importancia autónoma (en el mismo sentido en que la religión es importante independientemente de la existencia de las deidades).

Una vez dicho esto puedo anotar este intento de la autora de vincular nacionalismo y producción de cereal, ya que me interesa la cita de Kalinin:

Visto a una gran distancia en el espacio y el tiempo, el problema de la aspiración nacional ucraniana puede parecer bastante diferente del de la resistencia al acopio soviético de cereal. El primero estaba relacionado con intelectuales, escritores y otras personas que sentían una fidelidad imperecedera a la idea de Ucrania como Estado independiente o semiindependiente. La otra cuestión afectaba a los campesinos que teían caer en la pobreza a manos de la Unión Soviética. Pero hay muchísimas pruebas de que en la década de 1920 los dos asuntos acabaron correlacionados, al menos en la mente de Stalin y de la policía secreta que actuaba a sus órdenes.

Como es sabido, Stalin había relacionado de manera explícita la «cuestión nacional» con la «cuestión campesina» en más de una ocasión. En su famoso discurso de 1925 había afirmado que «los campesinos conforman el ejército básico del movimiento nacional; que sin este ejército campesino no hay ni puede haber un movimiento nacional potente». En el mismo discurso también reprendió a un camarada por no tomarse en serio esa peligrosa combinación, por negarse a ver el «carácter profundamente popular y profundamente revolucionario» del movimiento nacional. A pesar de que no mencionó a Ucrania en concreto, esta era la república soviética con el mayor movimiento nacional y con el mayor número de campesinos de la época, como Stalin bien sabía

Incluso en sus comentarios teóricos, utilizando otras palabras, aludía al peligro de los ejércitos de campesinos unidos tras una bandera nacional. Su camarada bolchevique Mijaíl Kalinin llegó a la misma conclusión, a pesar de que Kalinin también abogaba por la misma solución que habían ofrecido los defensores de la colectivización: convertir a los campesinos en proletarios para que perdieran su apego a un lugar o una nación en concreto: «La cuestión nacional es puramente campesina […] el mejor modo de eliminar la nacionalidad es una fábrica enorme con miles de trabajadores […] que, como una piedra de molino, muele todas las nacionalidades y crea una nueva, el proletariado universal».

En resumen, que aunque el libro no me haya convencido del todo, ofrece una buena serie de ejemplos dramáticos sobre el horror del totalitarismo, la ineficacia, el hambre, la muerte, el canibalismo, la rapiña y la falta de humanidad para comprender algo que mediante su presencia en forma de memoria colectiva sigue formando parte de un proceso en curso en el conflicto por Crimea, la guerra del este de Ucrania y la dirección geopolítica que este país habrá de seguir.

El libro ofrece tanto pequeños datos (aquí descubrí la categorización kulak-seredniak-bedniak) como grandes historias, por ejemplo la contraposición entre lo que para dar a conocer la situación al mundo escribieron Walter Duranty y Gareth Jones (al galés le han hecho una película recientemente) o el fusilamiento de los responsables del cénso soviético de 1937 entre tantos actores políticos purgados en aquella década. Hay biografías interesantes de la política ucraniana de los años treinta que revisar (Jiloví, Srkypnyk, Grushchevski, Kosior, Potyshev) ya que no destacan tanto cuando se estudia la historia soviética en general.

Acabo con un anacronismo intersante que conecta con la historia española es el uso por parte de la autora de la expresión «quinta columna» en la siguiente frase:

Así pues, la «quinta columna» que tantas veces había descrito el OGPU fue eliminada para siempre de la región fronteriza

Es sabido que la expresión fue acuñada por Mola (otras fuentes dicen que por Varela) en 1936, por lo que los términos literales que el OGPU (1922-1934) usara tuvieron que ser necesariamente otros.

Harvest of Despair (1933)


Limónov

16/03/2019

Limónov

«Limónov» (2011) de Emmanuel Carrère. Al autor lo descubrí con El adversario, que me fascinó hará cosa de década y media. Este lo tenía en la pila virtual desde hace más de dos años y gracias a un encuentro fortuito ha sido mi lectura de este fin de semana. Creía que no me iba a gustar demasiado, a causa de una crítica que leí en un blog hace tiempo y con la que concuerdo en gran medida. Sin embargo, aunque la biografía de Limónov no me resulte especialmente interesante, significativa o representativa en sí misma, creo que hay mucho aprovechable en la forma dinámica de narrar de Carrère y en los márgenes que muestran el contexto del mundo soviético. Otrosí: yo leo a menudo traducciones bastante pobres y esta me ha parecido muy buena.

A causa de un apuntoesobre la Plaza de la Libertad de Jarkov (Ucrania), llamada en aquellos tiempos en honor de Félix Yerzinski y de magnitud considerable, he sabido que la plaza de Tiananmén no es la mayor plaza urbana del mundo (hay listas de estas cosas)

Un fragmento sobre la perspectiva rusa de la Gran Guerra Patria y el holocausto y también sobre el elitismo del protagonista:

Una de las primeras reacciones suscitadas por el proyecto de este libro fue la de mi amigo Pierre Wolkenstein, que casi se peleó conmigo porque yo me proponía escribir sobre un individuo que, siendo ruso y dirigente de una formación política digamos que dudosa, según él sólo podía ser antisemita. Pero no. Se pueden incluir muchas aberraciones en el pasivo de Eduard, pero no ésa. Lo que le protege a este respecto no es la elevación moral ni la conciencia histórica, pues es verdad que como la mayoría de los rusos, desde la perspectiva de sus veinte millones de muertos, la shoá le importa un bledo y estaría totalmente de acuerdo con Jean-Marie Le Pen en verla simplemente como una «cuestión de detalle» de la Segunda Guerra Mundial, como algo rayano en el esnobismo. Que el ruso y más aún el ucraniano corriente sean antisemitas notorios es para él la mejor razón para no serlo.

Otro sobre escenarios postconflictuales:

Es verdad que hubo el período delicado en que tras la muerte de Stalin liberaron a millones de zeks, y a algunos incluso les rehabilitaron. Los burócratas, provocadores y soplones que les habían enviado al gulag estaban seguros de una cosa: de que no volverían nunca. Pues bien, algunos han vuelto y, por citar de nuevo a Ajmátova, «dos Rusias se han encontrado cara a cara; la que denunció y la que fue denunciada». No se produjo el potencial baño de sangre. Delator y prisionero se cruzaban, recíprocamente sabían a qué atenerse, y cada uno desviaba la mirada y se iba por su lado, a disgusto, los dos vagamente avergonzados, como personas que en otro tiempo han cometido juntas una fechoría de la que es mejor no hablar.

Como recientemente estuve leyendo una biografía de Trotski, una anécdota que también aparecía en la misma contada por alguien que lo conoció en su etapa neoyorquina y que aún trabajaba en la redacción de Russkoe Dielo cuando Limónov se dejó caer por allí en los setenta:

El anciano cuenta a quien quiera escucharle que Lev Davídovich vivía en el Bronx y sobrevivía con los magros ingresos de las conferencias que que daba sobre la revolución mundial ante salas vacías. Los camareros de los pequeños restaurantes donde comía le detestaban porque consideraba ofensivo para su dignidad -la de ellos- dejarles propina. En 1917 compró muebles a plazos por doscientos dólares y luego desapareció sin dejar dirección, y cuando la sociedad crediticia localizó su rastro él estaba al mando del ejército del país más grande del mundo.

Y esta descripción de Martin Malia (que también se puede aplicar a otras ideologías) del socialismo como negación de la realidad:

«El socialismo integral no es un ataque contra abusos específicos del capitalismo, sino contra la realidad. Es una tentativa de abolir el mundo real, un intento condenado a largo plazo, pero que durante un determinado período consigue crear un mundo surrealista definido por esta paradoja: la ineficacia, la penuria y la violencia se presentan como el bien supremo.»
La abolición de la realidad implica la de la memoria. La colectivización de las tierras y los millones de kuláks asesinados o deportados, la hambruna organizada por Stalin en Ucrania, las purgas de los años treinta y los millones adicionales de muertos y deportados de un modo puramente arbitrario: todo esto no había sucedido nunca. Por supuesto, un chico o una chica que tuviese diez años en 1937 sabía muy bin que una noche había venido una gente a buscar a su padre y que después nunca habían vuelto a verle. Pero sabía también que no había que hablar de ello, que ser el hijo de un enemigo del pueblo era peligroso, que más valía actuar como si nada hubiera pasado. De este modo todo un pueblo hacía como si nada hubiese ocurrido y aprendía la historia según el Curso abreviado que el camarada Stalin se había tomado la molestia de escribir él mismo.

Lectura no demasiado densa y no demasiado edificante. La idea más notable que me ha sugerido es cuánta influencia habrá tenido la crisis constitucional de 1993, con el parlamento contra Yeltsin para que se acabara consolidando el sistema presidencialista de democracia limitada que llevamos viendo en Rusia durante más de veinte años.


El diario de Lena Mujina

25/02/2019

Esta edición de 2012

Cuando leí el libro de Anna Reid sobre el sitio de Leningrado uno de los elementos que me impresionaron favorablemente fue el uso de diarios personales en la bibliografía. No había sido publicado aún el diario de Lena Mujina que he estado leyendo este fin de semana, ya que salió en el mismo 2011 (y en español en 2013).

En general me parece bastante feo el defecto tan habitual en los titulares de prensa de definir algo en función de otra cosa supuestamente superior. Así que el inevitable «la Ana Frank de Leningrado» lo tengo por bastante horroroso ya de por sí, sin siquiera tener en cuenta el relevante hecho cronológico de que el diario de Lena Mujina acaba en mayo de 1942 mientras que el diario de Ana Frank comienza en junio de ese mismo año. El paralelismo interesante está en que ambas comienzan a escribir días antes de acontecimientos históricos importantes que tendrán importantes consecuencias en sus vidas. También me resulta interesante a falta de una mejor explicación (sólo tengo una hipótesis) el hecho de que los diaristas adolescentes más destacables sean del sexo femenino.

Desde mi perspectiva de haber leído el año que abarca el libro en unas pocas horas lo más fascinante es cómo empieza hablando de guerra y bombardeos para acabar hablando de colas y comida. Esto es, la capacidad del ser humano para llegar a considerar que puede ser algo normal y ni siquiera digno de mención el que se estén lanzando bombas incendiarias desde aviones a la población en la que uno vive.

Mi entrada favorita es la del 17 de febrero de 1942, nueve días después de quedarse sola en el mundo:

Siento que soy rica. Tengo un bote con mijo, otro con cebada perlada y otro más con alforfón, un puñado de guisantes en una caja y 125g de carne en el alféizar de la ventana. En cambio no he tenido suerte con el azúcar: aún no he conseguido nada. Ayer comí sopa de guisantes y alforfón con mantequilla y para la cena cebada con mantequilla.

El pan de hoy, a 1 rublo y 25 kópecs, estaba rico y seco, muy bueno y sabroso.

Llevo tres días con la radio encendida. Está bien porque hace que no me sienta sola.

Tengo dinero – 105 rublos -, tengo leña, tengo comida. ¿Qué más me hace falta? Soy completamente feliz.

Hoy hace frío. El sol brilla y no hay ni una nube en el cielo

No tengo una idea muy precisa de lo que es la comida considerada en gramos. Estos simples cálculos y otras peripecias expresadas en este diario y otros similares me hacen suponer que estamos en mucha peor forma para sobrevivir a un colapso de la civilización que implique la renuncia a los niveles de calorías a los que estamos acostumbrados, además de nuestra falta de preparación física y psicológica.

Respecto a esto último siempre me ha fascinado que con una población famélica las escuelas siguieran abiertas y que hubiera exámenes, pero quizá fingir normalidad es la única forma de seguir adelante. En resumen, que mi impresión es que con un golpe mucho menor de lo que fue el asedio para los habitantes de Leningrado los occidentales de cualquier sitio hoy caeríamos como moscas. La inmensa mayoría no estamos nada preparados para el colapso de la civilización, ni para una guerra, ni para un cierre de fronteras, ni para una inflación un poco más elevada.