Mi revolución francesa

25/02/2024

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Mi ausencia de este espacio en los dos últimos meses se ha debido a que empecé un nuevo empleo en la ciudad. Y eso quiere decir que he vuelto a los tiempos oscuros de 2017-2019, los años en que me levantaba a las seis de la mañana para volver a casa doce o trece horas después, con pocas ganas de hablar y menos aún de bloguear. En conjunto no lo llevo tan mal como creía que lo llevaría, pero para rato haría yo esto si tuviera la plata que me permitiera dejarlo.

La curiosidad curiosa es que ahora trabajo para una empresa francesa en la que casi todo el mundo es dos cosas que yo no: joven y francés. Durante el proceso de selección las cuatro o cinco entrevistas se desarrollaron en la lengua de Molière y nadie me preguntó ni una sola vez qué tal nivel de inglés tenía. Supongo que se da por descontado, después de más de dos décadas en el mundo anglosajón. De las cuarenta y tantas personas que conforman la plantilla hay dos que no hablan francés. Casi toda la gente tiene menos de treinta años y sospecho que soy el segundo de más edad.

Y nada, que aparte de hacer el trabajo que me toca, y que más o menos conozco a pesar de las variaciones que se dan en cada compañía, ahora tengo que estudiar algo de francés para ponerme al dia, recordar vocabulario, aprender algunas expresiones del oficio y cosas así. Realmente eso es lo que me pareció curioso e interesante en lo personal de esta oferta, que aunque veo que seguramente no es el sitio ideal para mi, al menos me permite colarme en la parte profesional de ese mundo francófono por cuya periferia siempre he merodeado.

Sólo con estar inmerso en este ambiente he ido adquiriendo cierta competencia. En la primera semana me percaté de que farfouiller y magouiller no podían ser farfullar ni magullar. También mi jefa me sorprendió con un adjetivo para ciertas tareas «cronófagas» del que no entiendo por qué no lo hemos importado ya para el español. He encontrado varios canales de youtube que me gustan porque tratan diferencias culturales y porque los videos son breves. A ver si mejoro algo en la pronunciación: creo que lo que peor hago es pronunciar los sonidos vocálicos (que he descubierto que son dieciséis y los afronto con mi limitado repertorio de cinco) y acertar el género de ciertas palabras (pero mira, vivimos en tiempo de confusión de géneros).

Cuando tengamos algo más de tiempo, seguiremos informando.


Versos alejandrinos

26/06/2022

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El otro día la jefa trajo a casa varios tebeos de Tintín y Astérix, dos personajes que a ambos nos fascinaron en la infancia. La intención era iniciar a la heredera en la misma afición y no miento cuando digo que me sentí defraudado por su falta de interés, aunque en fin sean gustos que uno no puede imponer. Total, que ayer estuve con Tintín en el Tíbet y hoy me toca andar con Astérix por el Egipto. Al poco de iniciar el «Astérix y Cleopatra» (Asterix and Cleopatra en inglés) nos encontramos a un antiguo amigo de Alejandría que llega a la aldea en busca del druida Panorámix (en inglés, Getafix) que lo recibe y explica a los demás la proveniencia del visitante, con juego de palabras incluido:

  • My dear old Getafix, I hope I find you well?
  • An Alexandrine…

He contado las sílabas y he visto que había doce, y no catorce que son los que todo el mundo sabe que debe tener un verso alejandrino,  así que mi primera impresión fue que no habrían tenido en cuenta el detalle en la traducción. He buscado el original en francés:

  • Je suis, mon cher ami, tres heureux de te voir.
  • C’est un alexandrine.

Que también son doce sílabas. Aquí me he tenido que poner a mirar a ver si es que lo que se entiendo por verso alejandrino es diferente en otros idiomas. La respuesta es que sí. Tanto en inglés como en francés, verso de doce sílabas, dos hemistiquios de seis. Como en francés todas las palabras son agudas, contando las sílabas de los versos franceses a la española salen 6+1 y 6+1, total catorce.

Ya de paso me he enterado que el nombre viene del Romance de Alejandro. No podría ser tan sólo que cuatridecasílabo fuera una denominación enrevesada.

Me quedaba por comprobar qué hicieron al traducir al castellano:

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  • Estoy, querido amigo, muy contento de verte.
  • ¡Es un alejandrino!

Contad si son catorce y está hecho.


Lo de los pronombres

24/06/2022

Hay una moda reciente en el mundo anglófono de las empresas que me fascina por varias razones que comentaré a continuación. Algunas gentes concienciadas con los temas de la diversidad en las identidades y prácticas sexuales han comenzado a indicar en su firma, a menudo tras su nombre y cargo, los pronombres ingleses de tercera persona con los que se identifican: el nominativo, el acusativo y el posesivo.

Lo habitual es que se trate de he/his/him o she/her/hers, o sea: que en una exhibición virtuosa un tío del que nunca hubieras dudado que es un tío te indica que es un tío o bien una tipa hace lo propio… pero también está la gente para la que en principio esto se inventó, cuyo sexo autopercibido no se corresponde con el que percibiríamos los demás, así que hay más opciones, algunas incluso de reciente invención y también combinaciones alucinantes. O sea, alguien que parece que es un hombre pero que quiere que los demás lo refieran como ella y otras palabras que no son ni él ni ella. De todo esto yo sólo he llegado a ver el caso de una única persona que tenía they/them bajo la firma (esto es lo que en inglés se llama pronombre genérico de tercera persona y que no es extraño usar para referirse a una persona indeterminada que podría ser varón o fémina aunque sí que lo es para referirse a una persona concreta) pero encontré una larga y estupefaciente lista de opciones, que por fortuna creo que casi nadie utiliza.

En el fondo esto de los pronombres es una forma de indicar «soy chico» o «soy chica» o las otras miles de cosas que parece ser que existen y yo aproximadamente desconozco, pero me sorprende que en vez de hacerlo directamente se busque un giro de semejante carga gramatical. Es asombroso por ejemplo que se especifique el pronombre de tercera persona y no el de segunda. Al fin y al cabo, si voy a hablar contigo, no entiendo por qué habría de llamarte algo que no fuera tú o usted, en inglés you. ¿No es excesivo intentar controlar la conversación entre terceros que se refieren a uno? En este contexto de empresas multinacionales importan todas las injusticias y privilegios menos el anglocentrismo: si te importa cómo me refiero a ti cuando hablo con otras personas somos muchos los que tendríamos que recibir una lista de pronombres en diferentes idiomas.

Que esa es otra. Hay varios genios del mundo hispánico que han copiado la moda sin percatarse de que en español para empezar no es obligatorio decir él ni ella para expresar, por ejemplo, que una persona «(él/ella) es idiota». El pronombre se suele elidir. Tampoco el posesivo de tercera persona singular distingue género, de hecho «su» no distingue ni el número del poseedor. En español lo relevante a estos efectos sería la desinencia de género: es guapo / es guapa.

Otra de las cosas asombrosas es que se especifique una triada. Pongamos He/him/his o she/her/hers. Son formas gramaticales y al menos internamente coherentes, independientemente del aspecto de quienes piden que se usen para referirse a ellos. Me pregunto qué pasa si alguien indica que sus pronombres son he/her/them o cosas más inmanejables aún. Yo ya sé que en el mundo de la empresa estas cosas no se pueden discutir y que de hecho todo lo que no sea aplaudirlas sin cuestionarlas parecerá poco, pero mi tentación es decir a los anglos que pueden destruir o transformar o mejorar su idioma como les dé la gana pero que nos hacen la vida difícil a los demás ya que mientras que a ellos seguramente les salga de modo natural el resto tendríamos que ponernos a estudiar estas cosas.

Por azares de la economía actual me toca tratar por correo electrónico con mucha gente de la India. Dada mi ignorancia sobre las distintas culturas del subcontinente cuando cuento sólo con el nombre del interlocutor hay muchas veces en las que no sé si son macho, hembra o alguna de todas estas cosas que nos están llegando de EEUU. Acaban las interacciones y ni he sabido el sexo de mi interlocutor ni me ha importado. A mí mientras me resuelvan el problema me da igual chatear con hombres, mujeres, grupos intermedios o robots. En un mundo tan frío e impersonal no sé a qué viene darse tanta importancia.


Destitute – destituido : falsos amigos o no

27/03/2022

Destitute (indigente o destituido)

Esta salió hace unas semanas en una guasapeada banal. En inglés se suele decir destitute con el significado de pobre de solemnidad. Estuvimos discutiendo si era un falso amigo de destituido y mi veredicto fue y es que aunque en la práctica sí, no tendría por qué ser así

De hecho el DLE dice que destituir, aunque poco usado, es también privar a alguien de algo. No sólo de un cargo en que es el sentido en el que suele o solía usarse antes de que a alguien se le ocurriera convertir en transitivo al verbo cesar.

destituir (del latín destituĕre)
1. tr. Separar a alguien del cargo que ejerce.
2. tr. p. us. Privar a alguien de algo.

De hecho, buscando en libros y sobre todo hasta el siglo XIX, encuentro muchas expresiones que comienzan con «destituido de…» y a continuación aparecen fe, razón, recursos, vigor, padres, ventajas, prendas militares y políticas… por poner sólo varios ejemplos. Teniendo todo esto en cuenta no me parecería mal decir «un hombre destituido» como en inglés dicen destitute man a quien ha sido privado de todo. Pero como en la práctica no se hace ni dice, pues puede servir como falso amigo.

 


Historia de la lengua española, de Rafael Lapesa

27/02/2022

Octava edición

Este fin de semana, en lo que el orden mundial posterior a 1989 se desmoronaba, me he estado entreteniendo con la clásica Historia de la lengua española de don Rafael Lapesa. Este de la lingüística histórica es uno de los campos en los que a veces hago incursiones de aficionado. Siempre descubre uno alguna etimología, curiosidad o conexión entre palabras que desconocía o en la que no había reparado con anterioridad. Por ejemplo, el vínculo entre afición y afección.

Es uno de esos libros cuya lectura valdría más que uno de los cursos de lengua española en cualquiera de los años del bachillerato, aunque a la postre son setecientas páginas y pareciera que la intención es que el alumno no tenga que leer tantas entre todas las materias y cursos de la educación secundaria.

Acaso por conocer menos esa parte de la historia he disfrutado especialmente los capítulos III y IV: «Latín vulgar y peculiaridades del latín hispánico» y «Transición del latín al romance. Época visigoda», pero sospecho que al que se acerque a este campo por vez primera habrá otras que le resulten más estimulantes. Aunque se usa un sistema similar, me resultó incómodo que para expresar las pronunciaciones no se utilizara el alfabeto fonético internacional que conozco de la Wikipedia. No sé si se habrá hecho en alguna edición posterior.

Supongo que volveré a esta obra a rebuscar información y quizá a copiar algún fragmento curioso.


Fernsprecher

10/02/2022

Cabina de teléfono de época

Estaba viendo un documental en la tele y en un momento en que estaban en Alemania ha salido una cabina de teléfonos antigua que llevaba escrito «Fernsprecher» en ese tipo de letra tan típicamente alemán y tan doloroso de leer que no es de extrañar que se llame Fraktur. Fernsprecher: aunque uno no haya visto nunca esta palabra si sabe algo de la lengua germana deduce su significado sin dificultad (sobre todo si la ve sobre la puerta de una cabina telefónica) ya que fern quiere decir ‘lejos’ y sprechen es ‘hablar’. Teléfono en alemán moderno se dice Telefon y por lo que veo esto otro sólo se usa para hablar de los viejos tiempos o para referirse a modelos de terminales muy antiguos (digo yo que tal y como hacemos si al llamar velocípedo y gramola a un tipos específicos de bicicletas y tocadiscos).

En vascuence había una palabra que era urrutizkina, formada a partir de urruti ‘lejos’ e izkina que quiere decir ‘esquina’, así que más difícil de imaginar (me imagino que el campo semántico es el de hitz pero esto se inventó antes de la guerra de las haches). Esta palabra aparecía escrita en varios sitios pero que creo que en el mundo real ni tuvo opciones frente a la más mundana telefonoa ni la dijo nadie jamás, cosa que tampoco puedo confirmar dado que nunca he hablado vasco fuera de un aula.

De entre las lenguas europeas me parece que sólo en galés, islandés, finés y letón se llama al teléfono algo que uno no reconocería inmediatamente.


Lingüística de valla publicitaria

04/02/2022

Blackrock station 01.09.2006 – She’s only after one thing

Pocos años antes de que las tuvieran todos los teléfonos me compré una cámara digital barata. Los primeros meses hacía fotografías de cualquier cosa y así tengo un par de cedés con fotografías de Dublín en 2006 y 2007 que hasta cierto punto tienen el valor de documentar la realidad de la época, la de aquella ciudad sucia y llena de grúas. Algo después se me pasó la tontería o la cambié por alguna otra y dejé lo de hacer fotos como un poseso.

En la estación de tren de Blackrock había una valla publicitaria a cuyos anuncios les tiraba fotos a menudo. No sé si el sugerente anuncio de las patatas fritas y la moza que «sólo busca una cosa» llegaríamos a verlo hoy tras la ola neopuritana. A mí me sugiere algo mucho menos inmediato que lujuria o gula y es una de las particularidades del inglés que se habla en Irlanda.

Si dijéramos «I’m after having chips» la mayoría de hablantes de la lengua inglesa entendería que ‘tengo ganas de comer patatas fritas’, sin embargo en Irlanda eso quiere decir ‘acabo de comer patatas fritas’, que si se piensa es incluso más lógico. Según he leído esta construcción del pasado reciente es una característica gramatical que proviene de traducir literalmente del gaélico al inglés.

 

Esta foto de la valla no la tengo a mano

Ya que estamos en la valla publicitaria que veía a diario al ir y volver del trabajo, recuerdo otro anuncio en el mismo lugar. Éste estaba protagonizado por el futbolista francés Cantona que decía que Compromise is not an option mientras anunciaba un canal televisivo de deportes. Ahí caí en la cuenta de que compromise y compromiso son falsos amigos. Si hay algo que se le debe exigir a un deportista profesional en el campo es precisamente compromiso. Lo que quiere decir la frase es que no hay medias tintas, que se juega a todo o nada y que ni conchabarse ni ceder son opciones aceptables. Para decir compromiso en inglés la palabra sería commitment.


Peligrosamente

13/12/2021

Sabía que no hacía tanto que había vuelto a ver la película Legal Eagles. Al parecer fue el año pasado por estas fechas. Tampoco recordaba que en español la habían titulado Peligrosamente juntos. Es un título extraño pero suena como a título de película. Tengo el recuerdo de estar leyendo la cartelera en el periódico hace muchos años y sentir como me rechinaba el título de una película: El año que vivimos peligrosamente, que es de 1982. Fue la primera vez que tuve consciencia de este extraño aunque no incorrecto adverbio que a mí me parece un tanto bastardo.

En textos más antiguos «peligrosamente» suele aparecer en traducciones del francés en las que se refiere a personas «peligrosamente enfermas» y luego ya en las últimas décadas aparece en textos traducidos del inglés con mucha frecuencia. A mí me parece que no acaba de funcionar en un castellano natural porque los peligros son omnipresentes y cuesta atribuírselos como adjetivo a un actor o como adverbio a una acción. No sé exactamente qué aportaba que no tuvieran «temerariamente» o «imprudentemente» y mientras que en inglés o francés el coste de convertir algo en adverbio es una mera sílaba en nuestro idioma es un par de sílabas más económico decir «con riesgo» o «en peligro».

Para gustos los colores. Esta reflexión mínima me ha hecho saltar en la memoria la siguiente estrofa de Rusia, poema de Miguel Hernández que aparece en El hombre acecha. El adverbio aquí es inmensamente:

Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.


Lengua e identidad nacional en Grecia

04/12/2021

Lengua e identidad nacional en Grecia (1766-1976)

Una de las carencias de mi bachillerato fue que nunca cursé griego. Al final, a base de lecturas uno acaba recordando algunas raíces y reconoce el alfabeto aunque me cueste medio minuto pseudodescifrar una palabra corta. Aparte de eso poco más. Hace unos años trabajé con un grecoaustraliano y un día estábamos en el pub y no sé qué pasó con un mechero que yo le pregunté que si fuego era «piro» o algo parecido y el me dijo que eso era en griego clásico y que en la lengua moderna era «fotia». Aunque no sabía cuánto, ya intuía que el griego moderno debería ser aproximadamente tan diferente del clásico como el español del latín y que como los cuatro prefijos y sufijos que sabemos provienen de aquellos tiempos no podrían servirnos para desenvolvernos demasiado bien en la Grecia actual.

Con más atención de la que habría debido por causa del poco aprovechamiento al que me condenan mis limitaciones he estado leyendo estos días «Language and National Identity in Greece, 1766-1976» de Peter Mackridge. Sigo sin aprender nada de griego pero al menos he comprendido mejor cómo ha funcionado el idioma o los idiomas de los griegos (o dígase de los helenos o de los cristianos ortodoxos orientales) sea en la Hélade antigua, en Bizancio, el imperio Otomano, la Grecia independiente o las islas Jónicas dominadas por los británicos. La interacción y combinación de las normas lingüísticas con estas identidades y en estos territorios bajo el imperio de diferentes autoridades estatales hasta llegar, aunque haya sido por una ruta muy diferente, a una situación homologable a la del resto de los Estados-Nación europeos, es la trama que el libro trata de desentrañar.

Antes de la independencia de Grecia la religión era el principal factor identitario entre las poblaciones de habla griega del imperio Otomano y la lengua queda casi siempre en segundo plano. Por entonces la palabra «helenos» había quedado antigua y significaba algo así como «paganos». Este párrafo refleja de un modo simplificado el tema de los diferentes nombres de los griegos, y su lengua, así como su religión y su lengua en la fase prenacional:

La lengua que se hablaba predominantemente en lo que hoy es Grecia se conocía coloquialmente como romaico y era claramente distinta de cualquier otro idioma moderno. Al mismo tiempo, era obvio que el romaico estaba estrechamente relacionado con la antigua lengua de Grecia, que se conocía en griego como elliniká [helénico] y que todavía usaban algunos eruditos del mismo modo que se hacía con el latín en Occidente. El término romaios/romiós se utilizó para describir tanto a quienes hablaban romaico como a los cristianos ortodoxos del imperio Otomano en general. La lengua fue utilizada como marcador identitario más por ciertas elites que por las masas populares (y que por el patriarcado de Constantinopla). Así, la distinción entre los dos significados de romioí – «los griegos» (o cuando menos los hablantes de griego) y los cristianos ortodoxos del imperio Otomano en su conjunto – puede coincidir con la distinción entre las diferentes concepciones que tenían las elites y las clases populares. Aparte de esta ambigüedad semántica, el problema del término romaios era que, en griego antiguo, se refería a un pueblo diferente, a saber, los antiguos romanos, a los que en romaico se llamaba romanoi.
Esta fue la razón que dio Eugenios Voulgaris en 1768 para usar graikós en lugar de romaios en una traducción de Voltaire, justificándolo además por el hecho de que este nombre existía antes que la palabra «heleno», que, además, la gente asociaba con la idolatría. Sin embargo, algunos intelectuales percibían que graikós era un nombre impuesto por extranjeros a los griegos . Otro factor de complicación fue que los hablantes de lenguas latinas de los Balcanes se llamaban a sí mismos rumâni / români [romanos o rumanos] y armâni [arumanos]. La única salida posible era que los griegos modernos se llamaran a sí mismos helenos y llamaran helénico a su idioma.

Y más o menos el debate lingüístico a lo largo de siglo y medio estriba en si la lengua de los griegos contemporáneos es la de los antiguos y si se debe intentar que se parezca a esta. El punto de llegada, 1976 o 1982 supone la victoria de la variante demótica (popular o coloquial) al ser aceptada como estándar del griego moderno tras dos siglos de promoción de la variante arcaizante que se conoce como katharévousa (término que significa «purificado» y entiendo que será pariente de «catarsis») y que había sido el referente del griego moderno culto en el siglo y medio de independencia.

Aparte de esto no es que haya aprendido demasiado del griego. La fiebre purificadora del siglo XIX lo purgó de palabras turcas pero también de palabras italianas. Por ejemplo: familia se decía así del italiano famiglia, pero ahora es oikogeneia o ecogenia: lo nacido en el hogar. Esto de quitarle al griego las palabras turcas hizo que para muchos hablantes resultara un idioma de laboratorio. Lo de quitarle las italianas, al cabo latinas, ha hecho que el griego se diferencie de las demás lenguas europeas, que a veces usan casi todas la misma palabra latina para un concepto.

El otro pilar del libro, el de la identidad nacional, resultará más comprensible para quienes como yo desconozcan la lengua. Uno de los protagonistas de la Historia y del volumen, Adamantios Korais, dijo en una conferencia en Francia en 1803 que los griegos eran  «un pueblo preparándose para convertirse en una nación», frase que me evoca el modelo de fases de Miroslav Hroch.

 

En todo caso, todo con la independencia en la década de 1830. Debo mencionar que por este libro he descubierto que entre 1827 y 1834 Nauplia funcionó como capital del estado griego. Esta ciudad se conoció como Nápoles de Romania y de allí provenía uno de los griegos que arribaron a Sanlúcar con Elcano. Es importante tener en cuenta que la Grecia independiente es territorialmente dinámica a lo largo de las décadas: el nuevo país va ganando territorios y (en ocasiones los pierde) a lo largo del tiempo. Lo mismo puede ser dicho en cuanto a las poblaciones sobre las que el nuevo estado ejerce sus funciones (incorpora una notable población de lenguas eslava, latina, albanesa y turca) pero también son dinámicas las ideas sobre la identidad:

La década de 1850 en Grecia fue un periodo de furor nacionalista y fervor religioso. Una de las razones fue que en 1853 se cumplían cuatro siglos de la Caída de Constantinopla en manos turcas. En la guerra de Crimea (1853–56), Francia y Gran Bretaña se pusieron del lado de Turquía para impedir cualquier intento ruso de tomar el imperio Otomano. No contentos con ello impusieron un bloqueo a los puertos griegos durante la duración del conflicto para evitar que Grecia pudiera ofrecer ayuda a Rusia. Muchos intelectuales griegos que hasta entonces habían estado satisfechos de ver a Grecia como parte de Europa occidental se dieron cuenta de que además de la lengua el principal elemento de la identidad nacional era la religión ortodoxa y de que la protestante Inglaterra y la católica Francia habían formado una alianza impía con los musulmanes otomanos para combatir a los ortodoxos rusos.
En la misma época los dos polos históricos de la identidad griega; a saber: la tradición ortodoxa moldeada por Bizancio y el legado de la Antigua Grecia promovido por la Ilustración; que con anterioridad habían sido considerados mutuamente excluyentes, pasaron a ser considerados las fuentes gemelas de la legitima existencia nacional de la Grecia moderna.

La evolución lógica es que el estado sea considerado un recurso por quienes lo controlan y que aparezca la tentación de excluir de sus ventajas a los que quedan fuera.

Para 1853 el ambiente ideológico había cambiado. La lucha por la independencia política del imperio Otomano había sido superada por la Megali Idea [Gran Idea] expresada por primera vez por Ioannis Kolettis en 1844.
Cuando el nuevo estado griego alcanzó su independencia alrededor de 1830 tenía unos 800.000 habitantes, una cifra que representaba solo una cuarta parte del total de la población griega en Oriente Próximo. Los restantes vivían en el imperio Otomano o en el protectorado griego de las islas Jónicas. El objetivo de la lucha nacional era consolidar el estado y expandirlo incorporando a los griegos irredentos.

La Gran Idea se originó a partir de la coexistencia, dentro del estado griego, de «autóctonos» (griegos de dentro de las fronteras del estado) y «heteróctonos» (griegos de otros lugares). Tuvo mucha recepción la idea de que aquellos griegos que habían llegado al país desde otros lugares tras la Guerra de Independencia debían ser excluidos de la ciudadanía griega y prohibírsele ocupar cargos públicos. Tras el éxito en 1843 de la revolución que pedía un gobierno constitucional los debates en la asamblea encargada de redactar la constitución vieron una larga discusión respecto a si los futuros parlamentarios debían ser originarios de los distritos electorales que representaban. La disputa resultante ha sido descrita como una «crisis de identidad» de la sociedad griega. Entre los miembros que habrían de quedar excluidos de la asamblea por esta disposición estarían Kolettis, médico de origen arumano de Syrrako (Epiro), que había sido médico de Ali Pasha de Ioánina y posteriormente embajador griego en París. La disposición se aprobó aunque se hizo una excepción para Kolettis y algunos otros heteróctonos. El debate destacó el conflicto entre dos visiones opuestas de la identidad griega: identidad estatal e identidad étnica.

Esto de la identidad étnica suena un poco más primitivo que identidad nacional pero en griego quizá no… hace poco tuve que enviar una carta a una calle que se llamaba Ethnikis Antistaseos. Hay muchas que se llaman así en Grecia. Me entró la curiosidad por saber qué quería decir: significa «resistencia nacional».

No se me ocurren demasiadas similitudes entre la situación del griego y otras lenguas nacionales europeas. En algún lugar del libro se dice que el mito fundacional del griego moderno es la pureza mientras que el del francés es la claridad (y que por ella se separa del latín). Todas las lenguas neolatinas se han separado del tronco del latín y sus hablantes no sentimos el peso de ese legado del modo en que los griegos llevan el suyo. Del mismo modo que puede haber griegos que crean que su lengua es la de Demóstenes en el País Vasco hay muchos que creen que el castellano desciende del latín pero que el vasco ha sido siempre igual y la falta de registros arcaicos favorece esa ilusión. El vascuence tiene también registros en dos niveles uno con vocación étnica y otro con vocación nacional y en tanto esta diglosia queda oscurecida por la más importante que se da en el país no queda claro si seguirán en equilibrio o si alguno prevalecerá.

Todavía hay mucha historia que contar. A principios del siglo XX había más griegos en Constantinopla que en ninguna ciudad de Grecia y tantos en Esmirna como la población total de Atenas. Los intercambios de población entre Grecia y Turquía de 1922-23 todavía se hacen teniendo en cuenta la religión en vez de la lengua. Para la próxima tengo anotadas varias biografías heterodoxas que, al no encajar con el proceso nacionalizador, ilustran su contingencia.


La puta vieja y la vieja puta

24/10/2021

Estalinista

Estaba leyendo noticias y he caído en una sobre una manifestación de prostitutas de ayer en la que protestaban contra los planes del gobierno para abolir la prostitución (no creo que tal cosa sea posible pero parece que esa intención tienen). Una de ellas llevaba una pancarta que rezaba «putas feministas» y es divertida la ambigüedad de significados. Si significa que las putas feministas del gobierno les quieren joder su modo de vida o si lo que quiere decir es que las putas que reclaman poder seguir haciendo su trabajo también son feministas: putas feministas. Parece que se trata de lo segundo pero como el feminismo son tantas opiniones distintas y contradictorias la gracia sigue ahí.

Esto me ha recordado una nota que tenía por ahí de cuando leímos la biografía de Carrillo que escribió Paul Preston. En un momento dice que en una época cuando hablaba de Dolores Ibárruri, Carrillo se solía referir a ella como «old whore» y yo en aquel momento retrotraduje y supuse que las palabras originales habrían sido «puta vieja», expresión en la que «puta» sería, aunque no necesariamente, el adjetivo intensificador en vez del sustantivo, por lo que en inglés sería «bloody old woman» (o lo mismo con la esotérica palabra que comienza por efe y no se puede escribir).

That Carrillo’s relationship with Antón had not been as straight forward as he implies in his memoirs was made obvious by his role in the denuntiation and subsequent interrogation of Pasionaria’s ex-lover. Indeed, it has been alleged that, in private, Carrillo used to refer to Pasionarioa herself as ‘the old whore’ and to Antón as ‘her pimp Paco’.

A decir verdad sí que hay una alusión sexual en el párrafo, en el que también se indica que Carrillo decía de Francisco Antón que era «su chulo» (de la Pasionaria) y de hecho, en la traducción española (El zorro rojo) lo que pone es «vieja puta» en vez «puta vieja» (pero a saber sí esto está revisado por el autor o qué). En todo caso hay ambigüedad porque casi tanto da decir «la vieja puta y su chulo» como «la puta vieja y su chulo» y en ninguno de los órdenes es estríctamente necesario que una u otra palabra sean el adjetivo o el sustantivo.

No sé si habrá mejor ejemplo para mostrar que epíteto es tanto un tipo de adjetivo como un insulto.