Durante las últimas semanas he hecho poco más que trabajar. Una de las ventajas de lo que hago es que puedo escuchar la radio mientras lo hago, que más que la radio es una pestaña abierta en el navegador con el Youtube puesto. También más apropiado que llamarlo escuchar es decir que lo que puedo hacer es oír y que lo que no puedo hacer es mirar, así que tengo que escoger vídeos de conferencias o en los que se cuenten cosas, siempre que no dependan demasiado de la imagen. Un subgénero en el que me he introducido recientemente es el de las experiencias de gente que vive en un país diferente al suyo. He visto (oído) varios de americanos tanto gringos como hispánicos que residen en España. Como no puede ser de otra manera un tema de discusión habitual es el de las diferencias y choques culturales.
Con eso de que el Youtube te sugiere contenido similar al que ya has visto, no los he tenido ni que buscar. También me han interesado bastante los de hispanohablantes que residen en el Japón, que como salto de nivel en lo de las diferencias culturales no está nada mal. A través de uno de estos supe de un marco cognitivo del que no había tenido noticia con anterioridad: Las cuatro etapas del choque cultural descritas por el antropólogo Kalervo Oberg en 1954.
- Fase 1: Luna de miel
- Fase 2: Rechazo / regresión
- Fase 3: Ajuste / negociación
- Fase 4: Dominio
Me recordaban bastante las famosas cinco fases del duelo de Kübler-Ross, pero estas no aparecieron hasta 1969 así que si alguna influencia existiera habría de ser en sentido contrario. El modelo de Oberg tiene forma de U, pero existe algún otro similar como el de 5 fases de Gullahorn y Gullahorn (1963) con forma de uve doble que refleja altibajos y el choque cultural inverso que muchos experimentan al retornar a su ambiente cultural inicial. Sin haber conocido antes estos modelos no me resultan nada extraños y creo que puedo encajar mis propias experiencias en algo parecido, con algunos matices que se podrían mencionar.
Yo diría que mi experiencia de inmigrante (o lo que sea) español en Irlanda condensó los sentimientos más intensos, tanto de luna de miel como de rechazo, de modo simultaneo a lo largo del primer año de estancia. Creo que encontré muy pronto mi fase 3, que yo denominaría de equilibrio y que nunca he estado ni llegaré a la fase 4 de dominio de la cultura irlandesa. La única forma que he tenido y tengo de estar aquí es siendo muy individualista y manteniéndome muy al margen de las movidas irlandesas, de sus costumbres y de su estructura de clases. Permaneciendo al margen es imposible llegar a la cúspide de esta sociedad, pero los individualistas tampoco suelen tener esas ambiciones.
En cambio creo que puedo decir que nunca he experimentado el llamado choque cultural inverso: cuando estoy en España las cosas, incluidas las que no me gustan, tienden a resultarme normales. De todos modos sí que diría que a lo largo de los años Irlanda ha ido metiéndose en mí, aunque es difícil separar los efectos de la exposición a otra cultura de los propios cambios que uno vive a causa de sus propias experiencias o meramente de la edad.