En estas semanas en que ha comenzado la vacunación contra el covid-19 me he encontrado, tanto en la prensa española como en la irlandesa, numerosas noticias sobre personas que aprovechándose de su cargo o de sus conexiones se han vacunado antes de lo que les habría correspondido por su grupo de edad y condición médica. No está mal que se constaten estos hechos, sin embargo hay sorprendentemente pocas noticias sobre los niveles de vacunación y el plan en sí. Es decir que en vez de informarnos de cuántos miles de personas se han vacunado en una semana, cuantas sería deseable que lo hicieran, cuál es el plan, en qué zonas falla más, cómo podría mejorarse etc. nos quedamos en el cotilleo de que tal concejal de no se qué pueblucho se vacunó antes de tiempo porque conocía al médico de la residencia de ancianos. Achaco esta tendencia a la poca capacidad que tiene gran parte de los medios de comunicación para convertir la información en conocimiento, que es paralela a la escasa capacidad de gran parte de la población para asimilarlo.
Por otra parte, conociendo el carácter nacional español (si tal cosa existe) me temo que de modo inconsciente se ha generado una estrategia maravillosa. Al fin y al cabo, tarde o temprano y por mal que se haga, la vacuna acabará llegando a todo aquel que la requiera. Seguramente, sumando todos los casos de enchufismo juntos, en el peor de los casos a alguna persona le llegará unos días o semanas más tarde de lo que habría debido. Creo que si todos los que andamos por aquí hemos sobrevivido a un año de esta peste seremos capaces de mantenernos a salvo una semana más para que concejales, gestores de hospitales, otras autoridades de dudosa moralidad y sus parientes se vacunen primero. Al fin al cabo es algo de lo que también precisamos ya que no nos basta con vacunarnos y quedar protegidos individualmente sino que necesitamos que se vacune un porcentaje significativo de la población para que la sociedad en su conjunto también esté protegida.
Mayor problema que estos casos de amiguismo me parece que suponen los antivacunas. Ciertamente no a corto plazo ya que en el momento presente hay bastantes más personas queriéndose vacunar y que no pueden hacerlo aún que personas obligadas a vacunarse contra su voluntad. En todo caso, asegurarse de que se vacuna si no el 100% al menos el 80% de la población en vez del 60% o el 40% sería un objetivo a conseguir. Una de las mejores formas de conseguirlo en España es a través del pecado nacional: la envidia. Se trataría de que concejales, cargos orgánicos de partidos, consejeros del Ibex 35, empleados de la SGAE, inspectores de hacienda, la federación española de fútbol y protagonistas y reporteros de la prensa del corazón se vacunen antes que nadie y de que se sepa. Un tipo de español cercano al promedio va a entender a través de su instinto algo que le costaría más comprender leyendo los informes de los ensayos clínicos: que si todos esos hijos de puta se están vacunando y a él no se lo ofrecen es que la vacuna tiene que ser algo bueno.