Esta parte del mundo
Antes de que se me acabe de junio voy a dejar escrito que se han cumplido veinte años de aquella vez que fui a pasar cuatro días a Helsinki, el tercero de los cuales acabó siendo ser una excursión en la que atravesamos en barco el golfo de Finlandia para pasar el día en Tallin, capital de Estonia y regresar por la noche. No recuerdo cuánto tardaba el barco en llegar, creo que el billete de ida y vuelta me costó unos sesenta euros, que me pareció caro pero quizá no lo fuera tanto ya que tuve que ir a más de una taquilla, de diferentes compañías, y al parecer no era tan sencillo conseguir billete de un día para otro y la tarifa dependía precisamente de eso.
Pikk tänav – Calle larga
En el barco de ida ya había gente bebiendo desde primera hora de la mañana. Cosas de las gentes del norte. El caso es que salí de la Unión Europea y me aparecí en Tallin con buen tiempo. Estaba en medio de una soledad soleada de asfalto pero desde el puerto se podía llegar al centro histórico de la ciudad a pie. Lo primero con lo que me encontré por la zona portuaria y antes de llegar a las murallas fue un acto de confraternización parecido a un pícnic de algún tipo de iglesia rusa. Recuerdo que sobre todo las chicas iban muy elegantes y todos llevaban una tarjetita con su nombre.
Rincón pintoresco
Entré por una calle cuyo nombre, Pikk, ahora sé que quiere decir calle larga. Como mi día estuvo dedicado al callejeo no recuerdo ninguna visita a nada en especial. Sí que vi unos tenderetes en el lado interior de la muralla (Müürivahe tänav) y que por allí salí y en el escaparate de una inmobiliaria pude comprobar que en Estonia existían apartamentos, vaya usted a saber dónde, por lo que al cambio eran dieciocho mil euros. Recuerdo que paré a comer en un restaurante que estaba bien sin ser caro y en el que un gringo le preguntó a la camarera cuál era el nombre de la divisa estonia. Al menos eso yo sí lo sabía En cambio me pareció indignante que esta camarera hablara inglés mejor que yo, que ya llevaba casi tres años viviendo en Irlanda.
´Cúpulas de la catedral ortodoxa de Alexander Nevsky
Llegué a un mirador donde se alcanzaba a ver una buena sección de la parte vieja de la ciudad. Allí un tipo que intentaba vender cedés me estuvo contando cómo de importante es la música en la cultura estonia. En parte como en todas, pero ellos tienen su especie de sambódromo para concursos de canción y festivales corales y, por supuesto, estas manifestaciones de lo dionisíaco habían tenido su relevante papel en la formación del nacionalismo y en la actividad política que dio lugar a la independencia. Según veo este mirador está en un lugar llamado Kohtuotsa, nombre que tiene algo que ver con juzgados. Hay muchos consulados por allí. Acabo de ver el de España en Street View y da bastante miedo.
Veinte años menos
Otro de los lugares a los que me asomé fue la catedral ortodoxa de Alejandro Nevski, personaje principesco del siglo XIII, antecesor de los zares (zar es un título posterior). En la historia del mundo rusófono sería algo así como lo que para nosotros son los reyes de León. Y además santo, como Fernando III. En mi ignorancia de la liturgia y el arte de las iglesias orientales me pareció todo reluciente, desconcertante, hermoso e incomprensible, así que le tiré una foto a las cúpulas.
Callejuela estrecha de Tallín
Por lo que he visto hoy en día las fachadas están bastante mejor pintadas que por aquel entonces. También me parece que tanto la capital como el país han prosperado mucho. De hecho, en 2021 superaron a España en PIB per cápita ajustado por poder adquisitivo. Compruebo que hay en Tallin bastantes más negocios para los turistas que en 2002, dónde en cuanto me alejaba un poco de las calles principales del centro histórico me metía en pleno siglo XIX.
Escenario callejero
Cerca de la calle ancha (Lai tänav) que es paralela a la larga, en un lugar llamado Aida, que no sé si quiere decir algo o es por la ópera de Verdi, había una especie de escenario de teatro que me sorprendió mucho y favorablemente, dentro del aspecto un tanto desmejorado pero mejorando que tenía casi todo.
Las últimas horas las pasé en una especie de mercado medieval que había en la plaza mayor de la población y donde compré un marcapáginas de cuero y una cuchara y un tenedor de madera que seguramente anden aún en algún lugar en casa de mis padres. Antes de volver al puerto me paré junto a la muralla en el monumento al desastre del Estonia, que no se refiere al país sino eal barco hundido en 1994, naufragio que me parece que ha dejado poco en la memoria colectiva europea, aunque es de esperar que en Suecia y Estonia se recuerde mucho más. Curiosamente aquel mismo 2002 había visto el memorial que conmemora el mismo evento en Estocolmo. Por allí fuera de las murallas había unos adolescentes fumando y haciendo cosas de adolescentes y así salí de la Tallin medieval, conocida como Reval antes de la edad de los nacionalismos.
Plaza del ayuntamiento de Tallin
Me volví para el barco y allí me di cuenta de que debía de ser el único pasajero que no volvía a Finlandia con cajas de cervezas y licores. Como una parte importante de los retornados había dedicado el día al bebercio parecía que más que un barco regresaba una discoteca. Aunque tarde, Todavía era de día cuando llegué a Helsinki. La amiga de Gutiérrez me había dado su dirección para que me pasara tras volver de mi excursión porque iban a estar allí tomando algo. Me parece que no fui capaz de entender el telefonillo de su portal y me volví al albergue. Creo que tampoco volví a volver a Gutiérrez en Dublín. Años después supe por un amigo común que él y la finlandesa se habían dejado.
Calles de Tallín
Unas semanas antes de mi llegada se había celebrado en Tallin el festival de Eurovisión. Creo que fue el año en que al menos en España y a causa de los concursos de talentos empezó a recuperar popularidad tras décadas de declive. Así que cuando le contaba a la gente que había estado en esta ciudad, me solían comentar lo del Eurovisión. Hoy día Estonia está en la OTAN, en la UE y en la Eurozona, me imagino que hay vuelos baratos al país desde todas partes sin tener que llegar en barco y el que no va, es porque no quiere o no tiene interés. Han superado el sovietismo, han progresado bien y la etapa optimista no ha concluido hasta este periodo 2020-2022 marcado por el covid y por la invasión de Ucrania. Veremos qué resulta de esta incertidumbre.