Vida y muerte de Manuel Gutiérrez

15/10/2023

Ofensiva de Zaragoza (agosto-septiembre de 1937)

El día que vi la película de Chapáyev había estado haciendo antes unas búsquedas y al intentar escribir el nombre del protagonista a la francesa tecleé «Tchepaieff» con la curiosa fortuna de que acabé en una página sobre la historia militar de la provincia de Castellón en la que se publicaba el diario de un miliciano que apareció cerca de Zuera, en el frente de Aragón, junto al cadáver de su autor y que un soldado del bando contrario había conservado durante más de sesenta años. La última entrada, del sábado 11 de septiembre de 1937, dice así:

Estamos acuartelados bajo los olivos; se esperan órdenes de un momento a otro se dice que para marchar a la línea de fuego. Hemos dormido mal; es triste sin embargo estar descansando (¿) y tener que dormir sobre lo labrado y bajo el techo bonito pero poco acogedor de los olivos, el azul cielo y las plateadas estrellas… pero paciencia; ¡es la guerra!…
Esta tarde hemos ido al cine pero no sé por que causas se ha suspendido el festival; lo siento porque tenían que hacer la película “Tchepaieff”.

Así que en un mismo día vimos un filme y supimos que hubo un hombre que murió y que la última nota que dejó escrita indicaba que se había quedado con las ganas de ver esa misma película. No pude sino ir al principio para leer las pocas páginas de espacio que ocupa todo el diario desde que comienza a escribirlo el día 6 de abril de 1937 hasta su muerte cinco meses después.

El contexto bélico es el de la ofensiva de Zaragoza, preludio de la más conocida batalla de Belchite. No es que el diario contenga ninguna información especial, es más bien una cosa personal que registra sobre todo aspectos cotidianos, casi domésticos, de la vida del soldado. Lo más fascinante es quizá que nadie haya recordado después a este hombre ni se sepa más de él que lo que dejó escrito en esas líneas: Un barcelonés llamado Manuel Gutiérrez que persiguiendo un ideal murió en la guerra de España, en Aragón.

Como no considero que sea un material demasiado publicable por si solo (quizá su mejor oportunidad estaría en alguna compilación de textos de diaristas) he querido humildemente darle algo de difusión  desde estas líneas por si pudieran contribuir a que se cierre alguno de esos círculos de la casualidad que produce la Historia.

Me parecieron interesantes sus consideraciones del 15 de agosto y la carta que envía desde Fraga a un amigo de Sabadell el 17 tras decidir abandonar la CNT para integrarse en la JSU:

Día 15, domingo

Esta mañana ha tenido lugar un mitin en el “Cigonye” – la rambla de Fraga. Han hablado Matas, Comisario de la 27 División, Trueba, el Secretario del Partido Comunista Aragonés, el Comisario de la Brigada Lister. Todos han definido las luchas internas de Aragón y la opresión de que han sido víctimas los trabajadores del campo por parte de los incontrolados en nombre del régimen libertario. Dijeron que de ahora en adelante se haría justicia inexorable contra el atrevido que osase aniquilar la vida a un soldado o a un campesino; y no tengáis miedo porque la ribera del Cinca está liberada gracias a la presencia de los soldados del pueblo.

No se ha efectuado el entierro de los cuatro asesinados que fueron abandonados en la sierra por los incontrolados.

Ya no he podido aguantar más; hoy precisamente he comprendido, mejor dicho he acabado de comprender, que estoy desplazado de la organización a la cual pertenezco. Me he decidido a afiliarme a las Juventudes Socialistas y así lo he comunicado al amigo Sales. Muchas cosas han influido en mi espíritu para llegar a este extremo. El buen trato que siempre he recibido de los compañeros socialistas entre los cuales nunca me he sentido extraño y que idénticos derechos que ellos he tenido y en sus reuniones de célula siempre he podido manifestar mi opinión; siempre he encontrado acertadas las consignas lanzadas por el C.S.V.C. a pesar de que, a veces he dudado de la buena intención de los que las proclamaban. A estas consignas han debido de amoldarse las demás organizaciones cuando ya no les ha sido posible seguir su grupo de equivocaciones. Reconozco – como ha de reconocer todo hombre consciente – que para llegar a la completa liberación humana es de necesidad imprescindible una firme organización, – un régimen de transición – y naturalmente surge la idea de gobierno. Prácticamente he observado todo eso y muchas otras cosas más y delante de los errores y desmanes de los fanáticos que integran la C.N.T. – en Fraga he observado que hay más de los que creía – me he hecho a mí mismo la siguiente pregunta – “¿Soy socialista o anarquista?” – y sin titubeo he respondido – “Soy un revolucionario pero sin apartar la mirada del Más Allá me adapto a las circunstancias del momento y freno los ímpetus que empujan los pies de mi ideal y con paso lento pero seguro marcho hacia la Libertad Humana” -. Así pues mi lugar está a las J.S.U.C.

Hasta las dos de la mañana he estado con el compañero Sales hablando al fresco y contándole las causas que han motivado mi resolución. Ha quedado perplejo pues no ignora las controversias que había tenido a este respecto con el compañero Sovaint y Pueyo, en las cuales me mostraba fuerte en mis teorías; pero !ah! las luchas que he sostenido yo en mi interior hasta este momento en que he quedado desengañado del todo.

Yo sé que no he cambiado nada; soy el mismo de siempre. Quienes han cambiado son los teóricos del anarquismo. Sé que la C.N.T. no se comporta con dignidad y estoy satisfecho por haber tenido suficiente fuerza de voluntad para separarme.

Estaba pensando que en el mismo escenario histórico nuestro hombre hace el camino político inverso al de Orwell  que es como decir al del protagonista de la película que en 1995 dirigió Ken Loach, Tierra y libertad.

A pesar de los pequeños avances republicanos en estas jornadas de septiembre y luego en diciembre-enero en Teruel, toda esta zona caerá en manos del ejército de Franco a lo largo de marzo de 1938.

 


Valle de Cuelgamuros

19/08/2023

La famosa vista

Hay una película a la que en español llamaron Atrapado en el tiempo (1933) y cuyo tema principal, el del día de la marmota, también ha quedado como un cliché que sin duda es tan apropiado como el título para el lugar en el que estuvimos a principios de este mes, que recurrentemente retorna al debate político y los medios. Desde que en 2022 se aprobó cierta ley se llama oficialmente Valle de Cuelgamuros al que hasta entonces se había conocido como Valle de los Caídos, aunque creo que este nombre va a perdurar bastante si es que alguna vez deja de usarse del todo. Es complicado cambiarle el nombre a las cosas.

El funicular

Hay una razón adicional y personal por la que el título de la comedia protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell me parece adecuado y es que, hace ya unos cuantos años (creo que en el verano de 2005), también estábamos en Salamanca y también nos tocó ir a buscar a alguien que llegaba por la tarde al aeropuerto de Madrid y surgió la idea de pasar el día en la sierra, que se está fresquito, y de paso ir a ver el Valle y El Escorial, plan que se vino abajo a causa de que era lunes, día de la semana en que cierra Patrimonio Nacional, por lo que en aquella ocasión apenas se pudo ver el afamado monasterio por fuera. Al Valle no se pudo ni subir ya que la verja impide el acceso a la carretera. Así pues, como en la película, la vida nos ha dado la oportunidad de repetir el día para hacerlo bien. En martes, como debe ser.

La explanada

Más repeticiones: En 1968 mi padre, entonces adolescente, estaba haciendo una efepé y les llevaron de excursión al Escorial y al Valle adonde ese día acudía mucha gente de la provincia de Toledo. En la explanada escucharon un discurso de Blas Piñar del que ha recordado el efecto retórico de cierta epífora durante todos estos años. Así, estamos recorriendo en este año varios de los escenarios de su juventud.

Mirando a la Piedad

Nos plantamos en la verja de acceso media hora antes de que abrieran. Sólo había otro coche esperando. Pagamos los billetes y subimos los seis kilómetros de carretera, con vistas más que hermosas, para dejar el vehículo en un aparcamiento expedito desde el que ya se observa la famosa cruz y donde descubrí que existía un funicular para llegar a la misma. Cuando mi viejo era joven subió a pie: el trenecito se inauguró en 1975. Luego nos dijeron que «por razones de seguridad» no se puede ascender a la cruz desde 2008, sin que nos quedara si dichas razones estribaban en el riesgo de que alguno se despeñase o el de que algún otro colocara una bomba. Una lástima que no se pueda llegar arriba ya que desde abajo es difícil hacerse a la idea de la magnitud de la cruz y de las estatuas.

No sé suele mentar que el valle en sí es un paraje arbolado de notable belleza natural

Tras un rato merodeando por la explanada vacía que en otros tiempos tantas concentraciones de adhesión al Régimen viera, nos decidimos a entrar a la cavernosa basílica, cuya longitud realmente yo desconocía, ya que apenas había visto imágenes del fondo de la misma, donde se encuentra el altar y hasta hace poco se encontraban las lápidas de Franco (hasta 2019) y José Antonio Primo de Rivera (hasta abril de este mismo 2023). Lo primero es pasar por un arco de seguridad y meter la mochila por un detector de metales. En los más de doscientos metros de trayecto hacia el interior de la gruta hay muchas piezas artísticas interesantes ante las que uno podría parar, cosa que hicimos frente a varias de ellas, pero la longitud del templo parece invitar a llegar al final sin detenerse. Realmente había muy pocos turistas y apenas algo de clero y unos cuantos empleados del lugar. Si uno se fijaba podía ver las losas nuevas en los lugares donde hasta hace poco se veían los nombres de estos históricos difuntos.

La del aparcamiento es la típica que no suele salir

En los espacios religiosos tiendo a sufrir el síndrome del impostor e intento asimilarme a la gente que parece saber qué está haciendo. Podría decirse que este lugar es incluso de doble adscripción religiosa, pero uno sale del paso admirando la proeza arquitectónica y escultórica. En la tienda de recuerdos no había demasiado debido a que estaban esperando material con el nuevo nombre oficial. Tras salir de la basílica tiramos unas cuantas fotos de los alrededores y nos pusimos a almorzar junto al estacionamiento. Había por allí unos chavales gringos haciendo una especie de misa de campana de esas con guitarras y timbales y el orador parecía que tenía mucho que contarles a los pobres. En estas vacaciones por el oeste español hemos visto a muchos grupos que iban o venían de la concentración de jóvenes con el Papa en Lisboa. Al final, entre todo estuvimos un par de horas en el recinto. Curiosamente, cuando la jefa aterrizó, había nos dijo que había tirado algunas fotos desde el avión al lugar donde creía que estábamos, aunque eso fue unas horas después de que nos hubiéramos ido.

Vista aérea (01.08.2023)

Aquí lo suyo es que uno exprese su propia opinión sobre este lugar: pasado, presente y futuro. Ojalá este sitio no se hubiera construido nunca, en primer lugar todos habríamos ganado si la causa de su inexistencia hubiera sido la ausencia de guerra, también porque fue un espacio para mayor gloria de los vencedores (a pesar de que el propio Régimen intentó suavizar esto con posterioridad), que deberían haber sido magnánimos y, por último, porque supuso el gasto de recursos que habrían sido mejor empleados en paliar alguna de las muchas carencias que sufrió la depauperada España de la posguerra.

Ahora bien, el lugar existe. Hay quien dice que debería ser demolido, opinión con la que discrepo. Creo yo que una vez que existe se debe conservar. Tampoco creo que sea factible eso que algunos dicen de «resignificarlo». El sitio es lo que es: refleja guerra, muerte y dictadura. La mayoría de los españoles siente un rechazo instintivo hacia el lugar o falta de interés por el mismo. Aunque yo esté muy interesado en la Historia me parece que eso es lo normal.

Sacar los restos de Franco del lugar me pareció un intento bastante ridículo de pseudovenganza para conseguir no se sabe exactamente el qué. Ahora puede uno ir a ver el lugar donde estuvo enterrado Franco e incluso puede ir al otro cementerio. Intentando acabar con Franco lo multiplican, que quizá sea lo que algunos necesiten. Me parece que no se puede ir al Valle y no ver a Franco por todas partes. Con Franco dentro o fuera y con el tiempo puede que eso cambie o puede que no. Tengo leído que se han prohibido los actos políticos celebratorios del franquismo en el Valle. No es que me parezca mal que el Estado limite actividades políticas privadas en sus propiedades, pero en la medida en que estén amparadas por la libertad de expresión también supongo que el Valle es mejor lugar para estas cosas que el centro de Madrid.

En el La Clave el 18 de noviembre de 1983, dentro de las profundas discrepancias entre los participantes, me parece que se decían cosas más sensatas de las que he oído últimamente.

Hay un programa de Antena 3 de 2009 que me pareció bastante interesante. Dos antiguos trabajadores del valle discrepan sobre cuál debería ser su futuro.

01.08.2023


Réquiem por un campesino español

01/10/2022

Recuerdo haber leído hace años el Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender. Estoy bastante seguro de que fue una edición que compré junto con el periódico. No sé si en España los periódicos se siguen vendiendo junto con todo tipo de coleccionables. Tampoco sabía hasta hoy que existía una versión cinematográfica de la novela, rodada en 1985. Creo que no es muy buena o al menos me ha causado peor impresión que el recuerdo favorable que en mí ha perdurado de la lectura. Aún y todo me ha parecido curioso ver el aspecto de unos pueblecitos aragoneses de los años ochenta que intentaban aparentar estar en los treinta y me ha agradado ver a un Antonio Banderas joven y a un Antonio Ferrandis cuya actuación me ha recordado mucho a su interpretación del general Escobar.

Mientras miraba la película la plaza del pueblo me ha resultado conocida. No he estado allí nunca pero alguna vez había leído sobre la plaza ochavada de Chodes, provincia de Zaragoza. Existen unas cuantas plazas octogonales más en España, aunque pocas. Esta sensación déjà vu de ce qu’on n’a pas vu ya se me presentó en ocasiones anteriores.

Y ahora la valoración política: Esto es una obra de ficción pero que sirve para representar bien, incluso con fidelidad, episodios ciertos de violencia que se dieron en la España controlada por el bando sublevado durante la guerra civil. Tras los cuarenta años de mentiras franquistas era importante que esta parte de la verdad pudiera verse y ese es el cine español sobre la guerra que se hizo en las décadas de los ochenta y los noventa. No creo que haya nadie que pueda negar que estas barbaridades se produjeron. Ahora, por alguna ley histórica del péndulo o la compensación, llevamos cuarenta años de mentiras antifranquistas, o al menos cuatro décadas en las que estas son las prevalentes en el espacio público. Es por ello que hacer de nuevo una película de este estilo o del de Las trece rosas es contraproducente para el conocimiento de la verdad. Reto a los cineastas españoles a hacer una equivalente sobre los mártires de Barbastro, por poner otro ejemplo aragonés, o sobre las matanzas de Paracuellos. Esas películas hoy no pueden hacerse y mientras no se puedan hacer estaremos viviendo en una memoria histórica que si no es una mentira es al menos una parte no inocentemente seleccionada de la verdad.


La revolución española vista por una republicana

19/01/2022

La revolución española de 1936

Llevaba algún tiempo detrás de este volumen, La revolución española vista por una republicana, escrito por Clara Campoamor desde el exilio a finales de 1936. La principal impulsora del derecho al voto de la mujer durante el periodo de la República tuvo que escapar del Madrid controlado por el bando republicano (aunque menos por el Gobierno que por las milicias y los chequistas) para evitar perder la vida en uno de los «paseos» que se habían convertido en cosa cotidiana. A mi modo de ver esto la sitúa en la tercera España a pesar de los esfuerzos de algunos partidos políticos actuales para apropiarse de su figura. Ella explica cómo fue aquello en un artículo publicado en La Republique (20-01-1937):

Dejé Madrid a principios de septiembre. La anarquía que reinaba en la capital ante la impotencia del gobierno y la absoluta falta de seguridad personal, incluso para los liberales -o quizás sobre todo para ellos- me impusieron esa prudente medida… Si la gran simpatía que uno siente siempre por quienes se defienden puede ir hasta explicar los errores populares, se niega en llegar hasta el sacrificio oscuro e inútil de la propia vida. Se sabe también que los autores de los excesos, o los que han tolerado que se cometan, siempre encuentran excusas aunque sólo consistan en pretender que hay que juzgar las revoluciones en su conjunto y no en sus detalles, por elocuentes que sean. ¡Y yo no quería ser uno de esos detalles sacrificados inútilmente!

Este artículo es uno de los interesantes anexos que contiene el libro. He descubierto que la parte principal es traducción de lo que hoy se tiene por el original, que está en francés. A falta de que se descubra un manuscrito o unas notas anteriores en castellano le ocurre lo mismo que a lo de Barea, que aunque la obra haya sido pensada en español, el documento que se conserva como original está en otro idioma, en el caso de don Arturo en inglés. La traducción de Luis Español parece cuidada y sólo han aparecido para desasosegarme un sol que se acuesta en vez de ponerse y un par de subordinadas adjetivas en las que en español usamos el posesivo mientras que los franceses las forman con el artículo determinante. Como es una sexta edición debe de estar mejor cuidada que las anteriores, aunque por sacar algún fallo falta la duodécima nota a pie de página (repetida está la oncena).

Creo que hay obras que expresan mejor lo que fue la segunda mitad de 1936 en el Madrid revolucionario y sitiado, pero la perspectiva de una protagonista de la etapa inmediatamente anterior tiene un valor intrínseco. Como no tengo demasiado que comentar recojo unos cuantos fragmentos que me llamaron la atención.

Vivimos un periodo mucho menos oscuro de la historia, en cambio resulta inevitable no fijarse en ocasiones en las que parece rimar (108):

Fueron las consignas, dócilmente seguidas en España como en cualquier otra parte por los marxistas. a los que en parte secundaron los ciegos republicanos de izquierda, quienes hicieron surgir el partido fascista de la nada en la que se encontraba.

Realmente la expresión «fascismo» no me parece que sirva para explicar nada del mundo actual e incluso en años los treinta de España era más que discutible que se tratara de eso (132):

[…] Prieto habló del «movimiento insurreccional extenso y complejo cuyos objetivos y alcance nos son totalmente desconocidos».

Por tanto se ha confesado oficialmente que no se atribuía un objetivo absoluta o totalmente fascista al movimiento iniciado.

También desde el otro bando niegan, no sin motivo, a los elementos gubernamentales la condición de representantes puros y auténticos de la democracia.

Añadamos que los insurrectos mostraron al principio muy poca unidad. Así, las emisiones radiofónicas de las diversas capitales sublevadas terminaban con himnos distintos: mientras que en Burgos se tocaba el himno fascista, en Sevilla se interpretaba el himno de Riego (himno nacional republicano) y en otras se emitían simples marchas militares. Sólo al cabo de tres semanas dejó de oírse el himno de Riego sin que, por otro lado, se interpretara en todas partes el himno fascista. Lo mismo ocurrió con la bandera: en todas las provincias sublevadas siguió enarbolándose la bandera tricolor de la República. Sólo tras el 15 de agosto -un mes después del alzamiento- la bandera fue sustituida por la antigua bandera española, sobre la que se conservó el escudo republicano en lugar del escudo monárquico.

¿Fascismo contra democracia? No, la cuestión no es tan sencilla. Ni el fascismo puro ni la democracia pura alientan a los dos adversarios.

Una idea que sí que puede tener largo recorrido es la de España como país de opinión, con niveles bajos de compromiso político y escaso sentimiento de responsabilidad por las malas decisiones a las que uno ha contribuido (137):

Consideremos primero dos características políticas de España: la dirección política de las masas y luego el estado de madurez democrático de esas masas, es decir, la medida en la que son capaces de entender las consecuencias inevitables de su actividad electoral.

En lo que se refiere al primer punto, observamos que España no es un país de partidos sino un país de opinión. El número de inscritos en Madrid, entre los dos grandes partidos -Izquierda Republicana y socialistas- es muy elocuente en este sentido.

El siguiente párrafo sobre el deterioro de las condiciones materiales y estéticas de la vida me ha recordado a uno muy citado de Agustín de Foxá que ya cité en su día. Madrid de corte a cheka se hace uno una mejor idea de conjunto que en esta memoria personal (160):

Una tropa, de la que los periódicos alababan la actividad, llamada «Escuadrilla del Amanecer» porque empezaba su triste labor a la una de la madrugada, efectuaba registros y arrestos.

No se veía en las calles un solo sacerdote porque aquellos que se habían arriesgado a salir durante los primeros días habían sido exterminados. Las monjas que habían sido expulsadas de orfanatos y hospitales tuvieron que huir vestidas de civil. Como su cabello corto estaba de moda, pudieron pasar desapercibidas. Los ciudadanos que, siendo funcionarios o empleados, debían forzosamente salir a la calle, lo hacían disfrazados de «descamisados».

Madrid, la ciudad coqueta por excelencia donde, por tradición, las mujeres cuidan su peinado y su calzado, pareció transformada por la varita de una bruja fea y mala. El sombrero femenino considerado como un tocado «burgués» fue desterrado. Nadie osaba llevarlo por la calle y las pocas mujeres que se empeñaron en hacerlo tuvieron que claudicar ante las miradas desconfiadas y las amenazas.

Madrid ofrecía un aspecto asombroso: burgueses saludando levantando el puño y gritando en todas las ocasiones el saludo comunista para no convertirse en sospechosos, hombres en mono y alpargatas copiando de esta guisa el uniforme adoptado por los milicianos; mujeres sin sombrero; vestidos usados, raspados, toda una invasión de fealdad y de miseria moral, más que material, de gente que pedía humildemente permiso para vivir.

La gente que en tiempo normal llenaba las calles y las terrazas de los cafés, yacía bajo tierra o se disfrazaba.

Por último dejo un fragmento bastante extenso en el que puede percibirse la clarividencia de la autora (211). Para calcular bien cómo puede ser el futuro es condición necesaria comprender el presente. Es un juego que hay quien ni con la partida acabada lo entiende.

Ya hemos observado, desde el punto de vista de la política futura de España, que la división tan sencilla como falaz hecha por el gobierno entre fascistas y demócratas, para estimular al pueblo, no se corresponde con la verdad.

La heterogénea composición de los grupos que constituyen cada uno de los bandos, tal y como expusimos en las primeras páginas de este libro, demuestra que hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados como anti demócratas en el bando gubernamental.

A la izquierda, socialistas y comunistas se han impuesto a los republicanos y ahora mandan ellos. Los sindicalistas y los anarquistas han sido el talón de Aquiles de la defensa gubernamental y serán los que saquen provecho de la resistencia.

A la derecha, la unión aparente mantenida con mejor táctica durante los trascendentes días de combate, empieza a debilitarse en el mismo instante en que se vislumbra la posibilidad del éxito final. El esfuerzo de conciliación intentado por la Junta de Burgos se ha revelado inútil. Se había nombrado al general Franco jefe de Estado, vaga y atractiva fórmula, y al mismo tiempo algunos jefes anunciaban un plebiscito para el momento en que se restableciera la tranquilidad, con un programa en que se acumulaban todas las teorías teocráticas y sociales de los cuatro grupos principales: monárquicos absolutistas, monárquicos constitucionales, fascistas y republicanos de derechas.

Fueron los carlistas, fuerzas extremas de la derecha, los que han hecho el primer gesto al rechazar ese programa general y tratando de imponer su vieja doctrina teocrática, pretensión que, si se puede conciliar con otros programas, se opone frontalmente al de los republicanos y sobre todo al de los monárquicos constitucionales de la última dinastía.

La «Junta de Gobierno» de Burgos ha tenido que permitir la publicación del manifiesto carlista, porque se encuentra en una situación delicada y no puede permitir que se agriete el conjunto de sus ejércitos que comprenden unos efectivos de al menos 40.000 carlistas.

La lucha ha empezado entre los alzados. Y también entre los republicanos, socialistas-comunistas y anarcosindicalistas en el grupo de las izquierdas.

Los rostros de las fuerzas antagónicas reflejan su heterogénea composición como en un espejo deformante, anunciando nuevas disputas internas en el grupo vencedor.

Esa tendencia a la división, a las facciones, a los matices, al espíritu individualista, es lo que ha hecho que España ofrezca tan escasa disposición para sistemas de bloque como el fascista o el comunista.

En el terreno de las armas, el resultado definitivo de la guerra civil española queda todavía lejos. Pero la gran desgracia de esta lucha fratricida -torpemente provocada por la debilidad del Frente Popular ante el desorden, lucha desencadenada con ligereza por los militares en un momento en que la situación internacional hacía prever complicaciones, y prolongada por los gubernamentales que rehusaron aceptar un gobierno de composición-, la gran desgracia, repetimos, consiste en que la víctima de esa lucha será la República plebiscitaria de 1931. Y sin embargo, cualesquiera que sean sus errores, sólo en ella albergábamos la esperanza de una renovación democrática y social.

Si el porvenir trae la victoria triunfal de los ejércitos gubernamentales, ese triunfo no llevará a un régimen democrático, ya que los republicanos ya no cuentan en el grupo gubernamental. El triunfo de los gubernamentales sería el de las masas proletarias, y al estar divididas esas masas, nuevas luchas decidirán si la hegemonía será para los socialistas, los comunistas o los anarcosindicalistas. Pero el resultado sólo puede significar la dictadura del proletariado, más o menos temporal, en detrimento de la República democrática.

Si, como ya hemos indicado, las causas de la debilidad de los gubernamentales llevan a la victoria de los nacionalistas, éstos habrán de empezar por instaurar un régimen que detenga los enfrentamientos internos y restablezca el orden. Ese régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar.

Pero si la dictadura militar, como lo vimos durante el periodo de 1923 a 1930, es una forma de gobierno fácil de imponer, es muy difícil salir de ella. Se dirá que otros países viven desde hace años bajo una dictadura militar y les va muy bien. Sin embargo no conviene olvidar que España ya ha sufrido ese régimen… Fueron esos siete años de dictadura los que separaron de la monarquía al pueblo y los que trajeron la República. En consecuencia el experimento ha fracasado.

Cierto es que tras el desastre nacional causado por esta lucha y sus excesos, mucha gente, incluso republicanos y liberales, se resignará, en interés del país, a aceptar cualquier régimen transitorio sólo con que restablezca el orden y que emprenda la tarea de reconstruir el país y de restablecer las jerarquías espirituales, demasiado pisoteadas por la debilidad de los republicanos de izquierda. Porque no hay que olvidar que no solamente se ha perseguido a los elementos considerados como enemigos de la República sino también a sus partidarios, perseguidos por grupos políticos que a la manera de los clanes primitivos buscaban la muerte de todo aquel que se opusiera a su jefe.


Liderar

08/01/2022

No había visto aún la película española Mientras dure la guerra (2019). Por cuando salió sí que leí sobre ella y descubrí que siempre había o habíamos dado por cierto lo que era una narración literaria y de parte sobre el encuentro entre Millán Astray y Unamuno en el paraninfo de la universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. El relato que había quedado impreso en la memoria colectiva lo escribió en los años sesenta Luis Portillo, padre del político inglés Michael Portillo a quien suelo ver en la BBC en documentales de viajes en tren, uno de los cuales (Great Continental Railway Journeys, S7E1) lo llevó precisamente a la ciudad del Tormes, donde habló de este episodio histórico.

Aunque entre los españoles el sentimiento que predomina ante estas cosas es el desinterés creo que hay bastante verdad en esa descripción de que, tras vivir cuarenta años en la mentira franquista, España ha vivido cuarenta años en la mentira antifranquista y hoy se sabe con certeza que la escena supuestamente histórica es en gran parte una invención literaria de un exiliado que había luchado con la República.

De la película, que me ha gustado y en la que Salamanca sale estupenda, puede decirse al menos que no cae en el «venceréis pero no convenceréis». Su motivo principal es el sufrimiento del propio Unamuno en sus meses postreros, sus errores, sus cambios de opinión, su agonía por el destino de sus amigos y tanta gente. Como en toda película histórica hay elementos más o menos inventados y algunos errores históricos. En ABC se publicó un artículo sobre los mismos y algún otro puede encontrarse por la red de redes.

Yo voy a una cosa mucho más pequeña. En un momento alrededor de los tres cuartos de hora se produce una escena en la reunión del aeródromo de San Fernando, cerca de Salamanca (un extraño lugar histórico en el que hoy no hay nada), en la que antes de que la Junta de Defensa Nacional elija a su generalísimo Millán-Astray les interpela haciendo alusión a la baraka, el aura de afortunado que adornaba a Franco desde Marruecos y lo compara con el malhadado Sanjurjo. No sé si Millán-Astray estaba en Salamanca y aunque hubiera estado es probable que no se le hubiese permitido participar en la junta y mucho menos en estos términos. Esto dice el guión:

Permítanme, antes de que voten ustedes… Una preguntita, nada más. ¿Ustedes saben lo que es… la baraka? Cuando no hace ni dos meses el general Sanjurjo, que Dios tenga en su Gloria, se disponía a coger aquel avión el piloto se quejó de que su maleta pesaba demasiado. Y no es de extranar, iban ahí sus medallas y condecoraciones… Porque Sanjurjo venía a España a liderar el Alzamiento. ¡Él tenía que ser el ge-ne-ra-lí-si-mo! Entonces… Ese avión que no remonta, que no coge vuelo… Mal empezó aquello. Unos dirán que si fue por la maleta, otros dirán que si fue por el piloto… O que no tuvo suerte. La suerte providencial… Eso es la baraka.

Quiero llamar la atención sobre el verbo liderar. Como he solido leer cosas de los años treinta del pasado siglo me he percatado de que por entonces líder era una palabra rara que aún se escribía leader. La palabra no estaba naturalizada aún por lo que parecería extraño que hubiese dado derivados. Hace relativamente poco tiempo que oigo hablar de «lideresas». A Mola se le conocía como «el Director» y a Franco se le puso un título de raigambre como Caudillo. Sería muy raro que un anglicismo entrara en esa categoría de nombres que denominan al máximo gobernante en regímenes nacionalistas (Fuhrer, Duce, Caudillo, Conducator…)

Creo recordar que Lázaro Carreter criticaba en sus dardos el uso de líder que suele hacerse en las clasificaciones deportivas (y que hoy ya está en el Diccionario). Él decía algo así como «¿cómo va a ser el líder si todos los demás equipos van contra él? Eso sería en los sesenta o setenta. El ejemplo más antiguo de liderar que aparece en el Fichero General es una noticia de El País de 1976.

Parece claro que en cualesquiera de los dos supuestos, ni la Alianza Atlántica, liderada por los Estados Unidos, ni el Pacto de Varsovia, conducido por la Unión Soviética, pueden permitirse más contradicciones internas;

Puede que aparezca algún ejemplo anterior pero he buscado el Ngrams y me parece hay poca duda de otro como dirigir, conducir o encabezar sí, pero que ese verbo no podía haberse utilizado.

«Liderar». Uso en libros hasta 2009


Historias de nuestra guerra

28/12/2021

Hoy han concluido mis dos semanas de vacaciones en España. Estas se las debo a mi pobreza organizativa y a que la empresa nos obligaba a tomar todas las vacaciones antes de que acabara el año. He tenido tiempo de hacer diversos papeleos, ver a mucha gente a la que no veía desde antes de la pandemia e incluso de leer más de lo que pensaba que iba a poder. He comprado unos cuantos libros como muestra de gratitud hacia una gente que hace podcasts o que escribe artículos que suelo leer con mucho agrado.

Uno de esos es Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil, del político e historiador Pedro Corral con cuya visión sobre el conflicto suelo coincidir. Creo que con estudio y con tiempo conseguiré que la guerra civil de 1936-39 acabe significando para mí lo mismo que las carlistadas. Frente a las actuales tendencias de memoria selectiva es importante que la verdad histórica prevalezca. Mejor que a través de los metarrelatos la verdad se defiende si se conservan las pequeñas intrahistorias.

Este libro está compuesto por catorce de ellas en un formato no muy diferente al del reportaje periodístico y estoy bastante seguro de que ya había leído varias de ellas en prensa, pese a lo cual estoy muy contento de disponer del volumen. Las que más me han interesado han sido la de Ricardo de la Puente, primo de Franco fusilado por los sublevados; la de Pedro Mohino, el abanderado de la República que acabó levantándose contra la misma; la de la lotería de Navidad durante la guerra y la de los desertores de las Brigadas Internacionales.


Alejandro Lerroux

06/06/2021

Lerroux

Un programa de radio durante un paseo ha sido la causa inmediata de que me haya puesto con La pequeña historia de España 1930-1936 de Alejandro Lerroux (1864-1949), que el veterano político escribió a finales del 37 en Portugal mientras en España estaba inmersa en la guerra civil. Incluye algunos datos anteriores a sus memorias del periodo de la Segunda República lo que es de agradecer en alguien con una biografía política tan extensa.

Resumiéndolo mucho, los malos de la película son Alcalá-Zamora, Martínez Barrio y Portela Valladares. En gran medida se puede decir que es un libro de política de salón desde la perspectiva del centro político de la época del que quedan bastante excluidos algunos temas sociales y de masas que fueron muy importantes en aquel momento. El tema principal sería el mantenimiento del orden público, el imperio de la ley y la consolidación de las instituciones como prerrequisito para unas reformas eficientes. Sabemos que no es eso lo que ocurrió:

Y al derrumbarse Dictadura y Monarquía, el país volvió al régimen clásico de la democracia: la República.

Pero los advenedizos que se apoderaron de ella organizaron una República pensando en el patrón obligado, la revolución francesa, y para darle un aspecto nuevo socialmente más radical según su fantasía, cayeron en el error de no tener en cuenta nuestra geografía, ni nuestro carácter, ni nuestra economía, ni las recientes experiencias ajenas. Así resultó de hecho una República española lo menos española posible.

A fuerza de querer hacerla popular la forjaron obrerista, al servicio principalmente de una clase social. Con la pueril ambición de fabricarla más democrática que todas las del mundo la sacaron de su cabeza, plebeya y demagógica. Para que excediese en libertad a todo lo conocido y en laicismo a todo lo legislado, la vaciaron en el troquel de un anticlericalismo que ha resultado homicida y de un librepensamiento que ha venido a dar en ateo. Envidiosos y recelosos de los políticos populares y a pretexto de defenderla contra ambiciosos de poder personal, fraguaron una organización confusa y anárquica, impracticable, que hace difícilmente compatibles en su ejercicio el poder presidencial, el ejecutivo y el parlamentario.

Los republicanos históricos queríamos haber fundado un régimen nacional, es decir, para todos los españoles; democrático, es decir, sin privilegios; liberal, es decir, que respetase el derecho ajeno y fuese accesible a todos los ciudadanos.

Pero inmediatamente, la influencia socialista consiguió que el nuevo régimen fuese una «República de trabajadores de toda clase». Y toda clase de trabajadores definiéndose como tales por antonomasia los obreros manuales, interpretaron seguidamente que la República debía ser de ellos y para ellos, gobernada por ellos y sirviéndose de los demás, partidos políticos y clases sociales, como de meros auxiliares, hasta que pudieran establecer la «dictadura del proletariado».

No sé si es fácil identificar en la actualidad el espacio que representaba el Partido Republicano Radical en la España del primer tercio del siglo XX. Algunos elementos políticos son muy diferentes. Otros son en cambio fácilmente reconocibles:

España no puede sentirse orgullosa de sus hombres representativos de las generaciones que viven, es cierto, pero menos «que de otras de sus regiones, de las de Cataluña».

Leyendo a la luz de la actualidad traigo a colación el asunto de los indultos. El diferente trato que Lerroux critica que se diera en 1934 al comandante de artillería Enrique Pérez Farrás por los sucesos de Barcelona y al sargento Diego Vázquez por los de Asturias nos trae a la vez que el tema actual (2021) de la eficacia de los indultos para los fines políticos el más constante de la influencia regional asimétrica.

En cualquier caso, por las páginas de este obra pasan unos cuantos ejemplos de indultos. Lerroux dice que la República no habría llegado si el régimen anterior hubiera indultado a los sublevados de Jaca. También es verdad que la República indultó a Sanjurjo por lo de 1932 y eso no evitó que estuviera en el ajo cuatro años después. Podría considerarse que la amnistía del Frente Popular tras las elecciones de febrero de 1936 puso en pie de guerra a la derecha. Hay una larga tradición y en general no parece que abrir las rejas traiga mejores consecuencias que dejarlas cerradas.

Lerroux tampoco parece haber acertado con cómo iba a ser el futuro de la España de Franco, en la que hubo fusilamientos relativos a la guerra hasta en 1963:

Estoy seguro, segurísimo, de que al triunfar el mando nacional que ahora rige los destinos de la España tradicional, por una serie de victorias aplastantes, la justicia que no haga en el primer breve período de su dominio, no la hará después por la mano del verdugo.

Algo que no alcanzo a valorar en perspectiva es la presencia de España en el norte de África en la primera mitad del siglo XX. Aquí, hablando a proposito del establecimiento de Ifni, Lerroux, gran partidario de esta aventura, tampoco acertó con cómo iba a proseguir:

El territorio de Ifni no es una provincia; apenas una playa para que aborde penosamente un barco, aterrice un avión o se detenga un tren; pero es un pedestal donde el derecho de España planta el mástil de su bandera, bandera gloriosa y glorificada por su historia, que también sería gloriosa por el solo hecho de ser la bandera de mi Patria… Y allí quedó plantada para siempre.


Línea de fuego

18/12/2020

Portada

Esta tarde en que no paraba de llover he ocupado con la última novela de Arturo Pérez-Reverte, Línea de fuego, en la que aborda la guerra civil. Concretamente la batalla del Ebro.

La gran novela polifónica sobre el conflicto está aún por hacerse o quizá no se haga nunca. Esta me ha resultado entretenida pero quizá el esfuerzo de hacer prevaler la mirada contemporánea de nuestro tiempo de ahora sea lo que en mi campo de batalla literario la haga fracasar. Me harían falta unos cuantos personajes menos revertianos, más fanáticos de los que dio aquella época y también varios más de esos que dicen una cosa y hacen la contraria.

Podría comentar bastantes aspectos en que el lenguaje me resultó improbable, pero me voy a limitar a la anécdota de que el comandante irlandés de las Brigadas Internacionales se apellide O’Duffy, que es precisamente el nombre del tipo que organizó los voluntarios irlandeses que combatieron en el otro bando.

El epílogo sí que me ha resultado creíble. Como si todos estos personajes de verdad hubieran existido.


En Lughnasa Franco no era aún generalísimo

28/12/2019

Dancing at Lughnasa

En estas dos semanas habré visto más películas que en los dos años anteriores. La oficina está cerrada por navidades y entre que unos días son festivos y otros trabajamos desde casa suelo estar en el sofá con la tele puesta, bien leyendo mis cosas o avanzando lo que se pueda en asuntos laborales que, la verdad sea dicha, no es casi nada.

Anoche vi la coproducción de 1998 Dancing at Lughnasa, adaptación de la obra de teatro homónima del dramaturgo Brian Friel (1929-2015) que tiene como escenario el condado de Donegal de la costa del oeste de Irlanda durante el verano de 1936. Lughnasa, que también puede escribirse Lúnasa (mi favorita, ya que es como suena) o Lughnasadh (estereotípico del gaélico irlandés: diez letras para seis sonidos). Lughnasa era un antiguo festival pagano (o es ahora un festival neopagano), que se celebra el primero de agosto para celebrar el inicio de la cosecha. Se hace en honor del dios celta Lug, del que hablamos en una ocasión, un dios tan desconocido en España que la película allí se llamó El baile de agosto.

La película no está mal del todo, trata de una especie de casa de Bernarda Alba en un lugar llamado Ballybeg, que podría ser un Ballycrap, uno de esos contornos rurales en que los hombres emigran y las mujeres sufren y en la que Meryl Streep interpreta su papel de matriarca con un acento irlandés impecable hasta donde mi oído puede determinar.

Sin embargo, el asunto que me trae a escribir estas líneas es que Gerry, uno de los personajes, quiere acudir como voluntario a la guerra de España a luchar contra Franco. Siendo que Lughnasa es el 1 de agosto y que la acción se desarrolla en los días inmediatamente anteriores, el golpe no es aún el de Franco sino más bien el de Mola y Sanjurjo. Franco no fue elegido jefe supremo del bando rebelde hasta el 1 de octubre, por lo cual que un irlandés (o galés) quisiera durante la última semana de julio o la primera de 1936 ir a luchar contra Franco me resulta muy pero que muy improbable.

Ya puestos me dio por consultar algo que debería saber (tengo leído La internacionalización de la guerra civil española de Fernando Schwartz, pero la memoria es falible) que es cuándo se decidió formar las Brigadas Internacionales. Una simple búsqueda en Wikipedia indica que la decisión se tomó el 18 de septiembre y que los primeros brigadistas llegaron a Albacete el 14 de octubre. La mayoría de los irlandeses que formaron la mitificada Columna Connolly llegaron a España en diciembre. Me imagino que ya habrá habido alguien más que se haya dado cuenta de que las fechas no encajan pero no salían en la primera página de Google.


Yo fui un ministro de Stalin

16/11/2019

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Ahora que parece que puede haber un gobierno con ministros a la izquierda del PSOE es buen momento para revisar los escritos de uno de los dos ministros comunistas que en España han sido: Jesús Hernández Tomás (1907-1971), que formó parte de los gobiernos de Largo Caballero y Negrín al mismo tiempo que Vicente Uribe (1902-1961), en plena guerra civil.

Debe tenerse en cuenta que el libro Yo fui un ministro de Stalin fue publicado en 1953 y que en 1944 Hernández ya había sido expulsado del Partido Comunista de España. Ofrece una interesante perspectiva de muchos aspectos del periodo bélico, empezando por las elecciones de febrero de 1936 en las que, según un pequeño detalle trivial que descubro en la primera página, el escrutinio empezó a las seis de la tarde. Entre los principales temas están el de la caída del gobierno de Largo Caballero en mayo de 1937, la persecución contra el POUM y cómo se produjo el hundimiento de la zona centro-sur tras el golpe de Casado y sobre todo el papel que la dirección del PCE y los agentes soviéticos desempeñaron en todos estos asuntos.

Selecciono un par de párrafos que me interesan . Es el primero la recreación de una conversación de Hernández con el secretario general  del partido, José Díaz, que resulta curiosa desde la perspectiva de la evolución del pensamiento político izquierdista en relación al problema de España. De aquí salió el folleto de Hernández El orgullo de sentirnos españoles, a cuyo contenido atribuyo la capacidad de incomodar a la militancia comunista o podemita actual más que la descripción detallada de los crímenes estalinistas.

—¿Qué te parece si comenzamos a desplegar una campaña, hábilmente desarrollada, tendiente a despertar en nuestro Partido un sentimiento de orgullo por todo lo español? —me preguntó Díaz.
La mirada de Díaz se había animado. De sus ojos negros se desprendía ahora un reflejo de malicia y de contento. Su ocurrencia le animaba. Prosiguió:
—… Si logramos encender la llama del entusiasmo por lo español, por nuestras costumbres, nuestras glorias, nuestros guerreros, por nuestras tradiciones, será más fácil llevar al Partido hacia una política auténticamente nacional, que en caso necesario, comprenda nuestra posición.
—Me parece excelente la idea.
—Tú debes abrir el fuego —dijo.
—¿Cómo?
—Preparando una serie de artículos en los que exaltes desde el Cid a los Reyes Católicos, desde Numancia a las Germanías, desde los Comuneros al Alcalde de Móstoles. Habla de nuestras glorias y grandezas, de España madre de pueblos, de conquistadores y misioneros, de genios de las letras, de la pintura, de la ciencia. Habla de todo y de todos, desde Viriato a los heroicos milicianos del Cuartel de la Montaña… De todo lo que se te ocurra, pero exalta lo español, despierta entre los comunistas el orgullo de ser español.
El entusiasmo de Díaz crecía con sus propias ideas.
—…Habla con Mije. Dile que el Comisariado de Guerra transmita instrucciones a todas las unidades para que los periódicos y alocuciones de los comisarios sigan esta línea. Nuestras Divisiones —agregó— cantan canciones con música de himnos soviéticos. Que acaben con eso. Que canten con música española, aunque sea de zarzuela. Desde el Agit-Prop del Partido debes tomar inmediatamente medidas para que nuestros camaradas desplieguen una intensa campaña en todas las fábricas de producción de guerra, dando a entender que agradecemos los auxilios de los demás, pero que, en definitiva, todo dependerá de nuestro esfuerzo.
Observaba un poco admirado a Díaz. Debió de comprenderlo, pues me dijo:
—Te asombra oírme hablar así ¿no?
—Me asombra y me entusiasma. ¡Ojalá podamos hacer vibrar a nuestra gente en esta misma pasión!
—De ti va a depender mucho —indicó.
—Por mí no ha de quedar —declaré.
—¡Es increíble! Tener que comenzar a conspirar en nuestro propio Partido y en nuestro propio país para poder hacer una política nacional —comentó Díaz.

El tema principal del libro es la intromisión soviética en España, que puede entreverse en todos los demás asuntos. Uno muy interesante son las relaciones entre los dirigentes comunistas españoles, también mediada en gran medida por Moscú. De José Díaz se suele escribir simplificando que a pesar de ostentar el cargo orgánico teóricamente superior no tuvo demasiado protagonismo durante la guerra debido a sus problemas de salud (se acabó suicidando en Tiflis en 1942 aquejado del dolor de un cáncer estomacal). Sin embargo en política siempre hay algo más en la zona en que lo ideológico se entremezcla con lo personal. Aqui sobre Pasionaria:

Comprendiendo Antón lo inestable de su situación, buscó la manera de afianzarse en un puesto de dirección del Partido. Y dio en la flor de enamorar a Pasionaria. Pasionaria le defendería. Pasionaria intrigaría cerca de la delegación soviética para sostenerle a él. Y no se equivocó. Pasionaria olvidó que era la mujer de un minero; se olvidó de que tenía dos hijos con tantos años como su amante; olvidó que su esposo, Julián Ruiz, se batía en los frentes del norte; olvidó el decoro y el pudor; se olvidó de sus años y de sus canas y se amancebó con Antón sin importarle la indignación de cuantos sabían y conocían sus ilícitas relaciones. Togliatti, Codovila y Stepanov —que ya preparaban a Pasionaria para heredar en vida a Díaz— complacieron a ésta. Antón dejó de ser comisario del frente de Madrid, pero pasó a dirigir la Comisión político-militar del Partido. José Díaz había dicho a Pasionaria:

—«Me tienen sin cuidado tus asuntos privados, pero ya que tengo que ser forzosamente alcahuete de tus amoríos (pues si el hecho trasciende se vendría al suelo todo tu prestigio, y tu nombre lo hemos convertido  en bandera moral y de ejemplo de mujeres revolucionarias), debes saber que todo el aprecio que tengo por Julián lo siento de desprecio por Antón».

Era la de Pasionaria una de esas pasiones seniles que en su desenfreno saltan sobre toda clase de obstáculos y que a ella habría de llevarla hasta el sacrificio de su propio hijo. Rubén Ruiz, capitán del Ejército Rojo, se haría matar en la U. R. S. S. para huir de la vergüenza de ver a su padre comido de piojos y muerto de hambre en una fábrica de Rostov y a quien, además, no le permitieron visitar por prohibición expresa de su madre, mientras veía a Antón vivir espléndidamente y pasearse por Moscú en el automóvil de su madre. Esa pasión provecta, insana, que motivaría también la muerte de Julián en medio de la más negra desesperación y maldiciendo el nombre de Pasionaria y de Stalin, esa pasión era un odio inextinguible contra José Díaz, que le había escupido su desprecio en plena cara.

La ruptura sentimental de Pasionaria y Antón tiene luego rasgos de crueldad inusitada. Es curioso como la mujer ha acabado ocupando un espacio de santa laica de la memoria histórica que da nombre a calles y plazas en Vasconia y por toda España cuando tiene actuaciones más que discutibles en el plano politico y en el moral (en cambio los ministros Hernández y Uribe son dos vizcaínos olvidados en términos memorialísticos en un espacio geográfico e ideológico en el que hay más casos, como Óscar Pérez Solís, con una biografía  más que reseñable.

También y dada las circunstancias actuales me interesa un párrafo en el que se trata la capacidad de sembrar cizaña entre los socialistas que el PCE tuvo durante la guerra. Esto condicionó la división en facciones y la práctica desaparición del venerable partido obrero durante los años cuarenta, lo obliteración de Negrín de la historia oficial del PSOE hasta tiempos muy recientes y una desconfianza mutua que no estoy seguro de que se haya superado, aunque estaré atento a los acontecimientos. El PSOE que salió de Suresnes lo tenía muy claro, el sanchista no lo sé.

Si nos proponíamos demostrar que Largo Caballero, o Prieto, o Azaña, o Durruti, eran responsables de nuestras derrotas, medio millón de hombres, decenas de periódicos, millones de manifiestos, cientos de oradores darían fe de la peligrosidad de estos ciudadanos con tal sistematización, ardor y constancia que, a los quince días, España entera tendría la idea, la sospecha y la convicción del aserto metidos entre ceja y ceja. Alguien ha dicho que una mentira, cuando la enuncia una persona, es simplemente una mentira; cuando la repiten millares de personas, se convierte en verdad dudosa; pero cuando la proclaman millones, adquiere categoría de verdad establecida. Es esto una técnica que Stalin y sus corifeos dominan a las mil maravillas.
Para nuestro combate político contábamos, además, con algo de que carecían las demás organizaciones: la disciplina, el concepto ciego sobre la obediencia, la sumisión absoluta al mandato jerárquico y el hombre de un solo libro… Ello generaba toda la energía de la acción cerrada, maciza, rectilínea, absoluta de los comunistas ante no importa quién ni qué.
¿Qué había frente a esta tromba granítica? ¡Helo aquí!: un partido socialista roto, dividido, fraccionado, laborando en tres direcciones divergentes; con tres hombres representativos: Prieto, Caballero y Besteiro, que luchaban entre sí, y a los que poco después se agregaría uno más: Negrín. Nosotros logramos sacar de sus suicidas antagonismos ventajas para arrimar el ascua a nuestra sardina. Y hoy apoyábamos a éste para luchar contra aquél, mañana cambiábamos los papeles dando un apoyo a la inversa, y hoy, mañana y siempre empujábamos a unos contra otros para que se destrozaran entre sí, juego que practicábamos a ojos vistas y no sin éxito. Así, para aniquilar a Francisco Largo Caballero nos apoyamos principalmente en Negrín y, en cierta medida, en Prieto; para acabar con Prieto utilizamos a Negrín y a otros destacados socialistas; y de haber continuado la guerra, no hubiéramos titubeado en aliarnos con el diablo para exterminar a Negrín cuando éste nos estorbase, o bien habríamosle invitado a tirarse de un balcón como más tarde harían los comunistas checoslovacos con Massarik. Es el destino de todos cuantos se alían con el engendro comunista de Stalin.

Como indiqué al principio el libro se escribió en 1953. El nombre de Santiago Carrillo no aparece ni una sola vez. Un efecto retrospectivo de la memoria histórica creada en la Transición es atribuirle a Carrillo un papel de mayor importancia en la guerra del que realmente tuvo.

Seguramente nada de lo que en este libro se indica tenga relevancia presente y aún y todo me resulta muy difícil sustraerme a la tentación de comparar.