United Tastes of America

18/10/2023

28.06.2019

Por la hora 7.30 parece que esta foto la tiré una mañana desde el autobús de camino al tajo. Por el aspecto creo que el lugar es la cochera que la propia empresa de autobuses tiene en Donnybrook. La fecha, 28 de junio de 2019, indica que estábamos en vísperas de la festividad nacional estadounidense que como ya he comentado en alguna ocasión en Irlanda se conoce e incluso se celebra. Creo que es tener una mentalidad pseudocolonial un poco absurda pero peor me parece que cada 17 de marzo todos los ministros irlandeses se vayan de gira al otro lado del charco en vez de pasar la fiesta nacional en el país.

Esas relaciones hiberno-estadounidenses tan próximas son el motivo por el que la empresa de los dulces chocolateados M&M felicita el 4 de julio a quienes vean su cartel en Dublín y de que hagan el juego de palabras convirtiendo los United States of America en los United Tastes of America. Los estados unidos y los sabores unidos. En español no funciona.

Por buscarle algo más de lógica, la embajada de los EEUU está en esta misma carretera, siguiendo hacia el centro de la ciudad, poco más de un kilómetro más adelante.

Los lacasitos gringos


Cómo mueren las democracias

19/03/2023

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Aprovechando el fin de semana que nos ha alargado san Patricio, he terminado Cómo mueren las democracias (2018) de Levitsky y Ziblatt, libro que hasta cierto punto se podría denominar «de trinchera», escrito a mediados del mandato de Trump y que, condicionado por la lucha política local y el presentismo, no cumple lo que el título parece prometer, que sería explicarnos de qué modo desaparecen (o a menos cómo se deterioran) las democracias.

Para este próposito no bastaría con un tomo de doscientas páginas, sino que haría falta una obra más extensa que incluyera una definición de mínimos (tipo poliarquía) sobre qué es la democracia y varios parámetros numéricos con los que medir su buena o mala salud, a partir de lo cual se podrían superponer marcos históricos narrativos y establecer comparativas entre países. Lo más parecido que encontramos en el libro es una tabla sobre Donald Trump y los cuatro indicadores clave del comportamiento autoritario.

Así que una vez que hemos asumido que epistemológicamente era imposible que obtuviéramos respuesta a la gran pregunta nos hemos limitado a disfrutar de la adquisición de conocimiento anecdótico y así hemos descubierto aspectos que nos eran desconocidos de la política de Finlandia y Bélgica y de cómo evitaron la polarización en los años treinta y también muchos otros datos relativos a los Estados Unidos de América, que son un país fascinante pero si alguna dificultad tiene responder la gran pregunta es que no se puede resolver si el ochenta por ciento del tiempo estamos mirando al mismo país, donde no vive ni uno de cada veinte humanos.

Y ahora me subo al columpio para dar mi parte médico sobre el estado de las democracias a día de hoy: mala salud de hierro. Si acaso alguna muriera nadie va a firmar el parte de defunción ya que en la actualidad es prácticamente un requisito de todo sistema político revestirse al menos de cierta apariencia democrática. Decidir si la calidad democrática mejora o empeora puede resultar bastante subjetivo, los parámetros cambian de país a país y efectivamente no depende tanto del diseño constitucional como de la buena disposición de los actores: los pactos de caballeros, la capacidad de contención, el patriotismo por encima del interés de partido, el saber perder y cosas de esas.

Para mí el concepto de democracia consta de dos aspectos fundamentales. Uno es el proceso abierto de selección de las elites y otro el reconocimiento de una serie de derechos fundamentales siendo el segundo mucho más importante que el primero. A diferencia de los lugares por donde se lleva el debate en España, para mí los derechos fundamentales son muy pocos y sobre todo negativos (no me pueden matar, ni llevar a donde yo no quiera, ni obligarme a…)  Hay otros elementos que no son parte de la democracia en sí (bienestar medido en dinerito) pero que creo que casi cualquiera podría preferirlos a la democracia. De hecho creo que habrá más occidentales ganándose la vida en las monarquías petroleras absolutistas del golfo Pérsico que entre todas las democracias africanas y asiáticas juntas.

Cuando se habla de democracia se suele incidir en el proceso electoral y en cosas a las que francamente yo podría renunciar a cambio de mejor calidad de la vida medida en dinero. De hecho, llevo casi una década sin votar. Desde la izquierda política se suele incidir en la captura de recursos económicos como modo de alcanzar la «auténtica» democracia, no en cambio en otras condiciones materiales que afectan a la vida, como puede ser la alta criminalidad. Se me ocurre este ejemplo por las críticas que está recibiendo en el primer mundo la política de Bukele que, a pesar de haber reducido el índice de homicidios en El Salvador a una fracción de los que había en 2015 según se nos indica está poniendo en riesgo la democracia. Tengo la sensación de que mucha gente va a preferir el dinero de Qatar o la seguridad recién llegada a El Salvador a elevados ideales de democracia que luego en la práctica quizá tampoco luzcan tanto.

Creo que este libro ya cumplió su ciclo. Trump ya no está, Biden ganó. Todo en orden. Circulen.


La transformación de la mente moderna

12/03/2023

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De España me traje La transformación de la mente moderna de Haidt y Lukianoff (2018), excelente traducción de Verónica Puertollano al castellano de The Coddling of the American Mind. Tratándose del original, el título de la edición en lengua inglesa es como es lógico más preciso debido a que se plantean muchos asuntos bastante específicos de la sociedad estadounidense pero por otra parte, siendo el líder de Occidente lo que es, estos temas acaban en mayor o menor medida traduciéndose, adaptándose y filtrándose al resto de sociedades de nuestra esfera cultural.

Algunas de estas importaciones no tienen demasiado recorrido. Por ejemplo, en el ámbito de las microagresiones recuerdo que hace pocos años un sector político que más o menos identifico con el podemismo intentó traernos el mansplaining y el manspreading, sin demasiado éxito. Recientemente se han montado un número llamando «violencia política» a las críticas que recibía su ministra señera. Todas cosas vienen de los campus estadounidenses y unas cuajan y otras no. En lo de tensionar la sociedad mediante las políticas de la identidad sí que han tenido mejores resultados. Cuando critican al hombre blanco heterosexual lo de blanco suena un poco ridículo o rechina en un país en el que el 99% éramos más o menos blanquitos hace veinte años (y ahora el 98%, si es que ser blanco es ser alguna cosa, que en España ni siquiera la gente se identifica con la blanquedad), pero lo del feminismo y las minorías sexuales si que lleva más de una década dorada en el espacio público, el presupuesto, las subvenciones y los empleos.

Creo que hay dos partes del libro que para nosotros no están demasiado conectadas entre sí. En Estados Unidos funciona mejor porque allí se suele hacer la comparativa entre distintas generaciones que permea todo el libro. Para mí, la parte política y relativa a la universidad no tiene demasiado que ver con la de la ultraseguridad en los modos de crianza de la infancia. Respecto a esta última, en todo Occidente puede percibirse la sobreprotección o mayor protección de los críos de la última hornada con respecto a anteriores cohortes. Vete a saber qué consecuencias políticas traerá en el futuro una sociedad con menos parientes consanguíneos (creo que el declive de la natalidad es mayor en Europa occidental que en EEUU), más allá de que como es lógico unos padres protejan más al hijo único que los que son padres de cinco hacen con los suyos.

La universidad estadounidense es un mundo aparte de lo que son las universidades en cualquier otro lugar. Es un juego que mueve cantidades brutales de dinero, por ejemplo el que pagan los propios estudiantes, y creo que este factor es fundamental para entender la evolución de algunos acontecimientos. El flujo del dinero en las universidades europeas es distinto y explica otros problemas de politización aunque a veces las consecuencias haya podido ser las mismas, como el pretendido derecho a no dejar hablar al discrepante.

En total, que frisando la cincuentena me reconozco en un mundo más antiguo y me parece que cada vez estamos más idiotas y que lo más práctico es alejarse de la arena pública y rechazar casi toda innovación. Creo que mejor que este era La mente de los justos, que no leí pero del que oí hablar mucho en su día.

 

 

 


Un año en el otro mundo (Julio Camba en EEUU)

26/03/2022

Veo que fue en los alrededores de 2014-15 cuando me dio por leer a Julio Camba. La rana viajera y sus experiencias de corresponsal en Alemania e Inglaterra. Ahora ha tocado leer Un año en el otro mundo (1917) sobre su primera estancia en Nueva York. El año que allí pasa es 1916 y contexto político internacional del momento es el de la Gran Guerra en Europa en la que los EEUU no han decidido aún participar. En lo interno lo son los prolegómenos de la elección presidencial de 1916 en las que compiten Wilson y Hughes. Sin embargo, como siempre en la obra de Camba, lo interesante está en la perspicacia a la hora de interpretar costumbres y diferencias culturales.

Hace años alguien se preguntaba en un blog qué diferencias había entre la cultura europea y la estadounidense. Camba menciona dos de las respuestas que allí se dieron. Una de ellas es la idea que tienen muchos en EEUU de que sólo ellos gozan de «la libertad» o «las libertades»: un abstracto que no aciertan a definir pero que al parecer sólo existe allí y los demás no podemos disfrutarlo. Don Julio se mofa del concepto.

Otra de las respuestas que se dieron fue la de la idea anglosajona esa de que un hombre vale tanto como la riqueza que posee. El to be worth que comentamos hace unos meses a propósito de Fernández de Moratín. Dice Camba que «el mejor artista para un americano, es el artista que cobra más». Se mencionan otras consecuencias de este gusto demesurado por la cantidad como la afición por las estadísticas y los récords.

Este volumen me ha gustado menos que aquellos del mismo autor leídos anteriormente, o al menos que el recuerdo que de ellos conservo. Entresaco un par de fragmentos que me tocan de cerca. Me parecería correcto pensar de mí mismo que soy un español del siglo XX, que no ha evolucionado junto con el país y que conserva una visión de hace dos décadas (las que llevo fuera de España) en muchas cosas:

El caso de los países nuevos es el caso de esas tertulias españolas que, los que hemos viajado algo, hemos visto en las grandes capitales europeas. Parece que españoles que llevan largos años de residencia en París, en Londres o en Berlín, deben tener una mentalidad más europea que los que viven en España, y, generalmente, ocurre todo lo contrario. Yo he visto por esos mundos a españoles citando constantemente períodos de Castelar y versos de Núñez de Arce. Si hubieran estado en España, esos hombres hubieran evolucionado como los demás. Fuera de ella, guardan el espíritu y la visión de la España que conocieron.

También la visión de España que intento transmitir es simplificada e idealizada. Por ejemplo una en la que don Quijote y Machado son muy importantes y no hay apenas diferencias regionales.

Españoles muy serios y muy pontevedreses, muy guipuzcoanos o muy de Villanueva y Geltrú, yo los he visto hacer de andaluces en los grandes bulevares con una convicción estupefaciente.

Otra me ha recordado a aquello de Nueva York de que cuando uno lee «Spanish Food» o si le dicen «I’m Spanish» hay que entender lo de «español» en el sentido amplio de «hispano», lo cual no me disgusta.

— ¡Ah! ¿Es usted español?
— Sí — dice uno, seguro del éxito.
— ¿Y de dónde es usted? ¿De Méjico? ¿De Nicaragua?

Porque lo que se entiende generalmente aquí por español es americano de habla española.

— No — rectifica uno — . Soy de España.
— ¿De España…?

Para los americanos el ser de España es, indudablemente, una manera como cualquier otra de ser español; pero es la manera más vaga de todas, la más lejana y la que está más fuera del orden de sus conocimientos. Al poco tiempo, uno ve que el ser español no es, en los Estados Unidos, ser absolutamente nada.

Seguiremos leyendo a don Julio.


La obsesión antiamericana

05/02/2022

Lo que tú tienes se llama obsesión

Hoy sábado el espacio entre audiovisuales lo ha ocupado La obsesión antiamericana, libro de ensayo de Jean-François Revel publicado en 2002. Lo primero que toca es dejar una nota de descargo indicando que si se habla con propiedad se trata de la obsesión antiestadounidense, que es una palabra in poco torpe así que usaremos la del autor confiando en que ni en Canadá, el Caribe, la cuenca amazónica o la Patagonia se den por aludidos.

En poco más de cien páginas Revel analiza este fenómeno del que, parafraseando a Lenin, podríamos decir que se trata de una enfermedad infantil. Una que a mí mismo me ha aquejado en no pocas ocasiones. El libro se publicó en 2002 y algunos de los aspectos han quedado superados por dos décadas repletas de acontecimientos. Estoy pensando en especial en las muchas menciones al no sé si extinto movimiento antiglobalización y en la supuesta conversión de Rusia de Putin en una potencia occidental homologable. A principios del siglo XXI los Estados Unidos eran el hegemón mundial incuestionable y veinte años después, con el auge de China, la recuperación de Rusia y la incorporación de nuevos actores internacionales, éste es un estatus mucho más discutible.

Como he dicho, yo he adolecido de muchos de los defectos de pensamiento que se mencionan en este libro como por ejemplo el hacerle a los EEUU la crítica de ser el gendarme global y la contraria de caer en el aislacionismo para librarse de ejercer la responsabilidad histórica que le otorgan su superioridad económica y tecnológica. Hoy por hoy estoy en nómina de una compañía yanqui y lo que menos ganas tengo de ver en la geopolítica es el cambio del mundo dirigido por los EEUU hacia el siguiente, que mucho me temo que no será un paraíso de hermandad entre las naciones sino un modelo al que le pondrá reglas alguien mucho más alejado de nuestros valores.

Irlanda, el país en el que vivo, es un país supuestamente neutral que ni siquiera es miembro de la OTAN y que dispone de un ejército diminuto. Está como quien sale a la calle sin paraguas confiando en no mojarse porque algo le han de cubrir los que llevan los amigos entre los que camina, en este caso el Reino Unido y los EEUU. Del mismo modo, España, mi país de origen, es un país en franco retroceso demográfico que lleva décadas haciendo menos que el mínimo gasto militar indispensable y que sólo podrá mantener su territorio africano a lo largo del siglo sólo contando con el apoyo de los socios del bloque occidental. Me parece muy tonto ser antiamericano cuando la seguridad y el sustento de uno básicamente dependen de que el statu quo mundial siga en su sitio.

Revel habla desde Francia que es junto con España uno de los países más antiyanquis de Europa. Dice que el antiamericanismo de derechas es una peculiaridad sobre todo francesa. Yo diría que se da en España del mismo modo. Supongo que por el haber sido imperio, por lo de la guerra de Cuba, la tensión catolicismo-protestantismo, el «que inventen ellos» y el orgullo inane de algún periodo por aquello de decir ser la reserva espiritual de Occidente.

Y extendiéndolo a nuestro mundo cultural iberoamericano cita a Rangel en Del buen salvaje al buen revolucionario:

«Para los latinoamericanos constituye un escándalo insoportable que un puñado de anglosajones, llegados al hemisferio mucho después que los españoles y en un clima tan crudo, que poco faltó para que ninguno de ellos sobreviviese a los primeros inviernos, hayan llegado a ser la primera potencia del mundo. Sería necesario un impensable autoanálisis colectivo para que los latinoamericanos pudieran mirar de frente las causas de ese contraste. Por eso, aun sabiendo que es falso, todos los dirigentes políticos, todos los intelectuales latinoamericanos están obligados a decir que todos nuestros males encuentran explicación en el imperialismo norteamericano».

Una idea importante del libro es que Europa es el desastre y que si acaso los EEUU son quienes han hecho para recoger los pedazos y recomponerlos:

En cuanto a la «hiperpotencia» americana, que tanto quita el sueño a los europeos (no se les recordará bastante), deberían preguntarse por sus propias responsabilidades en la génesis de esa preponderancia. Pues, que yo sepa, fueron los europeos los que hicieron del siglo XX el más negro de la Historia. Fueron ellos los que provocaron los dos apocalipsis que fueron las dos guerras mundiales. Fueron ellos los que inventaron los dos regímenes políticos más absurdos y más criminales jamás infligidos a la especie humana. Si la Europa occidental en 1945 y la Europa oriental en 1990 eran un campo de ruinas, ¿de quién fue la culpa? El «unilateralismo» americano es la consecuencia, no la causa, de la disminución de potencia del resto del mundo, pero se ha adoptado la costumbre de invertir los papeles y acusar a los Estados Unidos a cada paso. ¿Cómo asombrarse de que tanto odio acumulado acabe incitando a unos fanáticos a compensar con una carnicería «unilateral» sus propios fracasos?

Como es lógico, un libro escrito entre el 11-S y la invasión de Iraq tenía que dar mucho espacio al terrorismo. Si me hubieran preguntado en aquel momento habría predicho que el terrorismo iba a ser un actor más importante en las siguientes dos décadas de lo que ha acabado siéndolo . En cualquier caso, el análisis izquierdista del fenómeno era como de costumbre equivocado

Lo mismo ocurre con el terrorismo. El otro error que cometen quienes afirman la culpabilidad americana en los atentados de septiembre consiste en creer que se pueden cortar las raíces del terrorismo con una política de desarrollo y modernización, que de todos modos existe. El terrorismo vasco no se debió a que el País Vasco fuese más pobre que el resto de España. Era, al contrario, una de sus regiones más prósperas. El mundo musulmán, origen del hiperterrorismo actual, cuenta con algunos de los países más ricos del planeta, empezando por Arabia Saudí, que financia las redes de Osama ben Laden y a muchos otros integristas, en Argelia o en Europa. El terrorismo islámico en general es hijo de una idea fija religiosa, no de un análisis de las causas de la pobreza. No puede propiciar mejora alguna de la suerte de las sociedades atrasadas. Al contrario, rechaza como incompatibles con el Corán todos los remedios que podrían contribuir a dicha mejora: la democracia, la laicidad, la libertad intelectual, la igualdad del hombre y la mujer, la apertura a otras culturas, el pluralismo crítico.

Como dice en otro sitio:

La verdad es que la «izquierda» europea no ha entendido nada de la historia del siglo XX. Sigue siendo fanática con los moderados y moderada con los fanáticos.


Respetarse como país

30/06/2021

Mi penúltimo propósito era escribir por aquí un par de veces al mes y hoy se me acaba junio. Lo más fácil para mí sería comentar alguna de las batallitas de la gran guerra cultural, pero es que vienen los tiempos muy cargados de ellas. En vez de eso se me ha ocurrido hacer algo parecido pero repartiendo a ambos lados del eje y comentar, sin ánimo de polemizar, lo que trajo el fugaz paseo que compartieron Sánchez y Biden en Bruselas, que digo yo que dos semanas después esto ya no interesará a nadie.

Copio el texto que puse en un grupo de guasap donde comento noticias e ideas con unos amigos:

Aquí por lo que hay que indignarse es por la falta de respeto al país que tienen los partidos nacionales. Yo ya sé qué país tengo para bien y para mal y me parece bastante ridículo juzgar su valor en función de que al amo del mundo le apetezca reunirse o no con el gobierno de turno que tengamos. Me parece vergonzoso que presidentes de PP y PSOE busquen esa foto con tanto ahínco y vergonzoso que critiquen al otro por no conseguirla. Primero seamos alguien y luego ya vendrán los demás a hacerse fotos con nosotros.

Y es que es así es como menosprecian a España quienes tanto dicen defenderla. No, ojo, sus enemigos internos tradicionales, que en este tema muestran bastante mejor criterio para lo cual basta con pasar. Presidentes de los dos partidos de gobierno han corrido servilmente a hacerse la foto con el inquilino de la Casa Blanca como si defender los intereses nacionales consistiera en hacerse retratos. Uno se llevó a las hijas disfrazadas. Gobiernos de ambos partidos han utilizado la apariencia de la foto de las relaciones con Washington en vez de mostrarnos a los ciudadanos la verdadera sustancia de sus logros diplomáticos. A uno le dieron la oportunidad de aparecer en las Azores como gobernando el mundo cuando coincidió que estábamos en el Consejo de Seguridad y no había muchos más que quisieran salir. Ambos partidos han criticado o ridiculizado al gobierno del contrario por no recibir la llamada, conseguir la reunión o hacerse la foto con el Presidente de EEUU, mostrando con ello muy poco respeto por la dignidad de su propio país que, en vez de al partido rival, es a quien verdaderamente hacen de menos.


Técnicas de propaganda

14/12/2020

Un ejemplo más de esas casualidades no tan casuales que suelen suceder. Tras haber visto ayer la película de propaganda de guerra que se basó en la novela de Steinbeck hoy me he encontrado con un tuit que apuntaba a cierto material educativo usado en los Estados Unidos en los años cuarenta. El tema: técnicas de propaganda.

La película, de unos diez minutos y dirigida a estudiantes de secundaria, ilustra 7 técnicas de propaganda. He mirado a ver de dónde surgen y parece que provienen del Instituto para el Análisis de la Propaganda (1937-1942) promovido por Edward Filene. El instituto publicó The Fine Art of Propaganda, (1939) de Alfred McClung Lee y Elizabeth Briant Lee. Estas son las técnicas de propaganda que se mencionan en el vídeo:

  • Glittering Generalities  (generalidades relucientes)
  • Transfer  (asociación o transferencia de cualidades o ideas)
  • Name-Calling (epítetos)
  • Card-Stacking (selección y omisión)
  • Testimonial (testimonios personales)
  • Plain Folks (gente corriente)
  • Band Wagon (subirse al carro del ganador)

Me llama la atención el hecho de que esta lista no sea más conocida. De hecho, existe otra lista, la de los 11 principios de la propaganda de Goebbels (he visto versiones con más y con menos) que creo que ha tenido más éxito a la hora de llegar al gran público.

Si me preguntaran cuál de las técnicas de propaganda funciona mejor diría que es la que llaman card stacking, que funciona preparando las cartas que uno quiere mostrar para favorecer su argumento. Existe otra expresión inglesa de parecido significado: cherry picking. Por mucho que se diga de fake news al final el principal medio para hacer propaganda es la selección y omisión intencionada e interesada de aspectos de la realidad (agenda setting). Sobredosis de anglicismos en este párrafo, sorry.

Por eso me ha sorprendido que una actualización del listado de técnicas que se debe a Aaron Delwiche quite al card stacking de la lista para incluir el infundir temor (fear), la extrapolación indebida (unwarranted extrapolation) y las falacias lógicas (Bad logic). La página propagandacritic.com me ha parecido muy interesante y el vídeo completo con el que empezaba esta nota también.


Mrs. America (Mrs. Schlafly hoy sería considerada feminista)

19/11/2020

Disfruté viendo la serie de televisión estadounidense Mrs. America. Trata sobre la batalla  política y de lo que hoy llamaríamos «guerra cultural» que se dio en los EEUU en los años setenta a cuenta de una proposición de reforma de la Constitución del país para que se consagrara en la misma la igualdad ante la ley y la no discriminación por razón de sexo. Al parecer esta pequeña enmienda (que viene a decir lo mismo que el artículo 14 de la Constitución española, aunque limitado al sexo) sigue sin aprobarse debido a que tiene que hacerse primero en los estados y (simplificando muchos el proceso) hay varios que la han bloqueado.

Me supongo que tampoco sigue adelante porque en la práctica hay muchos modos de conseguir similares resultados, lo cual habrá desplazado la lucha política de feministas y otros grupos hacia esos terrenos no constitucionales (otro tipo de normas del ordenamiento federal, estatal y menores; y en último término las disputas judiciales tan típicas de los EEUU). Otra razón puede ser que hayan mirado hacia el exterior y comprobado que, por ejemplo, el hermoso texto del artículo 14 español no evita las discriminaciones materiales, ni incluso las legales según cómo o contra quién sean. Si no sirve para transformar a realidad material puede que la proclamación vacía de un derecho no sea el mejor modo de luchar. En realidad gran parte de estos debates quedan superados por la evolución de los modos de producción de la sociedad. Al feminismo sesentayochista y a la ola de reacción conservadora los entierra el tiempo y que la vida no es tan simple como las ideologías la interpretan.

A lo que quería llegar es a que el planteamiento de la serie me parece aproximadamente profeminista en el sentido de que mira con más simpatía a las feministas que quieren ver aprobada la Equal Rights Act que a la que por otra parte es la protagonista de la serie Phyllis Schlafly que se opone a la reforma constitucional desde una ideología conservadora que pretende mantener lo que para ella son una serie de privilegios que tiene el ama de casa y madre de familia, estilo de vida que para las feministas representa la opresión del orden patriarcal.

Copio un párrafo de la Wikipedia sobre la ERA para a continuación lanzar mi poco original argumento:

Parecía que la ERA iba a ser ratificada hasta que Phyllis Schlafly movilizó a las mujeres conservadoras en oposición a la misma. Estas mujeres planteaban que la ERA perjudicaría a las amas de casa, obligaría a las mujeres a servir en el ejército y les haría perder mecanismos de protección como el pago de la pensión alimenticia así como la tendencia a que las madres obtuvieran la custodia de los hijos en caso de divorcio.

Supongo que alguien lo habrá dicho ya, pero aunque esta guerra cultural de los setenta podría parecer viva, está completamente superada. Depurando un poco su mensaje Phyllis Schlafly podría ser considerada una feminista sin demasiado alboroto. Hoy no se trataría de feministas contra antifeministas, sino de diferentes tipos de feministas. El feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia como se les suele llamar. Uno y otro abogan por diferentes medidas políticas para mejorar la posición de diferentes grupos de mujeres.

Si uno va al diccionario el feminismo está definido como un principio de igualdad, pero en la práctica el feminismo son las políticas que defienden los feministas orgánicos. No tienen que ser necesariamente políticas de igualdad.  Feministas son las plataformas que defienden la mejora de condiciones de mujeres o de grupos de mujeres. Principalmente, como en todo movimiento político, las de las que lo encabezan y luego, por supuesto a unos más que a otros (seguramente más a las mujeres de carrera que a las que éstas pagan por hacerles las labores domésticas).

¿Y cómo se mejora el estatus de las mujeres? Pues si tiene que ser mediante la igualdad, mediante la igualdad; y si tiene que ser mediante la desigualdad, la desigualdad también sirve. Nunca he visto feministas preocupadas por  asuntos de desigualdad como que la esperanza de vida masculina sea menor, que el servicio militar obligatorio fuera sólo masculino o por todas las estadísticas desde accidentes laborales a índice de suicidios en los que la condición masculina supone una desventaja que eliminada supondría un empeoramiento relativo de la situación del colectivo mujeres.

En un sentido etimológico es además justo que el feminismo sea lo que es. Supongo que si alguien de verdad cree en la igualdad entre los sexos o, como es mi caso, en la igualdad entre los individuos independientemente de su sexo habría que llamarlo igualitarista y no feminista.


Más notas de cine

02/07/2020

Como dije hace poco ahora tengo bastante más tiempo que antes para dedicar a lo audiovisual. Se me ha ocurrido ir poniendo mi opinión en dos líneas sobre algunas películas que he visto en los canales de televisión británicos e irlandeses durante las últimas semanas:

  • Pawn Sacrifice (2014): La mayoría de películas de ajedrez que he visto en mi vida eran bastante malas. Esta trata sobre Bobby Fischer que en el ajedrez era un genio pero en todo lo demás un tarado. Como en el fondo es histórica me recordó mucho al libro Bobby Fischer Goes to War que leí allá por 2006. El personaje es tan grande y da tanto de sí que no cabe en la película pero los detalles ajedrecísticos están muy bien trabajados. Muy aceptable.
  • Queen of Katwe (2016): A los pocos días y por casualidad me encontré con otra película que tiene como fondo el ajedrez, aunque a mí me gustó más por el colorido y la representación de un país del antes llamado tercer mundo como es Uganda. Aunque no lo trata mal del todo, el ajedrez seguramente sea lo de menos. Bonita.
  • ¡Qué verde era mi valle! (1941): Gran película de las que ya no se hacen y que muestra un mundo tradicional y unos valores conservadores con los que con la edad cada vez me identifico más. Joya imprescindible.
  • Dunkirk (2017): Sobre la evacuación de las tropas inglesas en Dunquerque en 1940. La trama no tiene mucho pero yo la vería aunque sólo fuera para apreciar los Heinkel y los Spitfire. En 2005 pude charlar con un piloto de la RAF de los de la batalla de Inglaterra que por entonces tenía 83 años. El tipo del barquito que sale al rescate me recordó un artículo de Perez-Reverte anterior a la película.
  • Por quién doblan las campanas (1943): Una vez empecé la novela y me aburrí. La película no ha sido mucho mejor. Los españoles me resultan muy poco españoles. Supongo que mis prejucios sobre Hemingway me impiden disfrutarla. Totalmente prescindible.
  • Halal Daddy (2017): Coproducción hibernofrancoalemana en la que se ilustra la vida en Sligo, población mediana de la costa oeste de Irlanda por donde pasé con el Rodri y la Elodie en 2007 y no he vuelto a ir. Comedia con romance incluido que muestra aspectos interesantes de la multiculturalidad en la generación de los hijos de los inmigrantes. Me recuerda en algunos momentos a la ya casi clásica East is East (1999), que recuerdo como una película por lo general algo más seria. Interesados en Irlanda o en la comedia ligera: ver.
  • 12 Years a Slave (2013): Fue considerada la mejor película del año por los que dan las estatuas esas doradas. Me ha parecido realmente buena y me ha puesto en busca de la razón por la que la esclavitud de plantación que también se dio en el mundo iberoaméricano (Cuba, Brasil) no ha tenido el mismo impacto cultural que en los EEUU. Me gustaría leer el libro cuando pase algún tiempo y apreciar el elegante lenguaje decimonónico que se filtra al celuloide. Creo que esta película ganará en valor con los años independientemente de la evolución de los asuntos raciales que marcan el orden del día político en Norteamérica.
  • Moonlight (2016): Con ésta los de las estatuillas creo que acertaron menos. Aquí tenemos también unos cuantos temas como la negritud, la homosexualidad, el acoso escolar que parece que están elegidos como para dar con la bomba atómica interseccional. No me gustó aunque supongo que es que hay mucho que no entendí. Un personaje interesante era un cubano que sale al principio, aunque a mí no me parecía cubano. No la recomiendo.
  • La condesa descalza (1954):  Antes de que España fuera aceptable para la ONU y para Hollywood te la tenían que montar en un estudio de Cinecittà. Para quien la vea con el sonido original será chocante oír a la artista María Vargas hablar español poco y con acento inglés y luego pasar a un inglés como si fuera de Carolina del Norte. Tiene a Humphrey Bogart y a Ava Gardner pero ni con eso deja de ser un rollazo.

Seguro que he visto alguna otra pero a estas horas no me da la memoria para más. También he estado viendo la serie Derry Girls, que me parece divertidísima sobre todo por un tema de acentos, expresiones y estereotipos irlandeses que probablemente no se aprecien tan bién sin conocer de cerca esta isla.


Muerte del sueño americano

16/11/2017

Hace unas semanas escuché un buen programa de radio de la BBC que trataba sobre los orígenes de la idea del «sueño americano». Estadounidense. La idea central es que tanto la expresión como el concepto son más modernos de lo que suele creerse. Muchos tienden a ubicarlo con George Washington cruzando el Delaware o en la colonización del Oeste pero es de los felices veinte.

Además de su periódo histórico en el programa discutían la esencia del concepto: si se trata de un sueño de libertad individual, de democracia, de trabajo, de condiciones de vida, de materialismo… También a quién está abierto ya que en gran medida ha sido un sueño «blanco» en el sentido de que ha estado limitado étnicamente.

A mí me parece que el concepto dentro de la cultura sociopolítica estadounidense da para mucho y no soy muy partidario de una definición cerrada y de libro de texto de propaganda como es la que dan a día de hoy en la página de referencia de casi todo el mundo:

The American Dream is a national ethos of the United States, the set of ideals (democracy, rights, liberty, opportunity and equality) in which freedom includes the opportunity for prosperity and success, as well as an upward social mobility for the family and children, achieved through hard work in a society with few barriers. In the definition of the American Dream by James Truslow Adams in 1931, «life should be better and richer and fuller for everyone, with opportunity for each according to ability or achievement» regardless of social class or circumstances of birth.  Library of Congress. American Memory. «What is the American Dream?», lesson plan.

Será que yo no tengo que convencer a nadie de nada. Siempre fui muy escéptico con esto del «sueño americano», aunque en general, habiendo vivido en el mundo anglo tantos años tiendo a ideas bastante más liberales que las de la mayoría de los hispanos. También es verdad que no soy lo que podría llamarse un liberal «puro». No entiendo la dejación del Estado en sanidad ni me parece tolerable que la medicina se convierta en un negocio del que se pueda excluir a los que no tienen. En Estados Unidos hay mucha gente así y esto me parece parte de lo que convierte al sueño en pesadilla.

Hubo un día de hará unos cuatro años en que percibí el American Dream como un fraude mayor que todas las cosas y fue ojeando un informe del Credit Suisse sobre la riqueza en el mundo. Los EEUU eran uno de los países del mundo con mayor riqueza per cápita. En cambio si en lugar de mirar la media se miraba la mediana, resultaba que el español mediano (o sea, de los 46 millones de españoles el que esté en el puesto 23 millones si se ordena a todos por su riqueza) poséia bienes por valor de unos 70.000 dólares; mientras que el estadounidense mediano (de los 300 millones el que esté en el 150 millones o por ahí) tenía unos 50.000 dólares.