Vuelve la nieve

Pequeña historia de ayer, viernes. En invierno, cuando salgo de casa para ir al trabajo es aún de noche. Me subo a la planta de arriba del autobús y como está iluminada como si fuera una discoteca, me suelo calar el gorro para que me cubra los ojos y así paso entre pensando y dormitando la hora que me separa del centro de Dublín. Ayer cuando salí todo era normal, pero cuando ha amanecido y he abierto los ojos para mirar por la ventana, estaba todo cubierto de nieve y me he visto envuelto por la confusión, como si me hubiera quedado dormido y se me hubiera pasado la parada despertándome después ya a la altura de Laponia.

Lo curiso es que no había ninguna previsión de nieve que se supiera. Sólo se esperaba lluvia. Creo que desde 2018 es la primera vez que nieva lo suficiente como para cubrir el suelo. En el trayecto a pie hasta la oficina me ha seguido cayendo bastante nieve por encima y luego ha sido un día un tanto excepcional en el que casi todo el mundo se ha ido al mediodía para evitar sufrir cancelaciones del transporte público. Yo en cambio me he quedado haciendo el horario normal o casi ya que según mis cálculos la cosa iba a mejorar hacia la tarde, como finalmente ha sucedido. En el autobús de vuelta me he puesto a jugar al ajedrez en el teléfono y unos veinteañeros me han preguntado si esa era mi puntuación real y se han puesto muy contentos de conocer a lo que ellos consideraban un jugador tan fuerte. Los chavales me han preguntado decenas de cosas y me emplazado a seguir contándoles más si me los encuentro por ahí. Si por estos lares la nieve ya le da a todo una apariencia surrealista esta curiosa llamada a las puertas de la fama no lo ha sido menos.

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