Primera edición
En 1924 Miguel de Unamuno fue enviado al destierro a Fuerteventura. Esta estancia de cuatro meses produjo un libro que se publicó el año siguiente en París donde continuaba su extrañamiento tras salir de la isla. Acabo de descubrir que hace pocos años también ha dado fruto a una película llamada «La isla del viento», que junto con la otra de «Mientras dure la guerra» que vimos recientemente pareciera que el filósofo se ha puesto de moda en el cine.
El libro De Fuerteventura a París lo he leído esta tarde con la intención de empaparme de la isla por la que espero pasar bien pronto. La edición que he encontrado es la de entonces, hecha en Francia: el libro no se publicó en España hasta 1981. Alterna la poesía en forma de soneto con la prosa y en realidad trata bastante más de la situación política y social de la España de mediados de la década de 1920 que de los exóticos paisajes con cuyas descripciones uno quería deleitarse aunque algo de eso también haya. Puedo entenderlas en el contexto histórico de su momento y en la situación personal de Unamuno pero las críticas al rey Alfonso XIII y al dictador Primo de Rivera tienden a parecerme demasiado duras ya que desde mi perspectiva los anos veinte y su dictadura fueron una época no tan mala. Sin duda esto es por comparación con lo mucho peores que fueron la década y la dictadura siguientes, cosa que don Miguel seguro que no alcanzaba ni a imaginar.
Me alegro mucho de que los poemas estén explicados, ya que casi un siglo después es imposible que el lector recuerde que hubo una prostituta llamada «la Caoba» implicada en escándalos de tráfico de drogas y en un affaire con el general y marqués o que Rubán era el nombre de un caballo de Alfonso XIII que ganó alguna carrera. Más allá de los enredos y tejemanejes del período aparece mucho del problema eterno y el dolor de España desde ese enfoque tan agónico que me parece a mí que le da Unamuno a todas las cosas.
Ahora voy a lo de las imágenes de viajes exóticos en una isla que hace un siglo no era aún el paraíso turístico que uno espera encontrarse hoy día sino un peñasco remoto en medio del océano: árido, pobre, sediento y carente de casi todo:
VIII
¡Oh, fuerteventurosa isla africana,
sufrida y descarnada cual camello,
en tu mar compasiva vi el destello
del sino de mi patria! Mar que sana
con su grave sonrisa más que humana
y cambia en suave gracia el atropello
con que un déspota vil ha puesto el sello
de la loca barbarie en que se ufana.
Roca sedienta al sol, Fuerteventura,
tesoro de salud y de nobleza,
Dios te guarde por siempre de la hartura,
pues del limpio caudal de tu pobreza
para su España celestial y pura
te ha de sacar mi espíritu riqueza.
11-V-1924.
Esta es la explicación que deja Unamuno al pie del soneto: «Ya con este soneto entré en otro campo. Fuerteventura es una isla hoy pobre, muy pobre, que puede enriquecerse si logra alumbrar agua ; pero rica, riquísima en la nobleza de sus habitantes, los majoreros —que así se llaman—, y en la maravilla de su clima. Mas de ella he de escribir largamente en otro libro».
XVI
Ruina de volcán esta montaña
por la sed descarnada y tan desnuda,
que la desolación contempla muda
de esta isla sufrida y ermitaño.
La mar piadosa con su espuma baña
las uñas de sus pies y la esquinuda
camella rumia allí la aulaga ruda,
con cuatro patas colosal araña.
Pellas de gofio, pan en esqueleto,
forma a estos hombres —lo demás conduto—
y en este suelo de escorial, escueto,
arraigado en las piedras, gris y enjuto,
como pasó el abuelo pasa el nieto
sin hojas, dando sólo flor y fruto.
17-V-1924.
En este se percibe bien el paisaje arenoso «ruina de volcán», los sufrimientos del camello y del hombre. El gofio, esa comida pobre «harina de maíz» que descubrí en Lanzarote, tras haber oído hablar de ella a un compañero de trabajo canario que la aborrecía… y a mí no me pareció tan mal.
XLIV
Betancuria.
Enjalbegada tumba es Betancuria,
donde la vida como acaba empieza,
tránsito lento a que el mortal se aveza
lejos del tiempo y de su cruel injuria.
Se oye en esta barranca la canturía
de la resignación en la pobreza,
la majorera —blancas tocas— reza
entre ruinas, soledad, penuria…
Desnuda la montaña en que el camello
buscando entre las piedras flor de aulaga
marca en el cielo su abatido cuello;
mas de la tierra en la sedienta llaga
pone el geráneo con su flor el sello
de Ja mujer que nuestra pena apaga.
Aquí nos dice Unamuno que la conquista de la isla llevada a cabo por Juan de Betancourt…. ¡vaya conquista!
No he encontrado en este libro, cuya segunda mitad está escrita ya desde París, demasiado de las cosas canarias que yo buscaba. Quizá un día me ponga a estudiar los años veinte españoles del siglo pasado y con un poco de suerte me puede pasar como con el siglo XIX, que me acabó gustando más que el XX.
Una curiosidad: Me sorprendió que Unamuno no recordara la oda del dos de mayo. Dice «No sé de dónde es eso de no hay un puñado de tierra sin una tumba española.«. Me pregunto si de verdad lo olvidó, si finge no recordarlo o si es que el poema alcanzó su cénit de popularidad después de su muerte, durante el franquismo.